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sábado, 26 de junio de 2021

Ante el segundo centenario. la necesidad de la creación de un Museo Policial Nacional

Escasamente a tres años vista -2024-, celebraremos el 200º aniversario de la creación de la Superintendencia General de la Policía del Reino que constituye la fecha histórica que admitimos, de acuerdo con determinados criterios historiográficos, como de creación de la Policía Española.

Si cualquier aniversario debe producir una sensación de sano orgullo para aquel que lo celebra, toda vez que supone haber trascendido en el tiempo, doscientos años de vida corporativa no puede ni debe pasar inadvertido para nadie y, mucho menos, para los que formamos parte de la gran familia policial.

En igual medida, siguiendo con este hilo argumental, debemos considerar que, tan solo, dos años después -2026-, celebraremos el centenario de la proclamación del Santo Angel de la Guarda como Patrón de nuestra Institución, por tanto, nos encontramos a las puertas de la celebración de dos efemérides que han marcado la impronta y devenir de nuestro Cuerpo.

Creemos que, dada la proximidad de ambas conmemoraciones, se debería -suponemos que así está sucediendo- comenzar a trabajar en el proyecto de celebración de estas dos fechas de tanta relevancia corporativa, con el fin de que no pasen desapercibidas y trasciendan la vida meramente policial.

La primera que tenemos a la vista, la de 2024, debería servir para mostrar a la sociedad española en general el trabajo realizado a lo largo de estos dos siglos de existencia, haciendo hincapié en los avatares históricos a los que nos hemos enfrentado durante estos doscientos años que son los mismos que tuvo que afrontar la sociedad española y que forman parte intrínseca de la Historia de España como Nación.

A la hora de plantear seriamente ambas conmemoraciones, sería injusto caer en el grave error de obviar, por razones ajenas a la Institución policial, determinados episodios de la historia corporativa que lo es también la de los que hemos servido en las filas de la Policía durante estos doscientos años.

Independientemente de los nombres con los que sucesivamente fueron bautizados los Cuerpos policiales; independientemente del formato de la Placa insignia que hemos utilizado en casa ocasión, así como del color de los uniformes que hemos vestido, cada instante de nuestra historia merece idéntico respeto y consideración y debe ser recordado desde la perspectiva histórica y temporal de cada uno de los periodos en los que ha transcurrido el desempeño de nuestras funciones.

La Policía es, ha sido y será una Institución que ha sabido permanecer fiel, en cada circunstancia, a la legalidad vigente, prestando valiosísimos servicios a España y a la sociedad española como instrumento público para la defensa de sus derechos y libertades.

Doscientos años de historia no se improvisan, son el resultado del trabajo, diario y permanente, de una Institución que, en cada rincón de España, a veces con una dotación de medios muy limitados, ha sabido cumplir fielmente con su deber, siendo muchos sus componentes que han entregado la vida al servicio de España y eso merece el público reconocimiento de la sociedad a la que han servido y por la que han perdido el don más valioso.

Estos doscientos años de vida ininterrumpida, constituyen una fuente inacabable de nombres, fechas, servicios relevantes, modificaciones estructurales, documentos de interés histórico, material fotográfico, medios utilizados, uniformidad, emblemática, etc., lo que constituye un caudal fundamental para cualquier acción que se quiera ejecutar.

Independientemente de otras actuaciones que podrían llevarse a cabo, algunas de las cuales referiremos de forma somera más adelante, creemos que este segundo centenario debería servir para, de una vez por todas, crear un auténtico Museo Policial Nacional que serviría como el mejor reflejo de estos doscientos años de historia corporativa, además de constituir un sentimiento de orgullo para todos los policías y una demostración de gratitud de la sociedad a la que llevamos doscientos años sirviendo.

Efectivamente, a estas alturas del relato, alguno podrá referir que la Policía ya cuenta con su Museo, ubicado en la Escuela Nacional de Avila. Sin embargo, creemos que tal aserto no lo es tanto.

Efectivamente, en la Escuela Nacional de Policía de Avila existe un Museo, más bien el Museo de la Escuela, heredero de aquel otro que abría sus puertas en la vieja Escuela General de Policía, cuando esta estuvo ubicada en diferentes localizaciones de la Capital de España.

En consecuencia, se trata de un Museo vinculado a un Centro docente, situado en una localidad periférica y cuya visita pública está en función de determinadas circunstancias de carácter coyuntural, una de ellas, por ejemplo, que el Centro esté operativo, algo que sospechamos no sucede en periodo vacacional.

Sin embargo, existe un antecedente próximo de este intento de crear el embrión de un gran Museo Policial; de esta suerte, la intención perseguida por el Centro de Estudios Policiales “Rafael del Río”, era buena, sin embargo, adoleció, desde el instante mismo de su creación, de dos grandes defectos que, a la postre, resultaron insalvables; de un lado, su ubicación, probablemente no la más idónea, y de otro, la falta de dotación de personal lo que, finalmente, lo condujo irremisiblemente al fracaso y al subsiguiente cierre.

Hablamos, por tanto, de enmendar errores pasados y asumir un proyecto que se ajuste a las necesidades reales que exige la creación de un auténtico Museo Policial Nacional, capaz de mostrar, con criterios museísticos modernos y rigurosos, la evolución de la Policía Española a lo largo de su historia.

Tenemos constancia de que, desde los orígenes de la Policía moderna que podemos situarlos en la promulgación de la Ley de 27 de febrero de 1908, hubo intención de crear un Museo Policial, con finalidad docente, asociado a la Escuela de Policía, como un elemento más coadyuvante a la formación de los futuros policías; sin embargo, creemos que nunca existió intención de crear un centro de estas características capaz de reunir la evolución histórica de la Policía y poder mostrarla a la ciudadanía, como corresponde a una Institución con, por lo menos, doscientos años de historia.

Evidentemente, un proyecto de estas características exige del concurso, sin reservas, de la Dirección General, organismo que debe asumir el proyecto, establecer el calendario de líneas de actuación y allegar los apoyos y aportaciones necesarias para hacerlo realidad.

Sabemos que muchos pensarán que todo esto es superfluo y que llega con el trabajo que hacemos a diario para que la sociedad española nos conozca y se identifique con nuestra función; sin embargo, la mejor operación antiterrorista, la detención del más peligroso de los asesinos, el desmantelamiento de la banda mejor organizada que se dedique al tráfico de drogas o de personas, el mejor servicio en definitiva, es flor de unos días, tan solo aquellos en que tal hecho constituye noticia y así lo reflejan los medios de comunicación, para luego caer en el olvido y quedar restringido su conocimiento a hemerotecas y, como mucho, a algún trabajo especializado que plasme estos éxitos.

Sin embargo, un Museo es un ser vivo que, trascendiendo en el tiempo, recoge no solo la Historia de una Corporación, sino también las historias de aquellos hechos más relevantes en su devenir histórico, así como las hazañas de una buena parte de sus integrantes.

Cabría, llegado a este punto, formularse algunas preguntas. La primera de ellas sería, sin duda, la de su posible ubicación.

Evidentemente, cualquier lugar se antoja válido para llevar adelante el proyecto; sin embargo, creemos que Madrid, como Capital de España, visita obligada de miles de españoles y extranjeros, y sede de los Organismos centrales de la Dirección, sería el alojamiento más idóneo para mostrar una colección estable de visita pública.

Fijada la localidad de ubicación, la siguiente pregunta pasaría por saber dónde podríamos ubicarlo. Aquí, las respuestas son variadas, desde alguna dependencia policial que no esté en uso operativo o un edificio cedido, al efecto, por el Ayuntamiento o por la Comunidad de Madrid, podrían resultar ubicaciones apropiadas para alojar esta exposición permanente.

Sin embargo, es necesario huir de utilizar una dependencia policial de uso operativo por varias razones. En primer lugar, por la seguridad de la instalación en sí misma; en segundo lugar, por la incomodidad que supone para el personal que realiza su trabajo en la dependencia y, en tercer lugar, aunque no menos importante, por el hecho de que acceder a una instalación policial, que implica un control previo de identidad, retrae a un importante número de visitantes.

Por supuesto, la seguridad es fundamental en cualquier instalación museística, pero hablamos de la que se adopta en función del objeto a proteger, con unos riesgos potenciales concretos, y no de la que exige una dependencia policial de carácter operativo cuyos riesgos son mayores e incluso de otra índole.

Surge ahora la inevitable pregunta de qué fondos podríamos disponer para mostrar en la exposición estable. Además de la magnífica colección que posee el Instituto de Estudios de Policía; los recuperados de la experiencia del Centro de Estudios “Rafael del Río” y algún otro que se conserva, por ejemplo, en el Servicio de Automoción. Por otra parte, sería factible allegar piezas procedentes de colecciones particulares, cuyos titulares se sentirían honrados de exponer, de forma permanente, parte de su colección en un Museo Nacional, donde se encontrarían salvaguardadas y debidamente catalogadas.

Además de todo esto, el Museo, contando con un equipo directivo de carácter permanente, con un Consejo asesor y con una dotación fija de personal, se convertiría en un lugar del que irradiaría la tan necesaria cultura policial en todas las direcciones. Así, sería el encargado de difundir esta cultura por medio de exposiciones temporales; conferencias; presentación de libros, cursos de historia policial, de cine policial, de uniformidad policial, de heráldica policial, etc. Es decir, el auténtico dinamizador y difusor de cualquier expresión en esta materia.

En cuanto a la captación de recursos dinerarios, una pregunta de inevitable formulación, además de las que se pudiesen recibir a través de la Fundación Policía Española o de otras procedentes de estamentos públicos, se podrían obtener a partir de la creación de una Asociación de Amigos del Museo que tendría capacidad legal para allegar subvenciones, tanto públicas como privadas, destinadas al Museo e incluso por medio del micromecenazgo, implicando a personas físicas en acciones muy concretas.

Un museo, organizado temática y cronológicamente, sería el mejor y más fiel reflejo de doscientos años de andadura, lo que nos permitiría saber, además de dónde venimos, a dónde vamos, conocimiento que haríamos extensivo al pueblo español.

Esta experiencia, provocaría el acercamiento a alguna Universidad para contar, caso de ser necesario, con el concurso de becarios, muy útiles para realizar la catalogación de las piezas, la digitalización de documentos y publicaciones, incluso la restauración de alguno de los objetos que precisasen de alguna medida de este tipo.

Creemos llegado el momento de que la sociedad española, en su conjunto, muestre su público reconocimiento a una Institución, como la nuestra, que lleva sirviéndola a lo largo de los doscientos últimos años de la vida nacional.

Sin embargo, de alguna manera, debemos ser nosotros quienes provoquemos que este reconocimiento se convierta en una realidad plausible y la creación de un Museo Nacional sería una buena ocasión.

Evidentemente, cara a este segundo centenario de la creación de la Policía Española, caben otras propuestas y otras iniciativas, una de ellas pasaría por erigir en la Capital de España un monumento en honor a la Institución y que perpetúe la memoria de los Policías españoles de todos los tiempos que dieron su vida por España, en el cumplimiento del deber.

Sin duda, hay muchas más opciones, sin embargo, lo que resultaría imperdonable es que dejásemos pasar esta oportunidad y pasásemos de puntillas en esta conmemoración que constituye el marco idóneo para acercar más la Policía al pueblo español del que nace y al que sirve.

José Eugenio Fernández Barallobre.


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