Del boletín "Emblema" de abril tomamos la segunda parte de este interesante artículo de nuestro amigo y compañero el Comisario Pral. José Piris Perpén.
Casas Viejas
Muñoz Grandes heredó por desgracia, las repercusiones de los trágicos sucesos de Casas Viejas (Cádiz). «En los sucesos de Casas Viejas se vieron implicados varios oficiales de asalto, las órdenes que llevan los guardias proceden directamente de Gobernación, probablemente de la Subsecretaría, y de la Dirección General de Seguridad. Al parecer eran severas, pero resulta difícil creer que lo fueran tanto».
La oposición intentó culpar a Azaña de lo ocurrido, ya que Rojas y otros oficiales de asalto insistían en que el director general le había ordenado que no quería «ni prisioneros ni heridos», mientras que un oficial destinado en el Estado Mayor del Ministerio de la Guerra aseguró haber recibido órdenes directas de Azaña con las siguientes palabras: «Ni prisioneros ni heridos. Tiros a la barriga».
El capitán Rojas fue finalmente condenado en marzo de 1934 a veintiún años de cárcel.
La Revolución de Asturias.
Las tensiones en la calle durante los primeros meses de 1934 eran ya muy grandes. El 29 de marzo Muñoz Grandes dio una «Orden de la Inspección General del Cuerpo de Seguridad» como consecuencia de los numerosos asesinatos de civiles y de agentes del orden a manos de anarquistas y socialistas que estaban ocurriendo: ordenó que las parejas de guardias fueran lo suficientemente separados para poder protegerse mutuamente y evitar el asesinato de ambos agentes por medio de bombas; indicó que se tomaran las mismas medidas en escuadra, pelotón y unidades superiores; y que las armas se portaran con el seguro puesto y cargadas, llevándolas en la mano cuando los agentes fuesen en los vehículos para poder bajar rápidamente y repeler las agresiones.
Los socialistas habían perdido las elecciones y con ello la dictadura del proletariado. Y cuando la mayoría conservadora quiso hacer valer su legitimidad democrática se le respondió con el levantamiento de Asturias, con lo cual se pusieron de manifiesto los verdaderos y antidemocráticos propósitos de los socialistas españoles, quienes aspiraban, junto con los sindicatos, a obtener el poder por cualquier precio.
La formación del gabinete de Lerroux fue la señal para que la UGT decretara la huelga general y estallaran alzamientos armados en Barcelona y Asturias. Su objetivo consistía en terminar con el Gobierno legal de centro derecha republicano en España e implantar un nuevo régimen de corte revolucionario claramente inspirado en la Unión Soviética. La huelga general y el levantamiento armado fracasó en Barcelona.
En la Asturias minera la insurrección armada resultó algo totalmente distinto. Socialistas, comunistas y anarcosindicalistas se unieron, más o menos, para llevar adelante la primera gran revolución proletaria de la historia de España. Cuarteles de la Guardia Civil, comisarías y establecimientos militares fueron asaltados con determinación por mineros, obreros y campesinos. Con la salvedad de Oviedo, todo el distrito minero asturiano quedó bajo el control de los revolucionarios. Al comienzo de la revuelta los mineros volaron todo lo que encontraron a su paso y asesinaron a unas 40 personas, sin contar los numerosos muertos en combate.
Las Guardia Civil, Asalto y Ejército, fueron cogidas por sorpresa y se vieron, lógicamente, rebasadas por los acontecimientos.
Como consecuencia de la violencia de los combates, la Guardia de Asalto pagó un elevado precio en bajas y material.
Recordaremos que el Comandante Silva sufrió la amputación del pie y la pierna como consecuencia de los combates en los que tuvo que participar durante la Revolución de Asturias. Los Guardias de Asalto sufrieron más de cien bajas y la pérdida de siete de sus camionetas durante la insurrección.
De todos los hechos de armas en los que participaron los hombres de Muñoz Grandes, entre esos tenebrosos días, destaca la operación de socorro encabezada por el teniente Ramos y sus guardias de asalto para auxiliar el cuartel de la Guardia Civil de Sama. En su intento para llegar a socorrer a los guardias civiles la patrulla de Ramos perdió a 16 hombres.
De las fuerzas que mandaba Ramos, sólo quedaron cuatro Guardias que, como su Teniente, estaban heridos. Heridos como estaban, se aproximan como pueden al cuartel, disparando y protegiendo la salida de los pocos números que dentro del cuartel, rodeados de cadáveres de compañeros, defiende el edificio con el capitán de la Guardia Civil Alonso Nart. El Teniente Ramos, con sus cuatro guardias como él heridos, descubren el acumulamiento de la dinamita que se está haciendo detrás del cuartel y concentra en ella sus disparos. La dinamita explota y alcanza a una veintena de revolucionarios. El teniente Ramos da a sus hombres las últimas instrucciones: «No podemos salvarnos ni hay que pensar en ello. Pero hay que pensar, hijos míos, en defender a España mientras alentemos, librándola del mayor número de enemigos que nos sea posible..,».
Murieron todos menos un Guardia que milagrosamente logró salvarse. Muñoz Grandes pidió la Laureada para Ramos.
Como había apuntado el Tte. Col a su DGS, antes de comenzar la Revolución de Asturias sobre sus guardias: “Ojalá no haya necesidad de utilizarlos. Ya verá usted qué bien que responden y actúan”.
Mentiras Vertidas contra Muñoz Grandes como conspirador y partícipe en el Golpe en Madrid:
Durante los días de inquietud que precedieron a la aprobación de la Ley de Amnistía (para los hombres de la Dictadura y los participantes en la Sanjurjada), corrieron voces de que jefes del Ejército, entre ellos el Teniente Coronel Agustín Muñoz Grandes, proyectaban secuestrar a Alcalá Zamora e imponer una dictadura con Lerroux, y de que dirigía el proyecto el ministro de Gobernación Salazar Alonso
El Diario la La Voz publico lo siguiente:
«El general González Carrasco tenía la misión de secuestrar al presidente de la República, cuyo domicilio particular quedaría sitiado por los Guardias de Asalto, con su jefe el teniente coronel Muñoz Grandes al frente. En el complot estaban implicados Lerroux y el ministro de la Gobernación».
Sí que es cierto que hubo actividades clandestinas llevadas a cabo por varios Guardias de Asalto a favor del golpe de Estado de 1934. El grupo de conspiradores de Madrid estaban destinados: uno en la sede del cuartel de Pontejos, dentro del Ministerio de la Gobernación; el otro, en el cuartel de la Guindalera. Entre los comprometidos para la insurrección y su liderazgo, que se sepa, estaban implicados los Tenientes Moreno y Castillo, el Cabo Colón, los Guardias Matesanz, Rey y Ferrete. Los revolucionarios habían ordenado al grupo de Guardias de Asalto comprometidos en el golpe de Estado socialista de 1934 que debían ser apoyados por un «compañía especial» de milicianos, con los que debían coordinarse y colaborar.
Entre los contactos que mantuvieron los golpistas para preparar su insurrección, estos tuvieron la entrevista «más serias y peligrosas» con el jefe de la Fuerza de Asalto, Muñoz Grandes:
Varios de los miembros de asalto que lideraban la insurrección en Madrid, alardeaban de la «buena disposición del Teniente Coronel Muñoz Grandes». El Tte. Col para otros de los miembros del grupo conspirador, era un oficial reaccionario que no se explicaba cómo estaba al frente de los Guardias de Asalto. Para ellos era sospechoso. Los que tenían una opinión contraria insistían en manifestarse en su favor.
Muñoz Grandes rechaza una reunión formal y propone una cita informal, (entre compañeros de armas), con los golpistas en una Cafetería de Madrid. A la hora de la cita allí estaba el Tte. Col con otro Oficial y los Guardias golpistas Matesanz y Colón. La reunión transcurrió en la barra, un poco apartados, tomándose unas callas de cerveza. Se comentó en la charla de aproximadamente una hora; que la situación política nacional era preocupante y confusa en aquellos momentos; la opinión pública estaba sensibilizada y en todo el ámbito nacional se respiraba inquietud y la preocupación del golpe de Estado.
El Teniente Coronel escucha los parlamentos, se encuentra relajado, muy afable, pero pensativo, de una cierta seriedad y mirada inquisidora. Después de la presentación, uno no sabía por dónde empezar. Los golpistas se mostraban cohibidos ante su Jefe Superior. ¿Por dónde empezar? «¿Qué me dice, mi Teniente Coronel, de la actual situación...?. El Tte. Col nos dio pie para una conversación de tipo general, diplomática, que nos permitió indirectamente explicar la posición de la clase obrera en defensa de la República. Escuchaba atentamente.
El Teniente Coronel hizo hincapié de que la situación social, con sus huelgas generalizadas, con los conflictos de orden público que se desarrollaban por todo el país, determinados por la agitación y la demagogia, no contribuían a la consolidación de la República; que esos hechos caóticos la ponían en peligro. Cortó la conversación al controlar la hora que marcaba el reloj. Se despidió en tono afable con un: “Encantado de vernos”.
Nunca se celebró una segunda entrevista.
Las conspiraciones continuaron ejerciendo presión y provocando algaradas callejeras y desordenes públicos, pero los Guardias de Asalto permanecieron fieles a sus mandos y al legítimo Gobierno de la República. Sólo Muñoz Grandes conocía el verdadero motivo que lo llevó a reunirse con los golpistas. En Madrid la Revolución de Octubre no tuvo verdadera trascendencia, logrando ser neutralizada por las Fuerzas del Orden y el Ejército.
El Cese como responsable de la Fuerza de Asalto.
Después de estos sucesos Muñoz Grandes continuó como jefe del Cuerpo de Seguridad hasta el 31 de mayo de 1935. Fue sustituido por el Teniente Coronel de Ingenieros Rafael Fernández López.
En los Círculos y Reuniones de Madrid, los grupos de tertulianos, comentan la situación del relevo de Muñoz Grandes;
“ Me han dicho que Muñoz Grandes deja a los de Asalto. ¿Qué pasa? Si hace eso, cuenta con que se pierde en ese Cuerpo todo lo que de bueno y garantizador tenía.
Agustín se va por algo de eso. Le han minado el terreno. No le dejan proceder como él acostumbra, con rigor justiciero en la selección y se le está maleando la gente. Cree, y no le falta razón, que camina a un fracaso, y se va.
Pero, es una lástima. ¡Después de la labor hecha. Sí, es una lástima. Como tantas otras cosas. Pero esto no tiene remedio. Pesa sobre el cuerpo un vicio de origen. La procedencia de sus constituyentes no es la que debería ser.
En el boletín n.º 17 de ¡Presente!, editado en Madrid el 1 de junio de 1935, en el artículo titulado “Muñoz Grandes se ha ido”:
Muñoz Grandes se ha ido de Seguridad, porque quienes le han tratado y le vieron defectos, no han sabido o querido captar sus virtudes. De otra suerte, Muñoz Grandes hubiera quedado en su puesto, aprovechando de él su apoliticismo y sus dotes singulares de mando e inteligencia como una institución de la seguridad del Estado, perfectamente amparada por la Gaceta y tan consagrado su prestigio como lo está en el Ejército, donde se le conoce un poco más.
Se ha dicho de él que era absorbente, que no quería compartir con nadie la función de destinar o trasladar al personal de Seguridad. Aunque no era así en absoluto. Porque atendía toda orden o indicación prudente, estaba obligado a ello para poder ser justo y conservar inalterables las normas de procedimiento, que son base esencial de la eficacia y disciplina de una corporación de 20.000 hombres, de la cual es responsable.
Muñoz Grandes regateaba fuerza a los gobernadores; desdeñaba la influencia política. En efecto, cuando se convenció de que éstos pedían refuerzos por cualquier motivo alarmista y que las dietas agotaban los créditos presupuestados sin justificación, hubo de solicitar la restricción de tal abuso, teniendo en cuenta además que los gobernadores no tienen capacidad técnica para conocer el rendimiento que da una unidad bien instruida, ni tacto para prevenir su distribución y desplazamiento.
En cuanto a sustraerse a la influencia política, pensaba con excelente acuerdo que la función del mando interno de un Cuerpo no puede estar diluida entre cincuenta señores, inclinados siempre al favoritismo, con criterios dispares, que hacen de la organización una torre de Babel o un sistema de injusticia.
Se dice falazmente que Muñoz Grandes era ambicioso; que había confeccionado un proyecto de Reglamento para ascender en pocos años a general». Los que han esgrimido esta calumnia infame, injurian sin conocerlo a uno de los hombres más desinteresados, modestos, dignos e inteligentes de España. Todos los ponentes de aquel Reglamento, que fueron muchos; saben que comenzó la orientación del trabajo sin pensar en la formación del Cuerpo; que se trató de reglar las obligaciones y derechos de la corporación con total ausencia de la oficialidad y con la vista fija exclusivamente puesta en lograr para las clases más mejoras en su porvenir, equivalentes a las que desde tantos años vienen disfrutando los institutos de la Guardia Civil y Carabineros. Más como quiera que estas aspiraciones no encontraban cauce adecuado en la legislación civil, porque ésta carece de autoridad para reconocer el 50 por 100 de oficiales que se daban a la procedencia del Cuerpo, categorías que sólo competen al Ejército, es por lo que se pensó en la militarización, habida cuenta de que su homogeneidad había de favorecer en todos sus aspectos la organización, falta de una estabilización de oficiales y de una cabeza propia que formara parte de un todo orgánico. El propio jefe del Gobierno, Sr. Lerroux, tan propicio siempre al bien, no solamente prometió públicamente que haría a este Cuerpo, sino que lo dotaría de bandera. Y por el delito de haber señalado una plantilla de un general y 37 jefes para 20.000 hombres (la Guardia Civil tiene 230 para 30.000), se levantó ese vendaval de insensatez contra un hombre que tiene treinta y ocho años y llegará a los más altos puestos del Ejército por sus pasos contados, que ha renunciado a muchas cosas y que va tirando de su cuerpo desmembrado por las balas, con el espíritu, ¡oh envidia humana!
El Cuerpo no puede olvidar al Teniente Coronel Muñoz Grandes, todo comprensión y generosidad, no se apartó un momento de su puesto en las ocasiones de peligro, pendiente de servicio, de sus necesidades, del riesgo, para reforzar tal o cual puesto, abarcando con su celosa inspección los menores detalles, incluso de las familias de los guardias, levantando el espíritu de los mutilados y heridos con su presencia y solicitud; todo lo cual ha creado lazos indestructibles de afecto, precioso capítulo de la brillante historia del Cuerpo que hubiera sido conveniente recoger y ensalzar, en lugar de darlo al olvido.
La baja de tan benemérito jefe ha herido al Cuerpo en su espíritu y se ha malogrado posiblemente la ocasión de formar esa institución homogénea de orden público sana y fuerte, que desde hace más de un siglo viene intentando en vano organizar España. El bizarro militar que por su propio deseo nos abandona ha marcado una orientación sana.
Su paso por el Ministerio de Gobernación le había acreditado como un mando eficiente y querido por sus oficiales y guardias. Las fuerzas a sus órdenes le querían, le respetaban. Había sabido llevar un fuerte espíritu de disciplina y de abnegación a esos hombres que cada día nos ofrecían un ejemplo de cuánto vale una dirección acertada».
¿Qué llevó a Lerroux, después de haber confiado en Muñoz Grandes durante año y medio, a cesarle? Sin lugar a dudas, el hecho de que su nombre sonara siempre como uno de los militares, de los muchos militares «facciosos», que conspiraban contra la joven República, le hacía especialmente temible al encontrarse al mando de los Guardias de Asalto, que parecían estar dispuestos a obedecerle bajo cualquier circunstancia. Esto le convertía en un golpista, real o ficticio, verdaderamente peligroso.
Los tiempos que el Tte Col Muñoz Grandes fue Jefe de la FA, no era novedad ninguna en las acciones violentas de los revolucionarios, aparentar movimientos de defensa del régimen. Al grito de ¡Viva el Rey en peligro!, se han producido motines contra los reyes una vez enfervorizada la masa. Al grito de ¡Viva la República traicionada!, podían producirse efectos semejantes. La huelga general como pretexto de defender la República contra sus «enemigos», era un anuncio constante de desordenes. LA sociedad Española se encaminaba a un fracaso total en su convivencia pacífica; el terror que sentía la población era continuo y diario: “ El principio de autoridad se había perdido”.
Esa táctica tenía manifestaciones pueriles pero peligrosas. Constantemente se circulaban órdenes a las agrupaciones republicanas y socialistas, para que estuvieran preparadas sus huestes contra un golpe de Estado que cada vez atribuían a un político de derechas.
Colofón:
A los tres meses de dejar el mando de la Guardia de Asalto, Muñoz Grandes se Reincorpora al Ejército. El 13 de septiembre de 1935 es destinado a las órdenes del Auditor de Guerra de la 8.ª División en la plaza de Gijón. Unos pocos días después, el 25 de septiembre, es destinado al Regimiento Galicia n.º 19, continuando de comisión en Asturias. Muñoz Grandes quiere, necesita, volver a África para alejarse de las intrigas y tensiones de la vida en la metrópoli.
Para el Teniente General D. Agustín Muñoz-Grandes Galilea, figura el siguiente epitafio funerario, que bien podría servir para su digno padre el Jefe de la Fuerza de Asalto D. Agustín Muñoz Grandes, Jefe de la Fuerza de Asalto:
“Que los caminos, Agustín, se allanen a tus pies.
Que el viento sople siempre a tu espalda.
Que el sol brille templado en tu viaje sobre tu rostro.
Que tu amor a España, tu honestidad y decencia, te guíen hasta la luz.
Que la Virgen del Pilar, al verte, te sonría.
Y que Dios te sostenga siempre y para siempre con su mano protectora”.
José Piris Perpén.
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