Por otro lado, hay que tener en cuenta que los números de serie de las armas intervenidas y referenciados en el sumario 20.017, 20.029, 20.042 y 20.059 están fuera de rango a los que hacen referencia diversos autores, que dan como número de serie más alto el 12.000. ¿Error en la transcripción o tal vez modelos experimentales que no llegaron a salir al mercado?
Las cinco escopetas, de tiro central de dos cañones, intervenidas en la operación eran de la marca Guisasola y Cia, situada en la localidad de Eibar y que durante muchos años se especializó en producción de armas para la caza.
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De las otras armas intervenidas, 2 revólveres viejos, un revolver pequeño, posiblemente tipo Bulldog, dos revólveres SMITH con número de serie 249.602 y 217.660 y un revólver fabricado por la empresa Orbea Hermanos de Eibar con número de serie 272.834, no hay datos en el Sumario que permita su identificación.
Relación, que aparece en el Sumario, de las armas remitidas por el Gobernador de Barcelona al Juzgado especial que investigaba el intento de regicidio intervenidas por el grupo del Inspector Barbará |
Un detalle nos ha llamado la atención y que no habla muy bien del funcionamiento general de la Administración de Justicia. El 13 de agosto de 1906 el Gobernador Civil de Barcelona remite al juzgado instructor de la causa que investigaba el atentado al Rey Alfonso XIII todas las armas recuperadas por el grupo dirigido por el Inspector Barbará. Según relación que se puede leer más arriba. Pues bien, el 26 de agosto, sólo trece días después, el Secretario Relator del Sumario L. Javier Jiménez certifica que han llegado, remitidos por el Gobernador Civil de Barcelona, una serie de objetos relacionados con la investigación. Esa relación es muy significativa. En el viaje, se han “perdido” las siguientes pruebas: Las 5 escopetas fabricadas por Guisasola y Cia, 14 de los 21 revólveres Euskaro y los dos revólveres SMITH que ya no aparecen en el sumario y nadie explica su desaparición.
Material recibido el 26 de agosto según certifica el Relator Secretario del Sumario, L. Javier Jiménez |
Desaparecen en el traslado de Barcelona a Madrid varias pruebas implicadas en la comisión de un delito tan grave como este y no hay una sola diligencia de investigación para ver que ha sucedido, mientras que en otras partes del sumario hay docenas de reseñas para reseñar el estado de salud de los caballos del tiro real que resultaron heridos en el atentado, dice bastante poco del interés que se tenía en el esclarecimiento de los hechos.
De los protagonistas de estos sucesos poco podemos añadir. Como ya hemos reseñado, el Inspector José Barbará Munté falleció unos años después de estos hechos, en 1912.
Valentín Díez de la Lastra, juez que puso en libertad a Amparo Montesinos, había nacido en Burgos. Estudio la carrera de derecho que finalizó en 1875. Preparó las oposiciones de Relator, que no llegó a aprobar, y en 1880 fue designado para desempeñar el puesto de “abogado de los pobres” una especie de turno de oficio. Posteriormente ejerció de Teniente Fiscal sustituto en Burgos hasta que, el 30 de junio de 1883, a través del turno de juristas de prestigio y “con arreglo a la ley adicional a la orgánica del Poder Judicial […] y reunir los requisitos prevenidos en el artículo 40”, fue nombrado titular del juzgado de primera instancia de Laredo, más adelante de Castrigeriz y finalmente Teniente Fiscal de la Audiencia de Logroño. En 1892 desempeñó el mismo puesto en Zaragoza y en Barcelona hasta marzo de 1906 que toma posesión del juzgado del distrito de Atarazanas. Pasó a la Audiencia Territorial de Barcelona en enero de 1910 con la categoría de Magistrado y finalmente fue nombrado Presidente de la Audiencia Territorial de Palma hasta su jubilación en 1922. No parece que le fuera mal.
De Amparo Montesinos Climent y su marido, Francisco Albero Martínez, no hemos encontrado más referencias teniendo como último dato su huida a Valencia nada más ser puesta en libertad.
Sobre Vicente Peris, que al parecer fue la persona que entregaba las armas a Amparo Montesinos para su empeño, nunca fue hallado ni se le tomó declaración por el juzgado instructor. Hemos encontrado varias referencias suyas en la prensa de la época situándolo en la ciudad de Valencia, por ejemplo en 1922 se le autoriza “para que pueda circular por los jardines de la Alameda, Gran Vía y Glorieta, un cochecito propiedad de Vicente Peris Ferrer para recreo de los niños” (1) o en 1927 aparece en la crónica de sucesos del diario “El pueblo”, al sufrir un accidente y amputarse los dedos índice y medio mientras cerraba la puerta de un vehículo que limpiaba (2), sin que sepamos tuviera nunca algún tipo de responsabilidad penal por los hechos detallados.
Francisco Ferrer y Guardia y Alejandro Lerroux a los que los indicios señalan como posibles autores intelectuales del atentado contra Alfonso XIII y del intento de “golpe de estado republicano” contra la legalidad vigente en ese momento salieron bastante indemnes del asunto. Ferrer y Guardia inicialmente procesado junto con José Nakens y otros, fue posteriormente absuelto al opinar el tribunal que lo juzgo en su sentencia “… que los indicios que aparecen en la causa sí pudieron ser y fueron motivo bastante para dictar un procesamiento sin tener una acusación, con rectitud de criterio no son suficientes a decretar una condena, por carecerse de la prueba indispensable que asegure el enlace de la inducción moral” y por lo tanto “Fallamos: que debemos absolver y absolvemos a Francisco Ferrer Guardia…”. Posteriormente fue juzgado por los delitos de Rebelión Militar por los sucesos del año 1909 en Barcelona y ejecutado en octubre de 1909.
Alejandro Lerroux corrió mejor suerte. Vivo ejemplo de “saltimbanqui” político pasó de ser un líder revolucionario, “El emperador del Paralelo”, y participar, de manera directa o indirecta, en todos los atentados contra el Rey Alfonso XIII a dirigir un gobierno, aliado al partido derechista de la CEDA, en la II República en 1933. Al inicio de la Guerra Civil huyó inmediatamente a Portugal donde permaneció durante todo el conflicto, al parecer no se fiaba ni de unos ni de otros, y regresó a España en 1947 falleciendo dos años después. Se vio envuelto en numerosos procesos judiciales de los que salió siempre bien librado gracias a su rapidez y habilidad para huir al extranjero, escándalos de corrupción, como el famoso caso del estraperlo, e incluso llegó a sacar la carrera de Derecho, con 58 años, consiguiendo nueve matrículas de honor ¡¡¡en un solo día!!!… me imagino que de la misma manera en que ahora otros políticos actuales consiguen títulos de Doctor o Master.
La investigación de la Policía puso al descubierto una trama revolucionaria para aprovechar, el más que posible fallecimiento del Rey Alfonso XIII en el criminal atentado realizado por el miserable Mateo Morral el 31 de mayo de 1906, para la iniciación de un movimiento golpista que hubiera acabado con el régimen monárquico. Por desgracia, aunque los primeros momentos de la investigación fueron muy rápidos y eficaces, una decisión del titular del juzgado de Atarazanas, dejando en libertad a la principal imputada en ese momento, Amparo Montesinos, que de manera inmediata huyó junto a su marido y no volvió a ser hallada, cortó la investigación policial que ya no pudo prosperar y dejó sin aclarar quien o quienes estaban detrás de ese golpe revolucionario. Posiblemente, si se hubiera podido tirar del hilo conductor, se podría haber realizado más detenciones que hubieran llevado a la cabeza, no solo de las personas que adquirieron las armas y las entregaron a los radicales o los que dirigían la revuelta preparada, sino también a identificar a las personas que idearon, prepararon y ordenaron el atentado contra Alfonso XIII que finalmente costó la vida de, al menos, 25 personas inocentes y graves lesiones a más de 100. Puede incluso que, aunque los policías encargados de esclarecer el delito hubieran podido investigar libremente, por la gran influencia política y lo poderoso de la posición que ocupaban los autores intelectuales del atentado al Rey de España, hubiera sido imposible llegar a esos dirigentes, pero lo que sí se hubiera podido demostrar es que el mito de Mateo Morral, ese anarquista solitario, por cierto infectado con una enfermedad venérea, que decide inmolarse para acabar con el régimen corrupto, era una gran mentira inventada por los poderes fácticos de la época para ocultar los autores intelectuales de un movimiento revolucionario que fracasó y que no tuvo ningún reparo en causar decenas de muertos y heridos cuyo principal delito había consistido en querer observar el paso de la carroza real el día de la boda del monarca. Tal vez imputados como José Ferrer y Guardia, que finalmente fue absuelto o Alejandro Lerroux, investigado también por los hechos, y que debido a su posición de privilegio al ser diputado, pudo esquivar su responsabilidad, hubieran podido ser finalmente condenados por los hechos y la historia de esta gran nación que es España hubiese podido ser distinta.
Lo cierto es que una excelente investigación policial, dirigida por el Inspector de 1ª José Barbará Munté, secundado por un puñado de valerosos y competentes agentes como José Martín Madrid, Francisco Borsot Donato, Ricardo Pitart, y Antonio Lorenzo así como los miembros del Cuerpo de Seguridad Ricardo Valiño y Facundo García, evitó que, mediante un ingenioso procedimiento consistente en pignorar las armas que poseían ilegalmente en casas de empeño para ocultarlas de la acción policial y que, posteriormente, podían ser fácilmente rescatadas simplemente con la presentación de una papeleta, un buen puñado de esas armas pudieran estar en manos de terroristas que no tenían ningún escrúpulo en usarlas en atentados contra inocentes como ya habían demostrado. Dejamos aquí sus nombre para que su buen hacer y su profesionalidad no queden olvidadas.
1.- El Pueblo (Valencia) 29 de julio de 1922, página 1.
2.- El Pueblo (Valencia) 13 de agosto de 1927, página 5.
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