De nuevo el diario madrileño "El Globo", en su edición correspondiente al 30 de abril de 1914, publica un interesante artículo en el que fotografía claramente la penosa situación por la que atravesaba el Cuerpo de Seguridad en aquel año.
Este periódico se erigió en claro defensor de los intereses de las Clases del Cuerpo y en numerosas ocasiones denunció publicamemte su triste situación económica y de abandono por parte de la Administración.
Por su interés, reproducimos íntegro el artículo.
"Tenemos a la vista la exposición que las clases e individuos del Cuerpo de Seguridad, de servicio en Barcelona, enviaron hace tiempo á sus compañeros de Madrid al objeto de que las estudiaran y vieran después si procedía solicitar del director general de Seguridad ciertas reformas que beneficiarían notablemente al Cuerpo.
Es un documento digno de estudio y que merece ser aprobado en casi todos sus extremos.
Nosotros iremos tratando éstos poco a poco, seguros de que el Sr. Méndez Alanis ha de acoger nuestras sinceras palabras con simpatía, dado que ellas han de dirigirse a beneficiar el Cuerpo que él con tanto acierto y solicitud dirige.
Va precedida la exposición de que hablamos de un preámbulo que pone de relieve las vicisitudes por que atraviesan los modestos funcionarios del Cuerpo de Seguridad en el desempeño de su importante y comprometido servicio.
No hace falta recurrir a los actos de desorden público para comprender la delicada misión del guardia.
En la labor cotidiana está patente eso mismo, y o hemos de cerrar los ojos a la verdad o habremos de comprender que estos modestos funcionarios necesitan, más que por nada, por equidad, mayar remuneración pecuniaria que la que tienen y que se les aligere de ciertos gravámenes que merman considerablemente su mezquino sueldo.
Por egoísmo, ya que no por otro sentimiento más noble, debemos aliviar la penosa situación de las clases e individuos del Cuerpo de Seguridad; y decimos por egoísmo porque, a poco que consideremos los bienes que nos reportan los servicios de este Cuerpo, la conveniencia propia ha de resallar por sobre todo, y necesariamente hemos de convenir en que, por mucho amor al oficio que los Guardias de Seguridad sientan, no podremos exigirles que trabajen “por amor al arte”. Si estos funcionarios no son remunerados como deben ser no es posible que llenen su cometido con aquel agrado, con aquella satisfacción que origina el no haber de ocuparse de otra cosa que no sea el cumplimiento de la obligación, el no tener que preocuparse del complejo problema de la vida porqué éste esté ya resuelto con un sueldo racional.
Mientras los individuos del Cuerpo de Seguridad vivan sin aquello que es lo más necesario para la vida y les sea necesario vivir a costa de favores y de la indulgencia de muchos, ni el Guardia de Seguridad tendrá nunca la independencia que debiera tener en su acción, ni nunca gozará de la consideración que le es debida.
De esto se siguen varios males: uno, para ellos, cual es el peligro de prevaricación y la nota bufa que sugieren en muchas ocasiones, y otro, la inseguridad para el público, que nunca podría estar garantido como debiera.
Y no hay que decir que, dado aquello a que puedan estar acostumbrados los Guardias —por regla general de clase humilde —, tienen bastante con las 93,73 pesetas al mes que cobran los de Madrid, y 83,33 los de provincias.
Nada tiene que ver el que los Guardias estén acostumbrados a pocas exigencias desde antes de ingresar en el Cuerpo, para deducir que por esto mismo hayan de seguir aguantando penalidades.
Con 93,73 pesetas un hombre que ha de atender a su familia, que ha de presentarse en público convenientemente adecentado, si posible “hecho un figurín”, según frase del actual Director General de Seguridad, no puede vivir. Si se le impone que salve las apariencias, se le condena a sucumbir. No hay medio entre estos dos extremos, por mucho que queramos buscarle.
Y para prueba vaya un estado demostrativo.
El sueldo de los Guardias de Seguridad es, como dijimos, de pesetas 93,75.
Un guardia tiene al mes, salvo pequeño error los siguientes gastos fijos:
Casa, 20 pesetas; luz, 3; combustible, 6; barbería, 1,50; planchado, 1,60; compostura de calzado, 3; descuento para el fondo de vestuario, 1,75; ídem por defunción de algún compañero, 1; gasto extraordinario de tres comidas (por lo menos) hechas fuera de casa, incluyendo sólo la diferencia entre hacerlo en casa y fuera de ella, 1,50; donativo (según costumbre establecida) a la familia de un compañero fallecido (por término medio suponemos dos defunciones), 1; total, 40,35.
Quedan, pues, al Guardia para su manutención y la de toda su familia durante todo el mes 33,40 pesetas, que divididas entre treinta días del mes, resultan 1,78 pesetas diarias, suponiendo que la familia del Guardia se forme del matrimonio y tres hijos (que no es mucho suponer) tocan cada uno de los individuos de la familia a 35 céntimos diarios para manutención, si los números no mienten.
¿Cómo, pues, puede subsistir el Guardia de Seguridad con tan mezquino haber?
Este es el problema. El Guardia, para allegar a su casa lo más necesario para vivir, no le resta otro recurso que buscarse alguna ocupación para las horas en que no presta servicio.
Unos son porteros, repartidores de periódicos, criados, etc.; otros hacen de mozos de cuerda, suben agua a los pisos, etc., y solo así, a fuerza de arrastrarse, dedicándose a ocupaciones que su mismo reglamento les prohíbe, pueden ir haciendo frente a la vida.
El inconveniente de esto salta a la vista. Un individuo que en las horas en que no presta servicio ha de vivir del favor de los demás, no puede ser independiente en las otras horas en que, por razón de su cargo, ha de ejercer la represión.
Consecuencias: las mil y mil deficiencias del servicio y el desprestigio del Cuerpo, porque si en último caso, los Guardias pudieran dedicarse a ocupaciones más honrosas, no serían Objeto muchas veces del público ludibrio; pero no ocurre, no puede ocurrir así, porque carecen de Academias donde se les pudiera instruir y poner en condiciones de servir para otras cosas, y de este modo se les conduce a los más humildes quehaceres de la sociedad.
Señor Director General de Seguridad: por la justicia, por la caridad, por el bien parecer de ese Cuerpo, por el que V.E. tanto se interesa, hagamos algo por estos humildes funcionarios.
Empiécese por hacer que desaparezca ese descuento de 8,25 pesetas mensuales que hasta ahora venían teniendo cuantos sacaban prendas, y quédese reducido a 1,75 pesetas mensuales para todos, saquen o no prendas del almacén.
De este modo se les aliviaría un poco la situación penosa por que atraviesan y se conseguiría de muchos que fueran cuidadosos de la ropa, ya que, según el reglamento, quienes lo fuesen tendrían un fondo disponible que en alguna ocasión les sacaría de algún apuro.
Y que se empiece desde el próximo mes de mayo, al pagarles el sueldo de abril. Después de todo, no pedimos para ellos sino lo que V.E. prometió en enero hacer para esta fecha.
Y con ello se habría hecho un grande favor a los humildes funcionarios de Seguridad, que olvidados se encuentran hace tiempo, y que tan necesitados están y tanto merecen que se les proteja.
Después de escrito el anterior artículo hemos hablado con el inteligente y activo comandante del Cuerpo de Seguridad Sr. Barrachina, y al interesarnos por qué el descuento de 1,73 pesetas mensuales sea un hecho a partir de mayo, nos dijo que, efectivamente, desde este mes regirá este extremo del reglamento, que tanto interesa a los Guardias de Seguridad.
Todos ellos dejarán, pues, 1,75 mensualmente, y sólo aquellos que debieren con anterioridad al 1º de enero del presente año cantidades mayores de 50 pesetas, seguirán con el descuento de 8,25 durante tres meses. Al terminar éstos, si alguno debiera pagar todavía alguna cantidad de consideración, el descuento seguirá, pero a razón de 5 pesetas mensuales sobre la 1,75.
Sial terminar los tres meses, es decir, si en julio todos los guardias hubieren liquidado sus atrasos, todos se regirán por el nuevo reglamento, aun aquellos a quienes aun restase por pagar una cantidad que no excediera de 25 a 30 pesetas, que le serían dispensadas, con tal de que el beneficio alcanzara en una misma fecha al mayor número posible de guardias.
Las prendas de los guardias.
De acuerdo con lo que era una aspiración general en el Cuerpo de Seguridad y que EL GLOBO ha venido sosteniendo, el cubrecabeza será para los Guardias, durante los meses de verano, un casco sin cimera, que tendrá de fieltro solamente la visera y el reborde.
El casco será de una tela engomada, que pesará, por lo tanto, muy poco; irá recubierto de una funda blanca. En derredor del casco llevará una tira blanca, charolada, y en el frente el escudo y el número del guardia.
A cada individuo se le entregarán dos fundas blancas. Para mayor comodidad de los guardias el casco tendrá algunos “respiradores”.
Con esto se llena una de las aspiraciones de estos funcionarios; pero, a nuestro juicio, sería conveniente que la visera fuera de charol en lugar de fieltro. Así se evitaría que la visera, por el constante uso de quitar y ponerse el Guardia el cubrecabeza, perdiera el pelo e imprimiera a toda la prenda una nota de deslucimiento a poco de ser usada".
No hay comentarios:
Publicar un comentario