Del boletín "Emblema" de la Orden de la Placa y el Mérito, extraemos este interesante artículo de nuestro buen amigo y compañero, el Subinspector Jesús Longueira.
En este artículo analizaremos una serie de efemérides y viajaremos por la vida de varios visionarios que sin duda nos situaron a nosotros, los profesionales de hoy en día, en las bases de nuestras consultas diarias, que damos por esenciales y sentadas, de las que jamás dudamos y que tampoco hemos insistido en preguntar sobre su origen, y si acaso algún día lo hicimos, tampoco valoramos como se merece a sus precursores, el artículo de hoy versa sobre ellos…. Y les servirá de homenaje, especialmente al último....
Todo empezó en el siglo XIX…. (recordemos que la “fotografía” aún estaba “en pañales”).
Hasta entonces, y por motivos aferentes a la limitación de la población, fronteras y ciudades cerradas con muros, incluso a lo que hoy en día sería el extrarradio, la imputación de delitos y faltas, (no pienses en esto como hoy en día), se basaba en la sola y única presencia de testigos presenciales a la hora de la perpetración del hecho o el hallazgo en posesión del botín, efectos y útiles del delito en posesión del autor, sometido al único juicio del jefe de tribu, y más adelante; con suerte, a juicio de una serie de integrantes ilustres de la comunidad, (es de imaginar las irregularidades que se cometieron, por no hablar de las desproporción de las penas), y ahora podemos recordar a Ben Hur al ser imputado por la caída de una teja sobre su rival Mesala, y la condena posterior que sufrió.
En realidad en este momento, la época de la “Antigua Roma”, de la que emana nuestro derecho, se descarga y se deja correr la cosa delegando el asunto de la identificación de los delincuentes a lo que dijimos en el párrafo anterior; pasando por la edad media y moderna sin novedad, llegamos a la edad Contemporánea, y así es que hoy nos referimos al siglo XIX como origen de la recogida de datos policiales de forma científica y su base antropométrica, en la que citaremos a estos autores y luego lo relacionaremos con la Contribución Argentina que se ve en el título.
Alphonse Bertillón, basándose en la idea de que Antropométricamente no “existen dos individuos iguales”, (Bertillonaje), logra en febrero de 1883 la identificación “sin duda” de un delincuente fugado que daba un nombre falso, gracias al registro anterior por el propio Bertillón de datos del delincuente según se ve en imagen adjunta:
Su consagración llega en 1888 cuando se crea en la Comisaría de París “el servicio de identificación policial”, con aval de la judicatura.
El Inglés Sir Francis Galton se aproximó a las ideas de Bertillón, y en la exposición de la salud de 1884 presenta su “laboratorio antropométrico” basa su investigación en la relación del tamaño del cráneo y la longitud del antebrazo con la altura, si bien ocupado en aportaciones a otras ciencias como la estadística, eugenesia, psicología, etc. deja de lado sus estudios en este ámbito.
DACTILOSCOPIA
Aunque el Checo Purkine, William Herschel y Henry Faulds se aproximaron a las ideas de nuestro próximo protagonista, es Juan Vucetih, policía Argentino de origen Astrohúngaro, quien en 1892 logra resolver un crimen mediante el revelado de una huella recogida en el lugar de los hechos, y logra instaurar en Prefectura de Buenos Aires la primera oficina oficial de “reseña Dactiloscópica” mundial, exportando rápidamente la idea al resto del mundo, y que combinado con la irrupción y generalización de la fotografía nos trae al mundo de hoy… Obviando ahora el ADN, situación e identificación digital y otros asuntos, que se merecen otro artículo, terminamos este articulo mencionando que la probabilidad de repetición de una huella dactilar es de 1 entre 64 billones.
Jesús Longueira
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