martes, 31 de mayo de 2022

Identificación criminal y Policía

Del boletín "Emblema" correspondiente al mes de junio, tomamos este documentado e interesante artículo de nuestro amigo y compañero, el Comisario Pral. Félix J. Alvarez Saavedra.

El trabajo policial, cualquier trabajo policial, requiere precisión. Nadie lo discute. Y posiblemente el primer ejercicio de precisión que requiere es la identificación cierta de la persona vinculada con la actividad policial de que se trate, ya sea autor criminal, víctima, testigo o simplemente sujeto de una actividad administrativa.

Esa identificación personal, en el más amplio sentido de la palabra, se refiere a la distinción de cualquier persona dentro de un grupo poblacional, sin discriminación alguna por razones de edad, sexo, religión o nacionalidad.

Frente a ese ideal de poder identificar a cualquier persona pueden esgrimirse numerosos argumentos, tanto a favor como en contra, acerca de su posibilidad y el tiempo adecuado para ello: ¿desde cuándo el ser humano puede ser considerado persona?, la residencia en un determinado territorio ¿condiciona la nacionalidad?, el ser buena o mala persona (aún contando con toda la subjetividad que pueda atribuirse a esos términos) ¿es un factor determinante para ser identificado?... Y así podríamos seguir ad Eternum.

En Occidente, desde la Edad Media, se han venido desarrollando diversos procesos para identificar a las personas dentro de una población, acotando el campo de trabajo, especialmente, a territorios concretos (naciones), aunque los presentes allí, ya fuesen transeúntes o residentes, no fueran naturales del lugar.

De ese modo, uno de los primeros criterios para estudiar o identificar a una población es la pertenencia a una comunidad, a un territorio, a una nación. Sin que ello implique tener que entrar a discutir el concepto de nacionalidad.

Esos procesos iniciados hace más de 500 años no se generalizaron a la totalidad de la población de un territorio concreto hasta bien entrado el siglo XVIII, siendo el XIX el que permitió ver cómo se desarrollaban conceptos e ideas sobre el particular.

En un principio la identificación de las personas se limitó a la de aquellos que tenían necesidad de viajar (emisarios reales, comerciantes, vendedores ambulantes, artesanos, etc.), para ampliarse después de manera forzosa a determinados colectivos “problemáticos” (enfermos, gitanos, mendigos, vagabundos, prófugos, desertores), sin que, en España, la tarea alcanzase a la totalidad de la población hasta mediados del siglo XIX, y aún así con limitaciones, como fue la ausencia de identificación de los menores.

La identificación de esos colectivos más arriba señalados los estigmatizó de tal manera que aún hoy día persisten normas que los señalan directamente (como ejemplo véanse los bandos y ordenanzas municipales sobre mendicidad de Cartagena -1996- y Lugo -2009-).

El señalamiento de las personas y su correcta identificación precisó de dos cosas: aplicación de procedimientos técnico-científicos y de un Cuerpo que llevase a cabo las tareas y comprobaciones con garantías.

Para lo primero hubo de esperarse hasta la aparición de la fotografía (1839), más tarde de la Antropometría judicial (1789) y luego de la dactiloscopia llevada al mundo criminal (1879).

Para lo segundo, se pasó del empleo de militares y personal de justicia al nacimiento de la Policía (1824 en España), y aún ésta debió recibir las herramientas y entrenamiento adecuado para llevar a cabo la tarea.

Desde tiempos bíblicos se han utilizado las descripciones personales, con mayor o menor precisión, que han continuado hasta hace muy poco tiempo (véase como ejemplo la imagen que acompaña a este artículo relativa a la búsqueda de un prófugo en el año 1824).

Nuevos descubrimientos científicos permitieron una mayor precisión en la tarea, como ocurrió con la aparición de la fotografía, que pronto se empleó para identificar a delincuentes, tal y como puede comprobarse en las imágenes de timadores, probablemente obtenidas entre 1850 y primeros de 1860 (1) en Madrid, que existen en la colección Castellano de la Biblioteca Nacional (2), seguidas pocos años después (hacia 1870) por los trabajos de otros industriales fotógrafos como Joaquín Hernández de Tejeda, de Córdoba, quien retrató a los bandoleros andaluces perseguidos por Julián Zugasti (3) cuando éste era gobernador civil de esa provincia.

Desgraciadamente, nos hemos mirado mucho al ombligo hablando de Policía Científica, como si fuese patrimonio exclusivo nuestro, olvidando que desde mediados del siglo XIX hasta bien entrada la segunda década del XX, la identificación criminal española sumaba, cuando menos, a Prisiones, Cuerpo de Vigilancia y Guardia Civil. Más aún, hemos olvidado qué ocurría en nuestros últimos territorios en América, como eran Cuba y Puerto Rico.

Pues bien, digamos que en Cuba se procedió a la identificación fotográfica de delincuentes presos mucho antes de que esta tarea se realizase en la Península e islas adyacentes, y quien impulsó esta labor fue el Capitán General de la isla en esas fechas, D. Domingo Dulce (4), que en un Decreto de 18 de julio de 1865 designaba a un fotógrafo profesional, D. José Lorenzo Cabrera, para “retratar en fotografía a todos los penados y reclusos que tengan entrada en el departamental y correccional de vagos de esta plaza [La Habana]; para que si se fugaren sean remitidos a los jefes de la Guardia civil, de policía, gobernadores y comandantes militares, el número de retratos necesarios para que estos a su vez las circulen a los Pedáneos quienes los expondrán al público en una tablilla de la puerta de la Capitanía, con lo cual será a todos fácil retener las facciones de los prófugos y, por consiguiente conseguir su aprehensión”.

Este Decreto fue seguido al día siguiente por un escrito del Coronel Inspector de Prisiones, Francisco Montaos, remitido al Teniente Coronel Comandante del Departamental de La Habana, con una disposición para que fuera leída a la población penal. No obstante, el gabinete fotográfico no quedó terminado hasta el 27 de noviembre de ese año.

En esas fechas en Cuba, además de Prisiones, funcionaban el Cuerpo de Policía, que se había establecido el 2 de junio de 1851 para toda la Isla, sustituyendo a la antigua policía, compuesto de tres Secciones denominadas, de Policía, propiamente dicha, Salvaguardias y Serenos, y una Plana Mayor, de conformidad con las disposiciones publicadas en las Gacetas de 10 y 11 de abril del expresado año, y la Guardia Civil, que había llegado a la misma ese mismo año de 1851.

¿Hasta dónde queremos llegar? Simplemente a tratar de abrir un poco los ojos a lo acontecido durante el siglo XIX en territorios que formaban parte de la Corona española y que, como aquí dejamos escrito, fueron unos avanzados respecto a lo que estaba pasando en la Península.

Félix José Álvarez Saavedra


Notas:

1. Se trata de cuatro imágenes de sujetos anónimos, al igual que lo es el fotógrafo que las tomó. Sin embargo, en Madrid hubo que esperar a D. José Álvarez de Toledo y Acuña (París, 6 de agosto de 1838-Madrid, 18 de agosto de 1898), conde de Xiquena, gobernador entre 1881-1883 y luego en 1885, que fue el impulsor del empleo de la fotografía de delincuentes, recurriendo a fotógrafos profesionales para tal labor. Esta mención la hace Argimiro Blay en un artículo del periódico político La Policía Española, de fecha 8 de septiembre de 1893".

2. Rescatadas aquí desde el artículo de F. Kurtz Schaefer citado.

3. Julián Antero de Zugasti y Sáenz (Coria, 3 de enero de 1836-Madrid, 28 noviembre 1915). Político, miembro del Partido Progresista, diputado en varias legislaturas y gobernador civil en distintas provincias. Gobernador de la de Córdoba, con ciertos poderes también sobre las de Sevilla y Málaga, combatió el bandolerismo de la zona.

4. Domingo Dulce y Garay (Sotés, 7 mayo 1808- Amélie-les-Bains, 23 de noiembre de 1869), primer marqués de Castell-Florite. Militar, senador entre 1858 y 1860. Participó en la primera Guerra Carlista a las órdenes de Esartero. Destinado en Cuba como Capitán General durante los gobiernos de la Unión Liberal, debido a los recelos que O'Donnell tenía hacia él, impulsó la identificación técnica de los reos y, más adelante, en 1869, decretó la libertad de imprenta en la isla.

Bibliografía

Antón Barberá, Francisco.- Policía Científica, Tomo I, 5ª Ed. Tirant lo Blanch. Valencia, 2012.

Blay, Argimiro.- La Fotografía y la Antropometría. La Policía Española, periódico político. Nº 48. Madrid, 8 septiembre 1893.

Camino del Olmo, Miguel A. y Vicente Cabo Meseguer.- La Policía española de Ultramar: Cuba y Puerto Rico. Fundación Policía Española. Madrid, 2003.

Kurtz Schaefer, Gerardo F.- Sobre el proyecto fotográfico-policial de Julián Zugasti. Archivos de la fotografía. Volumen I, nº 1, primavera-verano 1995, p. 11-67. Photomuseum. Zarautz.

Naranjo, Juan y Lluís Calvo i Calvo.- Registros o tatuajes. Las fotografías policiales del archivo de Julián Zugasti (1870). Colección Publicacions de la Residència d'Investigadors núm 5. Catálogo de la exposición organizada. Barcelona, 2000.

Oller Oller, Jorge.- Primeros fotógrafos de policía. Cuba periodistas. 11 febrero 2019. En: www.cubaperiodistas.cu/index.php/2019/02/primeros-fotograafos-de-policia/

Sánchez Vigil, Juan Miguel y Belén Fernández Fuentes.- La fotografía como documento de identidad. Documentación de las Ciencias de la Información. Madrid, 2005, vol. 28, 189-195.

Recopilación de las Reales Órdenes y disposiciones del ramo de presidios dictadas por el Gobierno de S. M. y por la Capitanía General de la Isla de Cuba desde el año 1861 hasta 1867.

Bandolero

Bandolero

Timadores del dos

José Martí (1869)

Reclamación (1824)


Imágenes que acompañan al artículo:

“Timadores del dos”, en una de las cuatro imágenes conservadas en la colección Castellano de la Biblioteca Nacional.

Tres de las 120 imágenes, en formato “cartes de visite”, de la colección de bandoleros fotografiados por J. H. de Tejeda por orden de Julián Zugasti.

Imagen de José Martí como presidiario en La Habana hacia 1869-1870.

Escrito de reclamación de un prófugo, de 1824, antes del descubrimiento de la fotografía y su empleo policial.

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