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domingo, 11 de julio de 2021

Crónica negra de La Coruña. Cap. 8º. Crimen por un churro

Nueva entrega de la "Crónica negra de La Coruña", original de nuestra buena amiga y colaboradora Mª Jesús Herrero García.

El 21 de mayo de 1915, cuando anochecía, en un estrecho camino que desde el paso a nivel de la Gaiteira con­duce al lugar de la Cúbela, fue asesinado de un balazo en el lado izquier­do del pecho un mucha­cho de dieciocho años, de identidad José López Rivas, conocido más bien por los alias “Gol­fín” o “Chaladero”. Lo mató otro rapaz de la misma edad lla­mado José Iglesias Corral, vendedor ambu­lante de cacahuetes y churros.

Revólver "Velodoc" calibre 7 mm.


Esta es la triste historia de José López Rivas y José Iglesias.

Hacia unos ocho días que José López Rivas había arrebatado a Iglesias Corral, en el mue­lle de Linares Rivas, uno de los churros que llevaba en un cesto colgado al cuello, hu­yendo sin pagárselo.

El día 21 a las seis de la tarde se encontró José Iglesias con el “Golfín” en el corralón de la Gaiteira, acompañado de Eduardo Babío, José García Borrazás alias “Nacho” y Román Garigoitia, todos menores de veinte años y que formaban una pandilla sobradamente conocida de la policía por el sin fin de hurtos que venían cometiendo en el muelle de Li­nares Rivas. Iglesias Corral llevaba en un cesto varios cartuchos de cacahuetes, que vendía a cinco céntimos. “Golfín” se acercó a comprarle uno de ellos, sacando de su bolsillo una moneda de diez céntimos para pagar dicha compra. Iglesias le recor­dó el hurto del churro diciéndole que la “perra” sobrante quedaba para cobrarse del mismo. En ese preciso momento rodearon al vendedor los cua­tro citados individuos y se apoderaron de otros tantos cartuchos de cacahuetes. Iglesias les recriminó para que se los de­volviesen, pero en vez de hacerlo, los muchachos lo apedrearon y huyeron. Parece que todo esto fue presenciado por el con­sumero del muelle allí de servicio.

Iglesias Corral debía llevarle la merien­da a su amo, Agustín Fernández, que vivía en la calle del Lagar nº. 8, el cual tenía un puesto de venta de café en el muelle de Linares Rivas, pero Iglesias se dirigió a su casa, cogió un revólver “velodoc” del calibre siete con sesenta y cinco mm, que cargado con dos proyectiles guardaba en un baúl.

Iglesias volvió a salir en busca del “Golfín” y de los que lo acompañaban. Los halló en el citado corralón, cerca del portalón por donde pasa la vía férrea. Les pidió que le diesen los veinte cénti­mos, importe de los cartuchos de cacahuetes que le habían llevado. Se mofaron de él, burlándose, y engañándolo lo llevaron por la vía férrea, y abandonando ésta, se metieron todos por el mencionado camino que conduce a la Cúbela.

Ya en este lugar, el “Golfín”, sujetando por el hombro izquierdo a Iglesias Corral y rompiéndole la blusa que llevaba puesta, le dijo: “¿Qué queres? Vaite que vas a cobrar de vez!“. Los otros tres “golfos” rodearon al pobre vendedor en actitud amenazadora. Atemorizado, José Iglesias sacó el revól­ver y disparó un tiro a quemarropa contra López Rivas, que seguía sujetándole por el hombro, “Golfín” se tambaleo unos momentos y cayó en el suelo moribundo.

Sus compañeros entonces lo recogieron y en brazos lo llevaron hasta el camino que va de la Cúbela a Monelos, donde volvieron a dejarlo en el suelo. Trataron de hacer que bebiese agua, pero ya había muerto.

Allí permaneció entre ellos José Iglesias Corral, quien al darse cuenta de lo que había hecho rompió a llorar y pedio perdón, diciendo que no había sido su Intención matarlo.

Se reunió allí un buen número de perso­nas, entre ellas el maestro de Instrucción de Primaria, Manuel Pérez Linares. Fue éste quien recogió el revólver y cui­dó de que Iglesias Corral no se fuese, entre­gándolo poco después con el arma al guar­dia de Seguridad Dositeo Castro, que fue el primer agente de la autoridad que se pre­sentó en el lugar del suceso.

Los compañeros del “Golfín” se habían marchado momentos antes. Poco después acudía allí el vigilante de la Policía Sr. Pajares y el Sargento de Se­guridad Sr. Calvo con varios guardias y el Inspector de Vigilancia Sr. Vargas. No tardó en comparecer también en el mismo punto el médico de Oza D. Juan Ro­dríguez Paz, quien certificó que López Rivas era cadáver.

Se personaron también allí el Juez Municipal de Oza y el Juez de Instrucción Sr. Morandeira con el Secretario Sr. Couceiro Vales y el auxiliar D. José Diz. Estos funcionarios estuvieron en la Cú­bela tomando declaraciones hasta las once de la noche.

El cadáver del “Golfín” fue llevado al ce­menterio de Oza para practicarle al día siguiente por la mañana la autopsia.

El autor de la muerte fue ingresado en la cárcel de La Coruña. Sus padres eran la­bradores y vivían con sus otros cuatro hijos en el lu­gar de Presaras, de la comarca de Vilasantar.

Los antecedentes del “Golfín” que había en la Inspección de Vigilancia eran pésimos, nada menos que catorce veces estuvo allí detenido por hurtos, riñas con lesiones, es­cándalo, etc. por los cuales ya había sufrido varios arrestos. Los otros tres sujetos que le acompaña­ban tenían también antecedentes parecidos a los del “Golfín” en el mismo centro de policía.

Defendió al reo el Sr. Juega y actuó como Fiscal Jefe Sr. Pascual. El Tribunal Popular en cuanto oyó el resumen que hizo el Sr. Lecea, se retiró a deliberar, emitiendo veredicto tras media hora de deliberaciones. Se dictó veredicto de inculpabilidad y la sentencia dictaminó la absolución de José Igle­sias.

Mª Jesús Herrero García.

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