Páginas

miércoles, 2 de noviembre de 2022

El final de una banda terrorista y la clausura de sus actividades

Del boletín "Emblema" de noviembre tomamos este interesante trabajo de nuestro buen amigo y compañero Jesús Longueira Alvarez.

Aunque lo más habitual era que los jóvenes estudiantes de Santiago de Compostela dedicaran los jueves por la noche y la madrugada del viernes a “fomentar relaciones entre las distintas facultades y estrechar vínculos y lazos que a veces se mantienen de por vida”, lo cierto es que aquella semana por no ser hábil a efectos académicos ese viernes, decidieron trasladarlo al miércoles día 10; y así nos encontramos en la madrugada del jueves día 11 con doscientos jóvenes apiñados en la sala de fiestas “Clangor”, que estaba situada en las afueras, junto al “puente de la Rocha”.

Discoteca Clangor tras el atentado


Entre esos doscientos jóvenes había tres de ellos que nos van a llamar la atención de forma necesaria, por respeto a su familia y a ella misma citaremos en primer lugar a María Mercedes Domínguez Rodríguez de 26 años de edad. Aunque estudiante en la cercana ciudad de Vigo se desplazó esa noche a Santiago de Compostela para pasar unos días de vacaciones. Aparte de estudiante, para ganarse un dinerillo ayudaba a sus padres en su comercio de artículos para el 
hogar.

Los otros dos esa noche tenían un propósito menos limpio y más siniestro, María Dolores Castro Lamas y José Ignacio Villar Regueiro se personaron esa madrugada en la discoteca, y con una conducta poco usual accedieron al interior portando unos bultos, maletas y mochilas. En lugar de depositarlos en el ropero de la entrada, dejan al lado de un altavoz.

Si por ver las películas pensamos que los grupos terroristas son verdaderos especialistas y conocedores de su materia “estamos contaminados”, y en muchas ocasiones es su falta de pericia, o por mejor decirlo o quizás más claro, han sido las chapuzas que cometen las que nos han librado varias veces de que la lista de víctimas se engrosara de forma escandalosa o al revés, como en este caso. En nuestro país nos sobran los ejemplos. 

La Gelamonita es una mezcla explosiva compuesta de nitrato amónico y otras sustancias, aunque relativamente fáciles de conseguir y de elaborar, lo cierto es que para conseguir sus efectos explosivos se necesita de un detonador, mecánico o electrónico. En este caso además iba provisto de un temporizador para que esas cargas estallaran cuando la discoteca estuviera cerrada, sin causar víctimas. 

María Dolores Castro Lamas y José Ignacio Villar Regueiro eran, por su pertenencia al EGPGC (Exército Guerrilhero do Povo Galego Ceive), viejos conocidos de la Brigada de Información del Cuerpo Nacional de Policía, que ya los tenía “fichados” de tiempos anteriores. En contra de su opinión nunca se consideró probado a nivel judicial ningún “vínculo” que pudiera hacer tomar contra ellos alguna medida privativa de libertad.

En su absurda cruzada contra el narcotráfico, burda estrategia copiada de otro grupo terrorista, que en una búsqueda de simpatía entre la población se autoerige en justiciero, nos encontramos en las 03:15 horas de esa noche. Así fue como al no contar con las fuertes vibraciones provenientes del altavoz se activa antes de tiempo el artefacto causando la muerte de los tres jóvenes, siendo la citada en primer lugar completamente inocente.

Aunque ante el rechazo popular que tuvo el hecho, alguien quiso desviar “el foco” y culpar del asunto a otros colectivos, estas dudas fueron despejadas cuando al día siguiente se dieron a conocer las identidades de las víctimas. Por si fuera poco en la puerta quedó un vehículo destinado al traslado de los terroristas una vez hubieran abandonado la bomba, alquilado por la propia María Dolores Castro Lamas, y en cuyo interior se localizó más “gelamonita” y además mecanismos de relojería.

Esa misma noche, horas más tarde estallaron otros artefactos en locales similares de otras localidades como Villagarcía y Noia. Al año siguiente, funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía detienen junto con otras personas y en la frontera francesa a Manuel Chao Dobarro, el líder del grupo terrorista, dándose en ese momento por extinguido al EGPGC.

También al año siguiente, la discoteca volvió a abrir sus puertas, con alguno de los más de cuarenta heridos presentes los promotores quisieron hacerlo mientras sonaba la misma canción que cuando estalló el artefacto explosivo: un tema de Manu Chao, como si nada hubiera pasado. La discoteca nunca fue lo que era y cerró poco tiempo después, en su lugar hoy hay una frutería.

No sería justo acabar este artículo, que ya pasa de la extensión permitida, sin dedicarle unas líneas que servirán también de homenaje a Benedicto García Ruzo, Guardia Civil vilmente asesinado por la banda el día 2 de febrero de 1989 en la localidad de Monfero, (La Coruña).

No hay comentarios:

Publicar un comentario