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sábado, 6 de agosto de 2022

1954. El asesinato de las Quinielas

Del boletín "Emblema" tomamos este interesante artículo de nuestro buen amigo y colaborador, Carlos Fernández Barallobre.

El viernes 30 de julio de 1954, un hombre natural de Murcia, llamado Julio López Guixot, de treinta años de edad, acompañado por un joven empleado de banca llamado José Segarra, asesinaban en Alicante a Vicente Valero Marcial, un habilitado de banco, donde trabajaba Segarra y que frecuentemente trasportaba dinero desde la central del banco en Alicante, adónde iba a buscarlo, a la sucursal de Elche.

Vicente Valero, la víctima del asesino de las quinielas

López Guixot había tenido una infancia difícil. De padres desconocidos, había sido entregado a la beneficencia municipal murciana, donde le pusieron el nombre Julio con los apellidos Meseguer Linares. Acogido por una bondadosa mujer llamada Teresa, Julio conoció, siendo niño, a su madre, quien, arrepentida por haberle abandonado, le reconocería y daría sus apellidos López Guixot. Aquello le marcaria para siempre, creando en el joven Julio un carácter de odio a la sociedad, altanería y desmesurada ambición.

En septiembre de 1943, López Guixot, ingresó como voluntario en las filas del Ejército del Aire, donde sería objeto de un proceso judicial, acusado de rebelión militar, por una carta que había escrito. Seria condenado a cumplir casi diez años de reclusión. Una vez cumplida la pena, se le informaría erróneamente de que, al haber sido expulsado del ejército, no tendría que realizar el tiempo de servicio militar que le faltaba.

En 1952 Julio se trasladó a vivir a Elche. Allí conoce a José Segarra, un joven empleado de banca y a su hermana Asunción, con quien iniciará un apasionado romance. Para impresionar a la joven, a su hermano y a otros amigos, Julio tenía que hacer por destacar. De esa forma comenzó a pavonearse ante sus amigos, manifestando que había descubierto una fórmula infalible, que le permitiría, según él, acertar, con bastante frecuencia, trece resultados en el boleto de apuestas mutuas deportivas benéficas, las conocidas quínelas futbolísticas, que habían nacido en 1946.

Por ello, con Segarra y otros, fundó una pena de quinielas, que necesitó para sus propósitos, la solicitud de varios créditos a entidades bancarias, algunos a un elevado interés. La idea resulto un completo fracaso, que llevó a Julio, y sobre todo a la familia Segarra, a una insostenible situación económica, que les obligo a hipotecar la casa donde vivían. Julio, abochornado, juró y perjuró a su novia y al hermano de esta, que perfeccionaría “su sistema” y devolvería hasta la última peseta de todo lo invertido y perdido.

Sin embargo, la Guardia Civil le daría a Julio una muy desagradable sorpresa, llevándosele detenido a un batallón disciplinario con sede en las posesiones españolas de África, para cumplir lo que le restaba de servicio militar, interrumpido por su condena. En ese batallón, Julio, además de trabajar con dureza, intentaría “perfeccionar su infalible sistema de acertar en las quinielas”.

Con su cartilla blanca un su bolsillo, una vez licenciado, regresó a Elche en diciembre de 1952 con la intención de convertirse en millonario. A pesar de todas las vicisitudes que había pasado y que le producían un enorme rechazo hacia la sociedad, Julio quiso mostrarse como un ser inteligente y dominante, tanto en el apartado físico como en el intelectual. Comenzó a practicar artes marciales y puso de nuevo en marcha” su sistema quinielístico”, que le llevaría a rellenar un minino de doscientos boletos semanales. Logró nuevos socios para su peña, ganando incluso varios premios, uno de ellos de sesenta y cuatro mil pesetas. Aquel éxito ensoberbeció a Julio, que entró en un espiral muy peligrosa, en su deseo de ganar, llevándole a aumentar de forma considerable la inversión semanal, sin obtener los resultados apetecidos. Ante ello, los socios le abandonaron y Julio quedó sumido en un mar de deudas y desesperado ideo algo muy viejo: Robar.

Para ello convenció a su amigo José Segarra, de perpetrar un robo, -con crimen incluido, para no dejar ningún tipo de rastro-, a uno de los apoderados del banco, donde el propio Segarra trabajaba, y que se dedicaba a transportar en una cartera cantidades de dinero desde la central bancaria de Alicante hasta la sucursal de Elche.

Aprobado el plan decidieron atracar a Vicente Valero Marcial, que era el encargado de tal cometido. Para ello alquilaron una casita en una colonia cercana a Alicante, en Vistahermosa de la Cruz, dejando Julio, quien realizó la operación, una señal de quinientas pesetas y recibiendo la llave, pues según le dijo a la casera, la casita era para las vacaciones de una familia que llegaría en días próximos desde Albacete.

Eso serviría como señuelo para llamar la atención de Valero, un tipo que tenía fama de “babear” por las mujeres. Par ello Julio y José escribieron una carta, dirigida al propio Segarra, en la que supuestamente una muchacha conocida de tiempo atrás, iba a pasar el verano en Alicante, acompañada por otra amiga, animando a José a que la visitara con otro amigo, para pasar un rato juntos. Segarra le mostraría la carta a su compañero Valero, con quien tenía gran amistad, y le invitaría a acompañarle a Vistahermosa, algo que Valero aceptó sin problemas.

El viernes 30 de julio de 1954, pusieron en marcha el plan, al escuchar Segarra que Valero se trasladaba a Alicante a recoger dinero, De seguido pidió permiso en el banco alegando que tenía una cita con el médico en Alicante. Segarra se subiría al mismo autobús donde viajaba su compañero Valero, haciéndose el encontradizo con él, y tras decirle que iba a Alicante a una consulta médica, le propuso visitar a las muchachas que les esperaban en la colonia Vistahermosa.

Por su parte Julio, junto a otro cómplice llegado de Logroño, se desplazó en moto a Alicante. Al llegar a la capital, Valero se dirigió a la central del banco, a recoger el dinero, y Segarra se fue a su pretendida consulta médica, quedando citados de nuevo a las once de la mañana. Cumplido su cometido y con el dinero en una pequeña cartera Valero se encontró con Segarra, tomando ambos un taxi que les condujo a la casita de Vistahermosa. Allí les estaba esperando Julio López, que sorprendió por detrás a Valero dándole un golpe en la nuca con pequeño yunque de zapatero envuelto en trapos. Valero tambaleándose dio la vuelta y de nuevo Julio le golpeó en la frente hundiéndole el cráneo. Segarra, recogió la cartera en la que sólo había cuarenta mil pesetas. El resto del dinero, hasta un cuarto de millón de pesetas, lo llevaba Valero oculto en sus ropas, algo que pasaría desapercibido a Segarra, quien abandonaría la casita en el mismo taxi en que había llegado y que le estaba esperando en las cercanías. Julio se quedaría en la casa con Valero herido de muerte, a fin de limpiar las huellas y trasladar el cadáver y enterrarlo en otro lugar. Par ello necesitó salir de la casa para comprar una manta y un saco donde envolver el cuerpo de Valero.

Al cerrar la puerta tuvo la desgracia de que se le rompió la llave, teniéndole que pedir otra a la administradora de la finca. Con ella en su poder, regresó a la casa y comprobó que el cuerpo de Valero se había movido. Acogotado y paralizado por el miedo, a pesar de ello, envolvió el cuerpo en la manta, encontrando la cantidad de dinero restante, que se metió en sus bolsillos, Si embargo, no tuvo el suficiente valor para hacer desaparecer el cadáver, dejándolo en la casita, tras haber perdido de nuevo la llave. Decidió entonces por su cuenta mentirle a Segarra, diciéndole que se había deshecho del cuerpo en un lugar en que nadie le encontraría. Los cuatro meses siguientes Julio, los pasaría de forma despreocupada, casándose incluso con su novia Asunción, hermana de su cómplice Segarra.

Transcurrido ese tiempo la administradora giró una visita a la casita alquilada y que nadie había ocupado, y comprobó que de ella salía un hedor insoportable. Dio aviso a la Guardia Civil, cuyos hombres, que se dieron de bruces con los restos de Vicente Valero, un trozo de papel blanco con una huella dactilar y la punta de un pañuelo, ambos a medio quemar, dirigieron la investigación hacia el propio Valero, que, según la denuncia presentada por sus jefes, había desaparecido de la sucursal de Elche con una importante cantidad de dinero, tras un viaje a Alicante.

No le resultaría difícil a la brigada de investigación criminal de Alicante a las órdenes del comisario jefe, Jesús Gómez de la Guía, que se haría, tras las primeras indagaciones de la Benemérita, cargo del asunto, encaminar sus investigaciones hacia José Segarra, que se derrumbó de inmediato y confesó su participación en el crimen.

Julio López Guixot, que se encontraba en viaje de novios con la hermana de Segarra, fue detenido, ironías de la vida, a la puerta de una administración de apuestas mutuas de Murcia, cuando intentaba cobrar, un boleto, -esta vez sí que le había sonreído de forma importante la fortuna-, de 127.000 pesetas. En el momento de la detención iba acompañado de su esposa, que nada sabía de las andanzas criminales de su marido.

Julio se declaró culpable y junto a su cuñado serian juzgados por un tribunal, que les condenaría a la pena de muerte. Segarra sería indultado por el jefe del estado y conmutada su pena por reclusión mayor de treinta años. Julio “el del método quinielístico”, sería ejecutado por medio de garrote vil en el Reformatorio de Adultos de Alicante, en el verano de 1958. Sin duda López Guixot no tuvo nunca suerte con los boletos futbolísticos.

Carlos Fernández Barallobre.





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