miércoles, 16 de junio de 2021

Crónica negra de La Coruña. Cap. 7º. El asesinato de Ramón Guitian

Nueva entrega de la "Crónica negra de La Coruña", original de nuestra buena amiga y colaboradora Mª Jesús Herrero García.

Esta es la historia de un asesinato ocurrido en La Coruña allá por el año 1908. Un practicante municipal llamado Ramón Guitian fue víctima de un asesino comido por los celos profesionales y al que sus ansias de medrar lo llevaron a cometer el más vil de los actos.


El Sr. Guitian, un hombre pequeño, gordo, de sombrero hongo, con un bastón y un paquete bajo el brazo, subía por la calle Panaderas cuando fue acometido bruscamente por un hombre delgado, vestido con un traje negro , que llevaba en la cabeza una gorra de visera, apareció inesperadamente detrás de una de las casetas de obra que se encontraban en dicha calle, se trataba del señor Jose Cortizo Rivas, quien cuchillo en mano asestó una puñalada mortal al señor Guitian, el cual, llevándose las manos al vientre avanzaba tambaleándose y dando gritos ¡A ese! , ¡A ese!. El hombre de la gorra corría saltando sobre las sellas que formaban el perímetro de la fuente del Campo de la Leña. La cuchillada fue mortal, falleciendo casi en el acto el señor Guitian, quien fue atendido por D. Manuel Barbeito, distinguido médico y pariente del mismo, cuando se encontraba tendido en el suelo casi exánime.


Al oír los gritos salieron de dos tabernas ubicadas en la calle Panaderas, el “Dos de mayo” y “El Salto de la liebre”, un grupo de personas que presenciaron los hechos. Una pareja de agentes salía en persecución del asesino intentando darle alcance, ayudados por dos soldados de infantería. La persecución a través de la calle del Mercado, de las Bombas y la Cuesta de San Agustín obtuvo sus frutos, al salirle al paso un guardia municipal en la plazuela del Ayuntamiento. El guardia luchó con el asesino, rodaron por el terraplén de las escaleras del Ayuntamiento y se le escapó ocultándose entre los materiales de una obra cercana, pero fue detenido casi al instante.

Según todos los indicios, se supone que el móvil del asesinato fue el siguiente: Cortizo era el número uno de los practicantes supernumerarios, y que muerto el Sr Guitián su ascenso parecía indudable. Pudo haber sido la brutal impaciencia por producir de cualquier modo esa vacante y que poco a poco se había convertido en una obsesión para Cortizo.

Según se pudo saber para perpetrar tan repugnante acto, Cortizo enviaría a Guitián, con nombre supuesto, 6 tarjetas al café de Mendez Nuñez, como declaró Camilo Mallo, un rapaz de 16 años, hijo de un linternero que vivía en el número 48 de la calle Panaderas, que reconoció haberlas llevado, instándole a permanecer allí hasta avanzadas horas de la noche. Con ello procuraba entretenerlo, a fin de que cuando ya aburrido, se retirase a su domicilio en la calle de La Torre y le fuese más fácil sorprenderlo en el Campo de la Leña desierto entonces, momento en el que el asesino aprovecharía para dar muerte a Guitian y así poder hacer realidad lo que tantas veces había maquinado en su macabra mente.

Una barba postiza apareció a unos metros del lugar portando un olor a fenicado que pudo demostrarse provenía de un pequeño botiquín compuesto de gasas, ácido fónico, vendas, cloroformo, ungüentos, etc. propiedad del acusado y que hizo suponer que fue utilizada por Cortizo para ocultar su rostro , como así testificaron 2 muchachas pescadoras, María Rivas y Josefa Rivadulla, quienes vieron cerca del lugar de los hechos como el acusado, al que habían visto pasar momentos antes, hacía uso de una barba negra frondosa, según ellas “como de un judío”. Del mismo modo un cuchillo de los que se emplean en operaciones quirúrgicas, apareció al lado del cadáver, reconociendo su hijastra como propiedad de Cortizo.

Durante el juicio el abogado defensor Sr. Ponte pidió que se reconociera la locura de su patrocinado, declarando “esta poco menos que loco”, y alegando que sufría frecuentes acesos de demencia y por tal motivo fue sometido a observación a lo largo de un mes.

Cuando el fallo del juez fue leído, el silencio en la sala era absoluto. La sentencia termina en estos términos:

“Fallamos que debemos condenar y condenamos a José Cortizo Rivas a la pena de muerte que se ejecutará en la forma prevenida por la Ley. Así mismo le condenamos al pago de las costas y a la indemnización a los herederos de D. Ramón Guitian con la cantidad de 5.000 pesetas”.

María Jesús Herrero García

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