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viernes, 27 de marzo de 2020

El caso del "Duende de la plaza del Esparto"

Nuestro buen amigo Manuel Carballal, en su interesantísimo libro “Causa de denuncia. Poltergeist. Intervenciones policiales en supuestas casas embrujadas”, refiere el caso que pasó a la historia con el sobrenombre de “el duende de la plaza del Esparto”, “la casa de los ruidos”, “la casa de los misterios” o incluso, “la casa de tócame roque”. 

Estos hechos acaecieron en el inmueble nº 7 de la plaza del Esparto de Valencia, entre los meses de mayo y julio de 1915 y en su intento de resolución, tomó parte activa la Policía Española. 

Guardias de Seguridad en el portal de la casa donde se produjeron los hechos (internet)

Antes de proseguir, conviene señalar que, a la vista de lo que hemos podido leer sobre estos extraños sucesos, creemos que hay un error de apreciación, toda vez que el grueso de la investigación y de la intervención lo llevaron a cabo, fundamentalmente, efectivos de los Cuerpos de Vigilancia y Seguridad y no de la Guardia Civil como algunos señalan, pese a que este Cuerpo si pudo intervenir, para mantener el orden, en algún momento del desarrollo de los hechos. 

Por lo que sabemos, las primeras manifestaciones de este extraño suceso se produjeron a principios del mes de mayo de 1915, teniendo como escenario el entresuelo del inmueble nº 7 de la plaza del Esparto de Valencia, ocupado por la familia Colomero, integrada por el cabeza de familia, un militar retirado -algunos lo señalan como miembro de la Guardia Civil- y sus dos hijas. 

Desde el principio, esta familia, comenzó a percibir una serie de ruidos extraños, golpes y otros fenómenos, sin explicación aparente, que comenzaron a privarlos del sueño, pese a que los ruidos se producían igualmente en horario diurno. 

Sospechando que los ruidos y golpes podían proceder del piso principal del inmueble, se dirigieron a sus ocupantes para quejarse enérgicamente; sin embargo, pudieron comprobar que no solo aquellos ruidos no procedían de aquel piso ni sus vecinos eran los causantes, sino que ellos también percibían los mismos fenómenos, incluso los que habitaban edificios colindantes. 

Son poder encontrar una explicación razonable a semejantes sucesos, comenzó a dejarse sentir un estado de alarma y temor entre el vecindario y la noticia de aquellos fenómenos extraños se propagó, como reguero de pólvora, por toda Valencia, comenzando a llenarse la zona de curiosos. 

Alertada la prensa por estos hechos, pronto los bautizó como “el duende de esparto”, lo que provocó, al aparecer destacado en sus páginas, que se incrementase la curiosidad de la población. 

Incluso, este hecho trascendió de los límites de la capital levantina y así, el “Heraldo de Madrid”, en su página dos, correspondiente a la edición del 7 de julio, se hace eco de la noticia, titulándola “Duende doméstico”. 

Como quiera que los golpes y ruidos no cesaban, unas veces en forma de golpes secos, y otras, como si de un repiqueteo se tratase, a los que no eran ajenos la vecindad del barrio, se hicieron plegarias por si su causa fuese sobrenatural, provocada por el trasiego terrenal de un alma en pena en demanda de misas. 

A la vista de lo que estaba sucediendo, el Gobernador Civil ordenó, por una parte, al Cuerpo de Vigilancia que abriese una investigación sobre estos hechos, y de otra, al Cuerpo de Seguridad que se desplegase en la citada plaza del Esparto para evitar desórdenes públicos que, pese a todo, comenzaron a sucederse. De hecho, la fuerza pública tuvo que intervenir para impedir que las masas ocupasen una casa limítrofe que se hallaba desocupada o en respuesta a una agresión de la que fue objeto cuando algunos de los reunidos lanzaron piedras sobre ella. 

El día 6 de julio, por orden del Gobernador, se presentaron en el inmueble un importante número de Agentes del Cuerpo de Vigilancia y Guardias de Seguridad, a cuyo frente se encontraban el Jefe de Policía -suponemos que se refiere al Cuerpo de Vigilancia- Oliveras y el Capitán del Cuerpo de Seguridad, José Alicart España, en unión del juez municipal y del arquitecto del Ayuntamiento de Valencia. 

Una vez en el lugar de los hechos, se acordonó la zona, despejándola de curiosos; todos los pisos del edificio fueron ocupados por efectivos policiales e incluso se dispuso de micrófonos para captar los ruidos, además de iniciar una minuciosa inspección ocular en el inmueble, así como diferentes interrogatorios y registros. 

Por medio de esta diligencia, se pudo determinar, de acuerdo con el informe policial, que “A las diez de la noche comenzaron los ruidos. Estos eran más perceptibles en los tabiques ligeros que en las paredes llamadas vulgarmente maestras”. Si bien no se pudo establecer su origen ni su procedencia exacta. 

Por medio de la prensa que, cada día se hacía eco del suceso, el Gobernador Civil, ofreció la explicación oficial “He aquí la causa: Dos camas, un armario que antes no lo era, una pared mediera que divide dos casas, un tabique vibrante, o que debe vibrar. Todo esto produce los ruidos seguramente”. 

Pese a que las concentraciones prosiguieron y que se mantuvo vigilancia policial en la zona, nadie se pudo explicar aquel extraño fenómeno que cesó, de la misma forma que se había iniciado, el 13 de julio, sin que hubiese motivo aparente para ello. 

De resultas de los altercados que se sucedieron entre curiosos y la fuerza pública, resultaron heridos los Guardias de Seguridad Manuel Mullino, Tolsa, Felipe Miño y Manuel Gamón, así como varios de los concentrados. 

Hubo, vox populi, muchas explicaciones para justificar estos sucesos. De una parte, algunos sugirieron que la autoría podía corresponder al dueño del inmueble con el fin de lograr que algún inquilino lo abandonase; de otra, que los sucesos podían tener como móvil la venganza dirigida a un comprador de una casa limítrofe que la había adquirido, a bajo precio, en una subasta; incluso otras más descabelladas como la existencia de una fábrica de moneda falsa o las señales de alguien que se encontraba secuestrado. 

Lo cierto es que, con ocasión del cese de los golpes y ruidos, aquel asunto se cerró definitivamente sin que jamás fuese aclarado. 

Acompañamos a estos comentarios con una fotografía aparecida en la prensa, en la que se observan a varios Guardias de Seguridad, delante del inmueble, vestido con el uniforme veraniego que se había declarado reglamentario en Madrid el año anterior, guerrera y pantalón de lanilla gris, si bien en lugar de usar el casco forrado con tela de piqué blanco, reglamentario en la capital de España, siguen usando la gorra de piqué blanco del uniforme estival anterior y que, en plantillas, pervivió varios años más.

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