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martes, 2 de febrero de 2021

1936. La muerte del Agente de Policía Jesús Gisbert

Del boletín "Emblema" de la Orden de la Placa y el Mérito, correspondiente al mes de febrero, extraemos este interesante artículo firmado por nuestro buen amigo y colaborador Carlos Fernández Barallobre.

Cuando España se encaminaba directamente hacia el abismo, el día 10 de marzo de 1936, dos jóvenes de las juventudes de Acción Católica llamados Juan José Olano Orive y Enrique Bellsolell Castiñeira, son asaltados en plena calle de Madrid, por un grupo de miembros del partido comunista, que armados de pistolas, les conminaron a enseñar la documentación. En la cartera de uno de ellos encontraron unos recibos de las Juventudes de Acción Católica. Ahí comenzaron los insultos, golpes y patadas. Uno de los comunistas disparó contra los dos jóvenes, hiriéndoles de extrema gravedad. Ambos consiguen huir de la turba roja. Unas calles más adelante, se desploman al suelo. Gracias a la ayuda de unos viandantes, son conducidos, Juan José a la casa de socorro de la Tenencia de Alcaldía y Enrique al sanatorio de Nuestra Señora de la Salud. Juan José fallecería a las dos de la madrugada del día 11, haciéndolo Enrique el día 14.

1936. Entierro del Agente Gisbert


En aquella España con un gobierno sectario, beligerante contra todos los que no participaban de sus ideas de disgregación de España, a los que perseguía y encarcelaba de forma arbitraria e injustificada, y que había encendido toda clase de odios, la venganza no se hace esperar.

A las ocho y diez minutos de la mañana del día 12 de marzo, el diputado socialista y catedrático Luis Jiménez de Asúa se disponía a salir de su casa, situada en el número 24 de la calle Goya de Madrid, para dirigirse a su catedra de la Universidad. Le acompañaban el agente de Vigilancia Jesús Gisbert Urreta, de veintiséis años, encargado del servicio de escolta del señor Asúa, y un amigo del catedrático, que había ido a buscarle a su domicilio.

El portal de la casa donde habitaba el señor Jiménez de Asúa, era largo y estrecho y antes de la puerta de acceso a la calle tenía una mampara de cristal. El diputado socialista que salía delante del policía de escolta y de su amigo, observó desde la mampara que en la acera frente al portal se hallaba estacionado un vehículo marca Chevrolet de color gris con una puerta abierta, ocupado por cuatro individuos. Asúa se percató, en ese instante, que uno de los ocupantes del Chevrolet vestido con gabardina clara y sombrero de color verde, desenfundaba una pistola. ¡Gisbert!, gritó el diputado ¡Estos nos matan!

Jiménez de Asúa, su amigo y el agente de Policía salieron a la calle. El diputado socialista señor Jiménez de Asúa, comenzó a correr en zig-zag por la calle de Goya, hacia la esquina de la de Velázquez, al mismo tiempo que desde el coche, con una pistola ametralladora, disparaban repetidas veces sobre él. El diputado socialista dobló la esquina de la calle de Velázquez y, ya en esta calle, se detuvo para espera la llegada de su amigo y del agente, que venían corriendo tras él. Sin embargo Gisbert no llegaría nunca junto al diputado. Dos balas habían hecho blanco en el cuerpo del agente, que cayó al suelo en medio de un charco de sangre.

La acción fue vista y no vista. Incluso los agresores tuvieron que escapar del lugar de los hechos a pie, pues abandonaron el vehículo al no poderlo poner en marcha, huyendo por la calle de Núñez de Balboa, con dirección a la de Hermosilla.

El señor Gisbert, trasladado en un taxi, ingresó en el Equipo Quirúrgico de la casa de Socorro del distrito, mortalmente herido. Tenía un balazo en el hipocondrio izquierdo, que le atravesaba el hígado. También había sido herido por una bala, en el talón del pie derecho. Le feu practicada una operación quirúrgica por parte del doctor Segovia que no pudo más que certificar su fallecimiento que se produjo a las once y cuarto de la mañana.

El agente Gisbert pertenecía al Cuerpo de Vigilancia desde 1930. Al ingresar en la Policía fue trasladado a Jaca. Llevaba algún tiempo dedicado al servicia de custodias políticas. El día primero de diciembre del año anterior,había comenzado a prestar servicio de custodia cerca del señor Asúa.

En las fachadas de las casas que mediaban entre el portal de donde salió el señor Jiménez de Asua hasta la esquina de la calle de Velázquez quedaron perfectamente marcados en línea numerosos impactos de las balas de una pistola ametralladora, correspondientes a los disparos con fueron siguiendo los agresores la carrera del señor Jiménez de Asua.

Luis Jiménez de Asua


La capilla ardiente quedó instalada en el salón rojo de la Dirección general de Seguridad, de la calle de Víctor Hugo, a cuyo edificio, en una ambulancia, fue conducido a las diez de la noche el féretro del agente Gisbert.

A las cuatro y media de la tarde, del día siguiente compañeros del- agente muerto descendieron el cadáver hasta el coche fúnebre, que esperaba frente a la puerta de la calle de Víctor Hugo. El descenso se hizo con grandes dificultades, puesto que las escaleras estaban llenas de público, entre el cual se veían diferentes representaciones de los distintos organismos del Estado y otras entidades políticas y sociales.

Colocado el féretro en et coche, la comitiva se puso en marcha. Iba primero una gran multitud, que precedía a los numerosos coches que transportaban las coronas enviadas a la Dirección general de Seguridad en homenaje al agente muerto. A continuación marchaba la presidencia familiar, integrada por un hermano del agente señor Gisbert y otros familiares. Iba a continuación la presidencia oficial, en la que figuraban: el ministro de la Gobernación, el inspector general de la Guardia civil, el director general de Seguridad, el alcalde de Madrid y otras personalidades oficiales. La marcha de la comitiva fue muy dificultosa. En la Gran Vía y en la calle de Alcalá se habían aglomerado miles de personas. Muchos jóvenes se habían encaramado en la techumbre de los tranvías, que permanecían sin circular en la calle de Alcalá. Desde la Dirección general de Seguridad hasta la Cibeles, lugar señalado para la despedida del duelo, la comitiva tardo más de una hora.

En la Cibeles se unieron a la presidencia oficial del duelo el subsecretario de Gobernación y el de la Presidencia del Consejo, señor Fernández Clérigo, que ostentaba la representación del presidente del Consejo de Ministros. La representación familiar y muchas personas siguieron hasta el cementerio.

Desde la Cibeles, la mayor parte de la comitiva siguió hasta el cementerio, donde recibió sepultura el cadáver del agente señor Gisbert. Al regresar, los elementos de la comitiva que pertenecían a los partidos marxistas volvieron a Madrid, dando gritos de diferente significación. Se detuvieron en la calle de la Montera donde prendieron fuego a la iglesia de san Luis de los Franceses, quemando también la de San Ignacio. Asaltaron y quemaron la redacción del diario La Nación y gracias a la intervención de la Guardia de asalto no pudieron asaltarlos periódicos ABC y El Siglo Futuro. España se encaminaba hacia una primavera trágica, que desembocaría en el alzamiento del mes de julio y la posterior guerra civil.

Carlos Fernández Barallobre.

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