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sábado, 5 de febrero de 2022

Grandes éxitos policiales del siglo XX. El caso "Jarabo"

Del boletín "Emblema" del mes de febrero, tomamos este artículo firmado por nuestro amigo y compañero, el Inspector Jefe Eloy Ramos Martínez.

Esclarecido un múltiple asesinato y detenido el autor, en 24 horas.

Fue uno de los grandes servicios policiales de la pasada centuria; así lo reconoció la prensa, tanto nacional como extranjera, con elogiosos editoriales sobre la eficacia policial. Baste como muestra el ofrecido por el diario ABC: "Aplauso nacional: la Policía española ofrece hoy otra prueba muy elocuente de su competencia... Estamos seguros de que la población madrileña, igual que todo el país, suma sus calurosos aplausos a los que en esta nueva ocasión nos complacemos en tributar a los beneméritos funcionarios, cuya fama nacional e internacional continuamente se acrecienta con sus notables servicios."

El asesino múltiple


Digamos que con este asunto, el desaparecido semanario de sucesos "El Caso" estableció su record de ventas logrando los 480.000 ejemplares de tirada, superando incluso a la del diario "Marca" con ocasión del mítico gol de Zarra contra Inglaterra en el campeonato mundial de fútbol de Brasil en 1950.

Los hechos:

A las 13,40 horas del lunes, 21 de julio de 1958, se recibió en el Servicio de Guardia de la Brigada de Investigación Criminal de Madrid una llamada telefónica informando que había aparecido un hombre asesinado en el interior del establecimiento denominado Jusfer, en la calle Sáinz de Baranda 19 de la capital.

Inmediatamente sale para allí el grupo de retén de la mencionada Brigada, compuesto por los inspectores Viqueira Hinojosa, Pérez Domingo, De Nicolás Ramo y Ruiz del Río. La llamada ha sido hecha por María Ángeles Mayoral Martín, pareja sentimental de Félix López Robledo, de 43 años y uno de los socios del negocio, dedicado a la compra-venta y préstamo, y que es la persona fallecida.

Mª de los Desamparados Alonso


Ángeles Mayoral había recibido varias llamadas telefónicas de clientes extrañados de que el local permaneciera cerrado a hora tan tardía -sobre las once treinta-, por lo que decidió ir allí.

Entró en el establecimiento por la puerta lateral y se encontró con el cadáver de su novio. Presa del pánico, llamó a la Policía.

Cuando llegan los inspectores encuentran en la trastienda del local, en medio de un gran charco de sangre, el cadáver del citado Félix López que presenta dos orificios de bala en la región occipital, mortales de necesidad. El asesino había esparcido serrín para que la sangre que manaba de la herida no saliese por debajo de la puerta a la calle

Como veremos, este primer cadáver que descubre la Policía era, curiosamente, el último del múltiple asesinato.

Mientras realiza la inspección ocular, el inspector Viqueira (posteriormente, celebérrimo comisario de la BIC) coge una llamada en el teléfono del negocio y una voz masculina pregunta por Félix López; dice que es amigo, que se llama Morris, que lleva varias horas llamando y pide finalmente que se ponga María Ángeles, con la que conversa brevemente.

Viqueira queda con la impresión de que sabe de quien se trata el tal Morris y, efectivamente, lo conoce. Hace tan solo unos días al entrar en la cafetería La Concha, en la Plaza de Santa Bárbara con un compañero, lo saludó respetuosamente un individuo al que él había detenido años atrás por una estafa de poca monta. Se llamaba José María Jarabo Pérez -Morris, pero Viqueira no puede, en ese momento, ponerle su rostro a la voz.

Paulina Ramos Serrano Díaz


De inmediato deciden ir al domicilio del otro socio, el llamado Emilio Fernández Díaz, en la calle Lope de Rueda 57-4º. Hablan con el portero que les indica que en todo el fin de semana no ha visto ni al señor Fernández ni a su esposa (María de los Desamparados Alonso Bravo) y tampoco a la asistenta. Como sea que nadie contesta piden la autorización judicial correspondiente (que consiguen a las seis de la tarde) y penetran en el piso.

Allí, además de percibir un hedor insoportable, el espectáculo es macabro: el primer cuerpo que encuentran es el de la asistenta, Paulina Ramos Serrano. Está semidesnuda encima de la cama de su dormitorio, tiene un cuchillo de cocina clavado en mitad del corazón y presenta una enorme magulladura en el rostro, debida probablemente a un golpe con una plancha o similar instrumento.

Posteriormente encuentran el cuerpo de una señora en el dormitorio matrimonial caída junto a la cama y con una herida de bala en la nuca. Era la esposa de Fernández Díez, la citada María de los Desamparados. Finalmente, en el cuarto de baño aparece el cuerpo del marido, abatido en el suelo entre el bidé y el inodoro. Está vestido de calle y también tiene un balazo en la nuca.

Por el estado de los cadáveres calculan los policías que llevan más de 48 horas muertos.

Compareció enseguida el juez de instrucción del Juzgado número 21 de los de Madrid, Carlos de la Cuesta y Rodríguez de Valcárcel, acompañado del Secretario, Virgilio Bartolomé Sanz, el Oficial Ernesto Rubio García, el médico forense Manuel Martínez Sellás y el Ayudante Judicial Ramón González Pasarín.

Dada la disposición de los cuerpos y la apariencia del cadáver de la asistenta, parecería que se trataba de una situación en la que el marido hubiese sido sorprendido por la esposa en plena coyunda con la asistenta, desarrollándose la consiguiente pelea y finalizando con un suicidio. Evidentemente esa era la intención del asesino, que ni por un instante creyó la Policía, porque nadie se pega un tiro en la nuca, ni apareció la supuesta arma del suicida y sí encontraron un pequeño cabezal utilizado por el asesino para dormir. Para completar la escena, aparecía una mesa cubierta con mantel, una botella de champán con unas copas a medio consumir y marcas de carmín de labios en una de ellas.

Félix López Robledo


Descartan pronto el móvil del robo pues objetos de valor y dinero aparecían en cantidades importantes en los dos lugares de los asesinatos, aunque luego sabrían que algo sí faltaba,

Dada la cantidad de sangre encontrada en ambos lugares, la Policía supuso que el asesino se habría manchado la ropa, ello unido a que aparecieron los armarios roperos de la casa revueltos, les dio en sospechar que se habría cambiado de ropa utilizando la del fallecido.

La investigación

Resultó importante lo declarado por María Ángeles Mayoral que, convenientemente preguntada por los policías, declaró que uno de los clientes asiduos del negocio desde varios años atrás, era un tal Pérez Morris, añadiendo que su novio, Félix, sospechaba de él porque siempre llevaba algo en un bolsillo que bien pudiera tratarse de un revólver y era un cliente conflictivo, de muy mal carácter.

Con esos datos los inspectores logran identificar al individuo en cuestión, posible asesino múltiple: se trataba de José María Jarabo Pérez - Morris, el de la voz que Viqueira reconoció.

Además de revisar minuciosamente los cubos de basura en un muy amplio radio desde la vivienda, la Policía emitió órdenes a toda las tintorerías sitas en un gran sector alrededor de ambos lugares de los crímenes, para que avisaran inmediatamente si algún individuo llevaba ropa manchada de sangre a limpiar.

Y esta medida resultó positiva. En la calle Orense 49 había una tintorería, denominada Julcán propiedad de los hermanos Julián y Cándido García Aguilera. Ambos hermanos conocían de sobra a la persona que el lunes, 21, apareció en el establecimiento. Se trataba, en efecto, de José María Jarabo, que les dejó para limpiar un traje con abundantes manchas de sangre, que el individuo en cuestión justificó diciendo que el día antes había tenido una pelea con unos americanos de la base de Torrejón, y que a uno le había roto la nariz de un puñetazo, de ahí las manchas.

Manifestó que lo recogería al día siguiente.

Los hermanos pusieron el hecho en conocimiento de la Policía inmediatamente, y acto seguido un grupo de inspectores de la BIC se personó en el local y se apostaron convenientemente en el interior del negocio y en las proximidades, tapando cualquier vía de escape. En este grupo estaba la pareja sentimental de Félix, la repetida María Ángeles Mayoral en un coche "K" con dos inspectores. Ella fue quien lo identificó. Era José María Jarabo.

Pero no llegaba solo; venía acompañado de dos prostitutas, Juana y Amparo, con las que había alternado toda la noche y con las que no pudo encontrar un hotel para terminar la juerga etilíco - erótica de toda la noche. Por supuesto, eran absolutamente desconocedoras de los hechos que relatamos.

No opuso resistencia al ser detenido y en un maletín que portaba, se le intervino una pistola marca Browning FN del calibre 7,65, con munición, otra Walter PPK también el 7,65 con sus correspondientes proyectiles, un cuchillo de cocina con el que mató a la sirvienta y un juego de llaves que se corresponden con los domicilios de los asesinatos.

Emilio Fernández


Ambas armas y el cuchillo están expuestas en el Museo de la Policía en Ávila.

También portaba un Documento Nacional de Identidad a nombre de Jaime Martínez Valmaseda, natural de Reinosa, tarjetas con el mismo nombre con la profesión de médico psiquiatra y domicilio en Puerto Pi, en Mallorca.

Pronto se sabría que también usaba los nombres de José Pérez Morris, José Pérez Jarabo Morris y José Morris Pérez, que quedaron registrados en hoteles y similares, donde había dejado deudas.

El interrogatorio policial corrió a cargo del Inspector Jefe Sebastián Fernández Rivas y un equipo formado por los inspectores Antonio Viqueira Hinojosa, Ramón Monedero Navalón, Pedro Herranz Rosado, Paulino Domingo Guillén y José Hurtado Martínez. El detenido comenzó negando todo, pero a pesar de su complexión hercúlea y su largo historial delictivo, cuando le fueron enseñadas las fotos de sus cuatro víctimas, no pudo resistir la visión y sufrió un pequeño desmayo, debido quizá a su dependencia de las drogas.

El personaje: De nombre completo José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez -Morris, nació en Madrid el 28 de abril de 1923, hijo de José María Jarabo Guinea, abogado y de Teresa Pérez -Morís Cañal (transformado por la familia en Pérez- Morris). Tras la guerra civil española la familia se trasladó a Puerto Rico en 1940. Allí Jarabo se casó con Luz Marta Álvarez, de la que se divorció muy pronto, aunque con ella tuvo un hijo. Se trasladó a EEUU donde fue detenido por tráfico de drogas y pornografía, cumplió condena de cuatro años y fue expulsado del país. Se sospechó que era bígamo, pues en Francia se había casado también con María del Carmen Muñiz Bustamante.

Mientras su familia continuaba en Puerto Rico, regresó a España en 1950, con diez millones de pesetas que derrochó a manos llenas en poco tiempo, dedicándose desde entonces a estafar, empeñar diversos objetos, malvender propiedades familiares (un chalet en Arturo Soria), etc.

Se labró un importante curriculum delictivo en España: En los ocho años que residió aquí, quedó acreditada su condición de malhechor: Llegó a Madrid en los primeros días de 1950 y el día 23 del mismo mes una mujer lo denunció por lesiones; en enero y marzo de 1951 otras dos lo denunciaron por amenazas lesiones y malos tratos. En febrero de 1952 lo fue por estafa; en julio del miso año por apropiación indebida de un automóvil. En julio de 1954 por chantaje; un año después por hurto y daños; en agosto de 1955 fue detenido por estafa y en febrero de 1956 otra vez detenido por una de las denuncias anteriores. En junio del mismo año es denunciado otra vez por estafa y en diciembre es detenido por estar reclamado judicialmente. En marzo de 1957 denunciado y detenido por allanamiento de morada. Siempre deposita la fianza y vuelve a las andanzas.

Su horizonte estaba copado por tres objetivos: mujeres, drogas y alcohol, y todo eso costaba mucho dinero. Una de sus amantes le prestó en una ocasión un anillo de diamantes para que lo empeñara y tuviera dinero en efectivo para su tren de vida, pero la mujer era una británica llamada Beryl Martin Jones, casada con un francés que era quien le había regalado el anillo.

La joya en cuestión valía unas 50.000 pesetas y Jarabo la empeñó en la casa de prestamistas Jusfer, sita en el 19 de la madrileña calle Sáinz de Baranda. Para justificar que no era robada tuvo que presentar una carta de su amante en la que consentía el empeño, al tiempo que vertía frases muy íntimas, que demostraban sus amoríos con Jarabo.

La carta quedó en poder de los prestamistas como garantía y cuando aquél fue a desempeñar la joya le exigieron también seis mil pesetas por devolverle la carta y 50.000 por el anillo. Fue el detonante.

Jarabo llegó al piso del matrimonio Fernández Alonso sobre las diez de la noche del sábado, 19 de julio. Le abrió la puerta la sirvienta, que le condujo hasta el señor Fernández; a éste le reclamó el anillo y la carta de Beryl, en medio de una discusión que fue subiendo de tono hasta llegar a la violencia física. Fernández se negó en redondo diciendo que eso se discutía en la tienda y lo despidió. Jarabo se dirigió a la puerta de salida y simuló su marcha cerrándola de un portazo, y volvió sigilosamente tras Fernández Díaz al que alcanzó en el cuarto de baño. Consiguió inmovilizarlo parcialmente bajándole la chaqueta hasta los codos y así le disparó dos tiros en la nuca.

Ante el ruido acudió la sirvienta, Paulina Ramos a la que Jarabo golpeó con una plancha en la cabeza dejándola sin sentido.

Al rato llegó la esposa de Fernández, María de los Desamparados Alonso que, asombrada por la presencia de un desconocido preguntó por su marido y por la asistenta. Jarabo le dijo que era un inspector de Hacienda y que a su esposo y a la asistenta se los habían llevado sus compañeros para aclarar ciertas operaciones de contrabando.

En ese momento oyeron un ruido en la puerta, pensando que alguien llegaba al piso, Jarabo indicó que podría ser el marido, que volvía y fue a la entrada, encontrándose en el pasillo con la criada, que recuperada del golpe se levantaba. Jarabo le tapó la boca con una mano mientras que con la otra le propinaba una puñalada en medio del corazón con un cuchillo que estaba cerca.

Volvió junto a la esposa que en principio pareció que lo creía, pero al ver manchas de sangre en el pantalón del hombre, comenzó a gritar e intentó escapar dirigiéndose al dormitorio conyugal, pero allí la alcanzó Jarabo que la asesinó de otro disparo en la nuca.

Probablemente los disparos quedaron subsumidos por los ruidos cercanos de una verbena con explosiones de bengalas y otros ruidos propios de tales eventos.

Tras el triple crimen el asesino, en un alarde de sangre fría, preparó la escena a conciencia; borró todas las huellas posibles de lo que había tocado, echó el cuerpo de la doncella encima de la cama dejándola casi desnuda y en postura de yacimiento carnal. Luego colocó varios vasos con champán y pintándose los labios los acercó a uno de ellos dejando la huella en el mismo.

Trataba de aparentar una escena de celos en que la esposa sorprendía al marido yaciendo con la doncella, lo que habría dado como consecuencia una pelea mortal, seguida de suicidio.

Pernoctó en el piso sin importarle la presencia de los tres cadáveres, se vistió con la ropa del fallecido, pues la suya estaba manchada de sangre, robó algún dinero y ciertas cosas de valor y se machó del lugar del crimen.

Juicio y sentencia.

La vista oral comenzó en la Sala V de la Audiencia Provincial de Madrid el 29 de enero de 1959, presidiendo el magistrado Antonio Ochoa Olalla. Era tal la expectación despertada que la sala aparecía llena de personajes conocidos, entre los que destacaban Sara Montiel y el cómico Tomás Zori, así como toreros y esposas de altos funcionarios de la Administración del Estado, amantes del morbo. Era, sin duda la causa más importante de la década y el acusado respondió a las expectativas: compareció como un dandy, vistiendo cada uno de los cinco días que duró la causa un traje distinto, siempre impecable.

La Audiencia Provincial de Madrid lo condenó como autor de cuatro delitos de robo, de los que en cada uno de ellos resultó un homicidio, con la concurrencia de agravantes como alevosía, premeditación y nocturnidad. La defensa alegó personalidad psicópata del acusado, pero no lo pudo demostrar. Tampoco se consideraron eximentes su afición a las drogas y el alcohol.

Es de destacar que durante la vista el Tribunal felicitó públicamente a los inspectores Fernández Rivas, Viqueira Hinojosa y Hurtado Martínez, por su labor en la investigación del cuádruple asesinato.

Fue condenado a cuatro penas de muerte como autor de dos asesinatos y dos robos con homicidio por el Tribunal Supremo, que básicamente confirmó la que dictó la Audiencia Provincial de Madrid el 10 de febrero.

Tras la sentencia los abogados solicitaron el indulto, que el Gobierno no concedió.

Fue cumplimentada el 4 de julio de 1959 en la prisión provincial de Madrid

Durante la noche previa a la ejecución Jarabo sufrió un episodio diarréico. Oyó misa y comulgó tras confesarse. Fumó un puro y se bebió un whisky como postrer deseo.

Jarabo fue el último que sufrió la pena de muerte a garrote vil por condena de la jurisdicción ordinaria en España. La muerte fue penosa: el verdugo, Antonio López Sierra "Corujo" con evidentes síntomas de embriaguez necesitó veinte minutos para llevar a cabo la ejecución

Eloy Ramos Martínez..



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