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lunes, 3 de julio de 2023

Prolegómenos del magnicidio de Carrero Blanco. Detención y muerte de “Txikía”

Del boletín "Emblema" de julio, tomamos este trabajo firmado por nuestro buen amigo el Inspector Jefe Eloy Ramos Martínez.

Eustaquio Mendizábal Benito “Txikía”, también conocido por ”El Rambo de ETA” era, en los primeros meses de 1973, el jefe indiscutible y casi mesiánico de la rama Militar de la banda etarra. Suya era la frase que dirigía con frecuencia a sus compinches: “Los galones se ganan en las batallas” y, en esa época los tenía conseguidos plenamente. Había encabezado importantes acciones de la banda, después de que el anterior jefe del frente militar, Juan José Echave Orobengoa “Urrutia” hubiera fallado en el intento de secuestro del industrial Orbegozo en Zumárraga el 28 de abril de 1971 por mala información previa y del cónsul francés en San Sebastián por la decidida resistencia de éste.

"Txikia", de fraile a pistolero


Ello originó el cambio en la jefatura del frente militar que recayó en “Txikía” y éste no perdió el tiempo:

El 19 de enero de 1972 dirigió el secuestro del industrial Lorenzo Zabala Suinaga. En esta ocasión ETA no pidió dinero a cambio de su libertad sino la readmisión de los trabajadores despedidos en un conflicto laboral de su empresa. En febrero dirigió un robo de explosivos perpetrado en Elizondo (Navarra). El 16 de junio el atraco a la empresa Printex, apoderándose de multicopistas, máquinas de escribir, etc. todo ello valorado en más de 400.000 pts. Entre julio y agosto dirigió los asaltos a un furgón del Banco de Bilbao, haciéndose con un botín de 12.000.000 de pts y otro de la empresa Orbegozo que les proporcionaron 400.000.

Para finalizar el año dirige el incendio de la casa sindical de Hernani, y ya en enero de 1973, el secuestro del industrial Felipe Huarte, por cuyo rescate la familia paga 50.000.000 de pts. Y quince días después dirige el robo de 3000 kgs de dinamita en Hernani, si bien la Policía recupera pronto más de 2.500 kgs. Aquí se apodera de la pistola de un vigilante, que le sería ocupada al ser detenido.

El 20 de febrero dirige la voladura del chalé de otro industrial, el señor Olave, propietario de la fábrica de objetos de oficina “El Casco”.

Como puede verse era una “impecable” hoja de servicios a la banda.

Pero había otro personaje importante en ETA por aquel entonces: José Ignacio Múgica Arregui, “Ezkerra”, que proveniente de las juventudes del PNV, al frente de un grupo denominado Aintzina se había pasado, tras cometer diversos atentados en nombre de ETA, a formar parte de la misma en la Semana Santa de 1972. Aportó a la banda terrorista cerca de 500 militantes, logística, armamento, casas, mugas, etc. con lo que entró con mando en plaza en la banda.

La rivalidad estaba servida entre “Txikía” y “Ezkerra”.

Ya por estas fechas, en 1972, la banda terrorista tenía en proyecto, supuestamente, el secuestro del almirante Carrero, a la sazón vicepresidente del Gobierno de Franco. Y digo supuestamente porque los hechos demostraron que en realidad desde el primer momento alguien había decidido que al almirante había que matarlo, pero, en principio, se hablaba de un secuestro para cambiarlo por presos etarras que tuvieran condenas superiores a 10 años. Esto no tenía mucho sentido ya que había muchos otros con condenas inferiores y éstos ¿no le importaban a la banda?

Y, como se ha historiado hasta la saciedad, ETA comprobó los movimientos del almirante de su casa a la iglesia donde oía misa casi a diario, y se había decidido por el secuestro. Esta acción fue aprobada por el Comité Ejecutivo de la banda, y de manera especial por el jefe del Frente Militar, el repetido “Txikia”. Luego vendría el nombramiento del almirante Carrero Blanco como presidente del Gobierno el 6 de junio de 1973 y se optó por matarlo, ciertamente de forma inexplicable porque en distintas ocasiones, antes y después de la muerte de Carrero, la banda intentó secuestros que fallaron por distintas causas y sencillamente abandonaron la idea, por ejemplo, con el ex ministro y embajador ante el entonces Merado Común Europeo, señor Ullastres Calvo, con don Juan de Borbón, con una hermana del entonces príncipe Juan Carlos y su esposo; con los hijos de éste, etc.

¿Por qué con Carrero al ser nombrado presidente ésto le supone la condena a muerte al ponerse más difícil el secuestro? Sencillamente porque esa era la idea desde un primer momento.

Pero, en principio, como queda dicho, el indiscutido jefe del Frente Militar, Eustaquio Mendizábal era partidario del secuestro para el canje por presos.

Pero alguien decidió que había que suprimir este obstáculo. Y la idea fue delatarlo a la Policía en el bien entendido que, dada la personalidad del ex benedictino, él no se iba a entregar.

Y así, en la segunda quincena del mes de abril se recibió una llamada telefónica en la Brigada de Investigación Social de la Jefatura Superior de Policía de Bilbao. Textualmente un desconocido dijo: “Eustaquio Mendizábal, “Txikia” viajará el jueves 19 en el tren de Bilbao a Plencia. Tendrá un contacto en alguna estación de esa línea. Posible en Matico. Puede que vaya otro liberado con él”.

Era voz de hombre joven, con acento vasco, seco y áspero. Soltó aquello como un pistoletazo y colgó.

La Policía localizo el origen de la llamada en una cabina telefónica de San Juan de Luz (Francia). Habían estado muy cerca de detener a “Txikía” en Zumárraga, donde lo persiguieron e intercambiaron disparos con él pero lo perdieron en las proximidades del cementerio.

El comisario Sáinz, Jefe Suprior de Bilbao, con el jefe e inspectores de la Brigada de Investigación Social dispuso un amplio servicio ya desde el día 17 y se supo que ya estaba en algún pueblo de Vizcaya y en concreto el día 18 es visto con otro liberado dirigirse desde Munguia a Algorta. Se les busca sin resultado desde la mañana del 19, y por la tarde se monta un amplio dispositivo bajo la personal dirección de Sáinz.

Finalmente fue localizado a la altura de la estación de Matico cuando se disponía a tomar el tren en dirección Plencia. Subió al tren en el último instante, sin sacar la mano derecha del bolsillo de la gabardina. Obviamente empuñaba una pistola. Dentro del tren había un grupo de policías pero no tuvieron ocasión de detenerlo con garantías de que no hubiera disparos por lo que podrá haber heridos o muertos ajenos a la operación.

Se apea en Algorta y los policías ven cómo contacta con otro individuo (resultaría ser José Manuel Pagoaga Gallastegui, “Peixoto”) y observan cómo, tras irse disolviendo la muchedumbre, “Txikía” da un empujón a su amigo y ambos salen corriendo en direcciones distintas.

Los policías abandonaron al “contacto” del etarra y siguieron tras de él a la carrera. A los pocos minutos éste saca del bolsillo de la gabardina una pistola y dispara contra ellos. Los inspectores no responden a los disparos hasta que comprueban que no hay peligro de alcanzar a cualquier persona cercana.

Tras unos dos kilómetros de recorrido y con numerosos intercambios de disparos, “Txikía” penetra violentamente en un coche ocupado por un matrimonio. Expulsa a la mujer y amenaza con la pistola al hombre exigiéndole que arranque el vehículo. Éste al ver que los inspectores están ya cerca, se arroja fuera del coche y logra escapar.

Ahora se inicia el tiroteo final. El etarra se apoya en la puerta del vehículo para hacer puntería, pero finalmente resulta alcanzado por un disparo de los inspectores y cae abatido hacia atrás sobre el asiendo posterior del vehículo.

Los policías le ven herido en la cabeza a la altura de la sien derecha y la primera impresión que reciben es que la herida no es grave, por lo que lo esposan y lo trasladan a una Casa de Socorro y otros buscan una ambulancia para llevarlo al hospital de Basurto. Falleció a los veinte minutos de haber ingresado allí.

Le fue ocupada una segunda pistola “Star” del 9 mm corto con bala en la recámara que tenía en el bolsillo de su gabardina. Resultó ser la que había arrebatado al vigilante en el robo de la dinamita en el polvorín de Hernani. La otra pistola era una Firebird con la que había disparado tres cargadores.

Pasadas las reglamentarias 24 horas, los forenses le practicaron la autopsia y le apreciaron dos heridas de bala: una, disparada a no menos de 30 metros, con orificio de entrada por un glúteo del muslo a la altura de la cadera con penetración hasta el hueso y posible desvío hacia el lomo, y otra, que fue la causante de la muerte, con entrada por el parietal derecho a la altura de la sien y salida incompleta al haber quedado sin terminar de perforar el cuello cabelludo en el occipital, también derecho, tras haber atravesado parte de la masa encefálica. En el dictamen forense se indicaba que fue disparada a una distancia no inferior a los 15 metros. Y, aunque muy deformada, era un proyectil del calibre 38 especial (reglamentario en el Cuerpo General de Policía).

La muerte de “Txikía” fue un golpe importantísimo para la banda, pero a la vez supuso el allanamiento para llevar a cabo el magnicidio de Carrero, al que como se ha señalado se oponía frontalmente el ex benedictino. A partir de abril, por tanto, Ezkerra que era el comandoburu de los que en Madrid preparaban el atentado, ya no tenía objeciones importantes en contra para que el almirante fuera asesinado.

Eustaquio Mendizábal Benito había nacido en Isasondo (Guipúzcoa), en plena comarca del Goyerri en 1945. Tras doce años, abandona la Orden Benedictina en 1967 y un año después huye a Francia. Había vivido con los frailes benedictinos desde los 10 a los 22 años. Luego trabajó en una fábrica en Beasaín y estudio a la par Magisterio. En Francia, a donde escapó, conoció a Anabel Zubicaray con la que tendría dos hijos.

No resultaba sorprendente el pasado religioso del dirigente etarra. En la década de los setenta, la Policía y la Guardia Civil se encontraban con importantes porcentajes de sacerdotes o ex seminaristas en muchos de los comandos que se desarticulaban.

Con esta muerte, por tanto, ETA podía seguir preparando el magnicidio que, de manera extraordinariamente complicada, preparaba en Madrid, pudiendo haberlo intentado en San Sebastián con motivo del Consejo de Ministros que anualmente se celebraba en la capital guipuzcoana, y donde tenia todas las facilidades para hacerlo. Pero esa es otra historia.

Eloy Ramos Martínez.

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