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lunes, 26 de diciembre de 2016

El Cuerpo de Seguridad en la Zarzuela

Son muchas las Zarzuelas, especialmente las del llamado “Género Chico”, al igual que sucede con las Revistas, en las que, recogiendo las costumbres de Madrid, hacen desfilar por sus actos y cuadros a parejas del Cuerpo de Seguridad, con sus uniformes de finales del siglo XIX, realizando las rondas por los jardines de Recoletos o por las calles y plazas más castizas del viejo Madrid. Se trata, pues, de personajes de casi obligada presencia en estas obras que tanto gustaban a los españoles de aquellos años.



Personajes simpáticos, en la mayoría de los casos, a veces ridiculizados con cierta maldad, que evocan aquella singular forma de vivir en el Madrid de las postrimerías de nuestro impero colonial. Personajes que una veces imponen respeto y otras no tanto pero que, en cualquier caso, forman parte por derecho propio de ese paisaje urbano en el que se amalgaman chulapas, señoritas venidas a menos, castizos, soldados con Ros y uniforme de paño, criadas o galanes cursis que pretenden a la dama de sus sueños, teniendo como fondo las más castizas verbenas animadas por los deliciosos organillos.

Páginas inolvidables de nuestra Zarzuela que tantas veces nos han emocionado y en las que el viejo Cuerpo de Seguridad tiene su espacio como integrante de esa sociedad que la obra retrata.

Federico Chueca con dos Guardias de Seguridad en la Pradera del Santo en 1907 (foto tomada de internet)

Por ello, nos hemos permitido, aunque de forma bastante somera, evocar algunas de esas páginas zarzueleras como homenaje a aquellos Guardias de Seguridad que, cubiertos con sus teresianas, recorrían en infatigable ronda las calles y plazas de un Madrid con aires provincianos. 

Se trata, tal vez, de las obras más conocidas, muchas de ellas repuestas miles de veces en casi todos los teatros de España, aunque también alguna se nos antoja poco conocida y por eso la hemos traído a estas páginas del trabajo.

Sería tarea casi interminable referir la totalidad de las obras – Zarzuelas y Revistas - en las que los de Seguridad se convierten en protagonistas, aunque sea de segundo orden, de sus argumentos; baste señalar que se trata, junto a los serenos, de unos de los personajes más socorridos y de más frecuente aparición en estos géneros teatrales. 

Pese a todo hemos querido rescatar de alguna de esas partituras y libretos aquellos pasajes más famosos donde los Guardias de Seguridad cobran protagonismo; para ello hagamos un breve recorrido por algunas de las más famosas Zarzuelas de nuestro elenco lírico.

La Gran Vía

Zarzuela en un acto y cinco cuadros original de Felipe Pérez González y música de Federico Chueca y Joaquín Valverde. Fue estrenada en Madrid en 1886 y su argumento, típicamente madrileño, no es otro que el proyecto de abrir una gran avenida capaz de unir el este y el oeste de la Capital para descongestionar el centro; un proyecto de 1862 que finalmente vería la luz en 1910 cuando comenzaron las obras de la gran arteria madrileña.

En el simpático cuadro de los “ratas”, unos raterillos de poca monta, aparecen dos Guardias de Seguridad que tratan de detener al trío de personajes logrando estos, finalmente, con una burda estratagema eludir la detención.

Sin embargo quizás el número más destacado de esta Zarzuela por lo que respecta a su relación con el Cuerpo de Seguridad es el “Vals del Policía” que interpreta un Guardia de aspecto bobalicón, junto al coro y otros personajes, y cuyo texto reproducimos íntegramente por tratarse de un número que no siempre se representa dentro del contexto de la obra, ni siquiera en la discografía, por estar durante largo tiempo prohibida su interpretación al considerarla ofensiva para el Cuerpo de Seguridad.

"Soy salvaguardia de la sociedad 
soy policía de seguridad, 
un polizonte por este “coté” 
y por aquí ya lo ve usté. 
Con esta mano sostengo el bastón 
con esta el sable que no es de latón. 
y si me encuentro cualquier criminal 
yo nunca sé qué mano echar 
¡han robado a Gil!, 
¡han herido a Juan! 
¡y a mí me han pegao 
cuatro bofetás! 
¡Bueno está el país! 
ya lo sé 
¡qué seguro está! 
¡con la policía de seguridad! 
Todo se halla en paz 
en la población 
y si alguien se queja 
no tiene razón 
Porque debe haber 
gran tranquilidad 
con la policía de seguridad. 
Si hoy se me escapa un pillastre ladrón 
o si no doy con un tuno gandul 
es porque no tengo a mano un cañón, 
como el que tuvo el señor Barba Azul. 
Más si algún día lo llego a tener, 
y es un proyecto del cual voy en pos, 
en cuanto yo empiece a cañonazos, 
¡apaga y vamonós! 
¡Qué singular 
innovación! 
¡Cuánto le cuesta esto 
a la pobre Nación! 
Con tanto hablar 
y tanto hacer, 
guasa viva 
es lo que trae el gaché. 
¡Qué barbaridad! 
¡Qué barbaridiz! 
¡Válgame San Pedro 
como está Madriz! 
Pues ya vera ustez 
a la sociedaz... 
Que no está segura 
con seguridaz. 
Es salvaguardia de la sociedad 
es policía de seguridad, 
un polizonte por ese “coté” 
y por aquí lo que se ve. 
Con una mano sostiene el bastón, 
con la otra el sable que no es de latón; 
aunque resulta que luego no es na 
ni por allí 
ni por allá. 
¡Polizonte de mi chic 
no se encuentra ni en París! 
¡Ando, corro, vengo, voy 
ni un solo momento tranquilo me estoy!
¡Y con tanto correr nunca a tiempo llegó!

La Chulapona

Zarzuela en tres actos original de Federico Moreno Torroba que fue estrenada en Madrid en 1934.

Pese a que fue estrenada tardíamente recoge todos los personajes castizos del Madrid de 1883, entre los que no falta la pareja de Guardias de Seguridad, con su teresiana y sable, que aparecen en diferentes momentos de la obra.

La protagonista, Manuela, hermosa y castiza mujer propietaria de un taller de plancha, en el chotis “No se puede dar un paso” del acto I, refiere los muchos requiebros y piropos que le dedican los hombres al verla pasar, entre ellos uno al que responde de forma airada lo que motiva la intervención de un Guardia que trata de mediar en la disputa y al que Manuela responde: “como soy chulapona de los madriles no me asustan los guindas ni los civiles…”, en alusión, de un lado, al mote popular por el que se conocía al Cuerpo de Seguridad y, de otro, a la Guardia Civil. 

En ese mismo número, las oficialas del taller le reprenden su contestación al Guardia advirtiéndole que “… el mejor día da con sus huesos en la delega”, otro giro popular para referir las Delegaciones de Orden Público de la época.

La Verbena de la Paloma

Sainete lírico en un acto que constituye una de las obras cumbres del llamado “género chico”. Se estrenó en Madrid en 1884 con letra de Ricardo Fernández de la Vega y música de Tomás Bretón.

La obra refleja las costumbres del viejo Madrid de corralas y verbenas entre las que destaca la de la Paloma. Un argumento de enredo amoroso a cuya trama se suma una pareja de Guardias de Seguridad que hacen su ronda nocturna acompañando a un sereno y terminan conduciendo a la Prevención a la tía de la protagonista. La obra concluye con la intervención de D. Andrés, Inspector del Cuerpo de Vigilancia, que pone orden entre la concurrencia e invita a todos “a no armar otro escándalo en la Verbena de la Paloma”.

Representación de "Agua, azucarillos y aguardiente". El uniforme que presenta la pareja de Guardias es de fantasía (foto tomada de internet)

Agua, azucarillos y aguardiente

Esta inmortal obra, cuyo libreto es de Ramos Carrión con música de Federico Chueca, se estrenó en Madrid la noche de San Juan, 23 de junio, de 1897 y refleja la vida del Madrid de aquellos años. Nació como obra para representar aquel verano, una de aquellas, sin pretensiones, que se conocían como “pasillo veraniego”, resultando a la postre una de las más famosas y conocidas de nuestra Zarzuela.

La obra presenta los jardines de Recoletos en los que confluyen criadas, señoritas venidas a menos, soldados, chulapos, picadores, manolas, aguadoras y como no dos Guardias de Seguridad que hacen su ronda nocturna en las vísperas de la verbena de San Lorenzo.

Poco antes del final de la obra, Pepa y Manuela, la una propietaria de un puesto de refrescos en Recoletos y la otra una aguadora que frecuenta los jardines, mantienen una airada discusión en la que una ellas echa en cara la otra haber sido conducida alguna vez a la calle de Quiñones, en clara alusión a la cárcel de mujeres de Madrid.

En definitiva una obra con aires costumbristas en la que de nuevo aparecen referencias a la Policía y la imagen estereotipada de la pareja de Seguridad.

El Señor Joaquín

Estrenada en Madrid el 18 de febrero de 1898, esta comedia lírica es original del Maestro Fernández Caballero y del libretista Julián Romea; su estreno tuvo lugar en el madrileño Teatro de la Zarzuela.

La obra está ambientada en el Madrid de finales del XIX poco antes del día de San Joaquín, fecha en la que se celebra una de las más famosas verbenas de la Capital.

En su escena segunda, una calle frente a la tienda del Sr. Joaquín protagonista de la obra, se ve poblada de vendedores que ofrecen sus productos y mendigos ciegos que interpretan el Chotis de los Ciegos antes de comenzar a cantar las Coplas que no son otra cosa que una crítica cantada a las Autoridades de la ciudad.

En este ambiente entra en escena un Guardia de Seguridad que desaloja la calle invitando a disolverse a toda la concurrencia lo que acatan los allí reunidos.

La obra tuvo un notable éxito en su estreno y fue repuesta en numerosas ocasiones, si bien en la actualidad no frecuenta ya los carteles zarzuelísticos dejando hace tiempo de representarse.

El Bateo

Otro clásico del género chico con música del maestro Federico Chueca y libreto de Antonio Paso y Antonio Domínguez, fue estrenada el 7 de noviembre de 1901 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.

La acción transcurre en el madrileño y castizo barrio de Lavapies que se prepara para el bautizo de un niño, hijo natural de Nieves, uno de los personajes de la obra.

En este ambiente costumbrista, dentro del cuadro que representa el acto del bautismo del menor es frecuente que aparezcan dos Guardias de Seguridad que asisten a la ceremonia. En las últimas reposiciones de esta obra donde ya no prima tanto el concepto del vestuario como en otro tiempo estos personajes desaparecen de escena.

El Santo de la Isidra

Otra obra costumbrista madrileña en la que aparece, en algunas ocasiones, una pareja de Guardias de Seguridad que en otras representaciones son sustituidos por una pareja de soldados tocados con el característico Ros.

La obra, original del alicantino Tomás López Torregrosa, con libreto del también alicantino e insigne dramaturgo Carlos Arniches, fue estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el 19 de febrero de 1898 con éxito relativo, si bien a finales de ese mismo mes ya había granjeado una gran aceptación compartiendo cartel, en innumerables ocasiones, con obras de tanta fama como La Revoltosa.

El amigo Melquíades

Obra original de los maestros Serrano y Valverde, con libreto de Carlos Arniches, fue estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el 14 de mayo de 1914. La acción trascurre en el Madrid de 1911 en un ambiente de “dimes y diretes” amorosos entre parejas.

Dentro de este ambiente se desarrolla una escena, que recoge un concurso de baile con premios organizado por uno de los protagonistas, en la que aparece una pareja del Cuerpo de Seguridad en funciones de ronda de vigilancia. 

El año pasado por agua

Mención aparte merece esta obra original de Ricardo Fernández de la Vega con música de los maestros Valverde y Chueca que se estrenó en Madrid en 1889, recordando el año anterior, 1888, que pasará a la historia como uno de los más lluviosos que se recuerdan, recogiendo un 40% más de lluvia de lo que se considera normal actualmente, de ahí el título de la obra.

Uno de los personajes es un Guardia Municipal, mariano, que junto al Año Nuevo y al dios Neptuno, salido de su fuente del Paseo del Prado, nos guían a través de la trama. 

No se trata por tanto este personaje de un Guardia de Seguridad, sin embargo, en diciembre de 1987 fue repuesta en el Teatro Lírico Nacional “La Zarzuela” y para aquella ocasión, Mariano, vistió con el uniforme del Cuerpo de Seguridad del Reglamento de 1920, algo que indica no solo la falta de rigor en muchas de las representaciones tanto de zarzuela como de teatro, incluso en cine, que se ponen en escena, sino también esa constante confusión de Cuerpos que, por desconocimiento, aun se mantiene en la sociedad actual. 

La Chipén

Obra de un acto y dos cuadros, original de los libretistas Félix Limendoux y Ricardo Monasterio, con música del maestro Amadeo Vives. La obra fue estrenada en el Teatro Cómico de Madrid.

El argumento se centra en la llegada a las costas de un país salvaje de la goleta “La Chipén” a bordo de la cual viajan las muestras más representativas de la civilización moderna: la política, el periodismo, la clerofobia, etc. que tratan de convencer al Rey de aquel país para que lo convierta en una corte a estilo europeo.

En alguna de sus escenas aparece, como no, la pareja del Cuerpo de Seguridad acompañando al sereno quienes deleitan al público con alguna frase ocurrente.

Una verbena de Madrid (foto tomada de internet)

El Oso Muerto

Pese a no tratarse de una zarzuela, sus autores, Ramos Carrión y Vital Aza, constituyen la pareja de libretistas más conocidos en el mundo de la zarzuela de finales del XIX, motivo por el cual esta comedia en dos actos, estrenada en el Teatro Lara de Madrid, el 17 de noviembre de 1891, merece ocupar espacio en este apartado.

En la obra, en una de las últimas escenas, aparecen dos Guardias de Seguridad junto con un sereno acompañando a un joven que, momentos antes, se había descolgado por el balcón de la casa tratando de huir del enredo amoroso de la trama de obra.

La presencia de Guardias de Seguridad en los argumentos de las obras de estos comediógrafos en una constante, no hay que olvidar que son autores, por ejemplo, de zarzuelas como “Agua, azucarillos y aguardiente”, donde, como hemos dicho, una pareja de Seguridad adquiere relevante protagonismo en una de sus escenas. 

Podríamos seguir buscando y rebuscando más zarzuelas o revistas en las que los Guardias de Seguridad protagonizan alguna de sus escenas, sin embargo creemos que la muestra es más que suficiente y baste insistir en que, junto con los serenos, son los personajes que de forma más asidua concurren a los argumentos de estas obras inmortales.

El Cuerpo de Seguridad en el Reinado de Alfonso XIII (1908-1931). Mismo autor.

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