sábado, 3 de mayo de 2025

Editorial de "Emblema" de mayo

Del boletín "Emblema", correspondiente al mes de mayo, tomamos su editorial.

Sí hay una página en nuestra historia reciente que los españoles no deberíamos olvidar es la protagonizada por el pueblo de Madrid el 2 de mayo de 1808. Una gesta que, por su significado y consecuencias, todos deberíamos conocer más allá de la somera explicación que puedan darnos visionando las obras que sobre este tema nos legaron los pinceles del inmortal Francisco de Goya.

Aquella memorable jornada fue la respuesta del pueblo, especialmente el llamado liso y llano, ante una situación de injusticia y alarma nacional provocada por la invasión, artera y solapada, del Ejército imperial del sátrapa Napoleón y por el hecho de pretender imponernos un modelo y una forma de vida del todo ajenos a nuestro sentir.

En este caso no podemos aducir a que fueron nuestros Ejércitos los que dieron respuesta a la grave situación que atravesaba España, al contario, fue el pueblo quien empuñó las armas para defender el honor y la dignidad de la Patria.

No deberíamos pasar por alto el hecho de que, el Capitán General de Madrid, Francisco Xavier Negrete, ordenó el acuartelamiento de todas las fuerzas de la guarnición en evitación de que participasen en el levantamiento, dando la espalda al sentir del pueblo madrileño.

Fueron unos Oficiales, los Capitanes de Artillería Luis Daoiz y Pedro Velarde, junto al Teniente de Infantería Jacinto Ruiz, además de otros compañeros de armas cuyos nombres han caído en el olvido, los que, considerando que el honor estaba por encima de la disciplina, decidieron levantarse contra el opresor, apoyando al pueblo en la gloriosa gesta del Parque de Monteleón.

Sin duda, aquel 2 de mayo, fue una jornada heroica en la que el pueblo se echó a las calles sin importarle las consecuencias que tal acción podría aparejar, incluso la de perder la vida, como así sucedió en muchos casos.

Hombres y mujeres, jóvenes y mayores, de casi todas las clases sociales, empuñando las viejas armas que guardaban en sus casas o cualquier cuchillo de cocina, abandonaron sus casas para defender el honor de España a sabiendas de que muchos no regresarían jamás.

Sin embargo, aquel heroico gesto no resultó baldío y, en todas las partes de España, unos y otros, se levantaron contra el opresor francés, escribiendo, a lo largo de los siguientes seis años (1808-1814), otra de las páginas más heroicas de nuestra historia reciente: la Guerra de la Independencia que culminó cuando invadimos Francia en persecución del ejército napoleónico que huía derrotado.

Durante años, el 2 de mayo se recordó como una fecha histórica, una fecha de reafirmación nacional y todos, o por lo menos la mayoría, sabíamos de su significado al conocer, por haberlos estudiado, los acontecimientos que se desarrollaron en aquella fecha histórica.

Probablemente, hoy, una buena parte de los integrantes de las nuevas generaciones desconozcan no solo aquella gesta, sino también la identidad de sus protagonistas y los nombres de Daoiz, Velarde, Ruiz, Manuela Malasaña o Clara del Rey, ni tan siquiera les suene más allá de por dar nombre a alguna de las calles de nuestras ciudades, especialmente Madrid.

En su día, cuando nació el llamado Estado de las Autonomías, la de Madrid decidió fijar esta fecha como fiesta de su Comunidad, celebrando un conglomerado de actos de carácter cultural y popular en las distintas localidades que la integran, especialmente en su Capital.

Una decisión muy acertada por cuanto de significado tiene al poner en valor el heroísmo de sus habitantes como ejemplo para las generaciones venideras.

La celebración, además de otras actividades, incluía la celebración de una parada en la que intervenían efectivos del Regimiento de Artillería Antiaérea nº 71, heredero de las gestas artilleras de aquella memorable jornada, así como otros de la Policía Nacional, Guardia Civil y Policía Municipal, lo que provocaba que el pueblo madrileño y los forasteros que visitan la Capital se volcasen en la Puerta del Sol, uno de los escenarios de aquella heroica jornada, para vibrar con el sentimiento de reafirmación patriótica del acto.

Hoy, desgraciadamente, ese afán perverso de destruir la Nación y de eliminar aquellas gestas de nuestra historia que sirven para fortalecer nuestro espíritu de pueblo, también ha alcanzado a esta histórica fecha y la parada de la que hemos hablado no se va a celebrar, pues así lo han determinado las Autoridades del Estado. Una decisión que pone de manifiesto la degradación en la que nos encontramos.

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