Nuestro buen amigo, compañero y colaborador, el Comisario Pral. Mario Sánchez Santos, nos remite este interesante artículo, firmado por Oscar Muñoz y publicado en "Yo estuve en el norte".
Policías Nacionales, Guardias Civiles, miembros de las FFAAS, fueron colectivos vulnerables y los que más sufrieron el azote de ETA. Padecieron privaciones en derechos fundamentales y libertades públicas más que ningún otro colectivo, y sobre todo en contraste con el resto de la ciudadanía que cabalgaba subida en la joven democracia. Estos colectivos principalmente fueron objeto de una persecución sistemática y programada por parte del mundo nazinalista, independentista y terrorista. Y la sociedad española en general, pero en especial la vasca y navarra lo permitió. Comprendo la situación de desprotección por parte de las instituciones, y que llegado el caso el miedo es libre, pero paso lo que paso y los responsables políticos de entonces lo promovieron y lo consintieron que conste en acta para el centro memorial de las víctimas por si no pone nada de eso.
Policías Nacionales vilmente asesinados por la canalla etarra |
Pero volviendo a lo nuestro, muchos de ellos fueron objeto de experiencias traumáticas, y desempeñaron sus funciones en condiciones de estrés, mantenido muchas veces en el tiempo.
Estas circunstancias no ocurrían en el resto de España, era algo específico del territorio, y creo que esto es pacífico para todos. Quiere decir que estar destinado, concentrado o en comisión de servicio en “El Norte” mientras que ETA mató, no era lo mismo que estar en otra parte de la geografía nacional. De la misma manera que finales de los 70, y la decena de los 80 fueron donde más se nos castigó.
El Ministerio del Interior tuvo un problema a la hora de cubrir plantillas. El Gobierno decidió que el peso fuerte de la lucha antiterrorista iba a recaer sobre la Guardia Civil y la Policía Nacional, pudiendo ser reforzados por las FFAAS en momentos puntuales.
De esa manera tuvieron que incentivar estos destinos, bien económicamente, fomentando la promoción interna, mejorando cómputos para optar a destinos posteriores, o con la concesión de ciertas condecoraciones.
Pero la medida mas representativa, y eficiente para tapar huecos fue el “Destino Forzoso”. Este fue aplicado normalmente al personal de nueva incorporación, o incluso recién ascendido. Aunque también hubo medidas para evitar la fuga de agentes, como la restricción de publicación de vacantes fuera de ese territorio.
El “Destino Forzoso” afectó a promociones enteras, o a una buena parte de ellas. Se aplicó atendiendo a la oferta y demanda especialmente en los años ochenta y noventa. Jovencísimos Guardias Civiles y Policías Nacionales entre 18 y 21 años fueron para “El Norte”. Eso sí, permitirme decir que no les falto coraje, y ganas para ponerse al día para lo que se les requería, sabiendo que cuando uno es joven no suele darle miedo a nada, ni nadie, y hasta producto de esa adolescencia le hace parecer inmune a los avatares del destino o mas bien ser inconsciente del peligro que corre. No obstante la figura del veterano conto mucho, y gracia al calor de sus familias les hizo mantener la cabeza en muchas ocasiones sobre los hombros.
Pero estos buenos mozos y mozas ¿Cómo percibieron esas experiencias? ¿Cómo vivieron su estancia en semejante condiciones laborales y personales? ¿Y cómo afrontaron el regreso a sus respectivas tierras de nacimiento o de adopción? creo que las respuestas están por escribirse.
ETA supo que tenía la guerra pedida cuando una y otra vez, los uniformados asesinados eran sustituidos por otros recién salidos de la fábrica. En seguida se dieron cuenta que todos los años salían a miles dispuestos a tapar huecos. De ahí que optaron por modificar su forma de actuación, al aumentar en espectacularidad y en crudeza sus acciones, dado que los números asesinados apenas duraban un telediario, eso es lo que haremos para todo el mundo un número.
A fecha de hoy no se sabe cuántos miles de agentes fueron destinados a las provincias del País Vasco y de Navarra mientras que ETA mató. Tampoco cuántos de ellos pudieron sufrir trastornos traumáticos o postraumáticos durante su estancia o tras ella. No tenemos estadísticas de suicidios en esas unidades, cuantas medidas disciplinarias se adoptaban contra ellos, cuantos pidieron la baja voluntaria, cuantos fueron expulsados, cuantas bajas por enfermedad común hubo o de orden psiquiátrico o psicológico. También cuantos pudieron caer en adiciones como el alcohol o las drogas.
Por supuesto que en este grupo hemos tratado el SINDROME DEL NORTE, y seguiremos haciéndolo mientras nos dejen. Queda mucha historia que contar, que escribir, y que si no lo hacemos lo harán por nosotros de manera torticera, partidista, interesada o equidistante. Somos historia viva y hay que contarla. Ahora se combate contra el relato, y el blanqueo social e institucional de quienes atacaron a España durante más de 50 años, y de quienes siguen recogiendo las nueces. Ni olvido, ni perdono, que nadie me obligue a lo contrario.
Una persona de este grupo que estamos construyendo está recabando experiencias, datos o información sobre este síndrome. Estamos hablando de D. MIGUEL ÁNGEL CANO PAÑOS, Profesor titular de la Facultad de Derecho Penal y Criminología de la Universidad de Granada. No podemos dejar pasar esta oportunidad, y cualquier persona que haya padecido dicho síndrome, o conozca a alguien que paso por él, o que todavía lo padece se puede poner en contacto con él (macano@ugr.es) o el nuestro (vocesdelnorte19682010@gmail.com). También si quieres contar tu historia te puedes poner en contacto con los administradores que te ayudaremos.
Vamos con ello… Pero.
Oscar Muñoz.
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