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domingo, 4 de octubre de 2020

Hoy, sigue presente

Hoy recordamos a los Policías miembros de la escolta del presidente de la Diputación Provincial de Guipúzcoa, Juan María Araluce Villar, el Inspector Luis Francisco Sanz Flores, el subinspector Antonio Palomo Pérez y el Policía Armado Alfredo García González, asesinados por un comando de ETA , el día 4 de octubre de 1976 en San Sebastián. 

A las 14:15 horas del lunes 4 de octubre de 1976, la banda terrorista ETA asesinaba en San Sebastián al presidente de la Diputación de Guipúzcoa, Juan María Araluce Villar, al conductor del coche oficial, José María Elícegui Díaz, y a los tres policías miembros de su escolta, Luis Francisco Sanz Flores, Antonio Palomo Pérez y Alfredo García González. 

Inspector Sanz Flores


La sede de la Diputación estaba a escasos metros del domicilio del presidente, y ese día Juan María Araluce se dirigía, como siempre, a almorzar con su familia tras terminar su jornada habitual de trabajo. 

Subinspector Palomo Pérez


Tras finalizar los ochocientos metros del trayecto, los dos vehículos se detuvieron para que Juan María Araluce se apease. En el momento en que abría la puerta del coche, tres o cuatro terroristas que se encontraban bajo la marquesina de la parada de autobús situada al lado del portal, abrieron fuego con sendas metralletas contra los dos vehículos. Dispararon casi un centenar de proyectiles, matando a los cinco ocupantes de los vehículos e hiriendo a diez transeúntes. A continuación, los asesinos emprendieron la huida en un coche que abandonaron posteriormente. 

Policía García González


El presidente de la Diputación quedó mortalmente herido sobre la acera, con siete impactos de bala -uno en la pierna y seis en el abdomen y el tórax-; el chófer de su automóvil, José María Elícegui Díaz recibió dos impactos de bala en la cabeza. En el otro automóvil, el conductor, el policía Alfredo García González, resultó muerto en el acto, mientras que el inspector Luis Francisco Sanz Flores y el subinspector Antonio Palomo Pérez quedaron gravísimamente heridos, falleciendo poco después. 

Uno de los hijos del presidente de la Diputación que presenció el atentado, al comprobar el estado de su padre y el de sus acompañantes, se puso al volante del propio coche oficial ametrallado y condujo a su padre y al chófer a la residencia sanitaria de la Seguridad Social Nuestra Señora de Aránzazu. El presidente llegó con vida y fue introducido de inmediato en un quirófano para ser intervenido, pero falleció a las 15:20 horas durante la operación. El conductor del vehículo, José María Elícegui, aguantaría a base de transfusiones unas horas más con vida, falleciendo a las 11:20 horas de la noche. Los dos policías de la escolta fueron trasladados en ambulancias al Hospital Provincial, donde ingresaron cadáveres. 

Tres horas y media después de producirse el atentado, sendas llamadas anónimas a la emisora La Voz de Guipúzcoa y al diario La Voz de España reivindicaban en nombre de ETA-V Asamblea, rama militar, el atentado contra el presidente de la Diputación y sus cuatro acompañantes, a los que se refería, despectivamente, como "sus perros guardianes". A última hora de la noche, ETA-V Asamblea lo reivindicaba oficialmente desde Bayona (Francia) a través de varias llamadas a diversos diarios y emisoras de radio. Dos días después, el 6 de octubre, tres terroristas de ETA, de la rama llamada Organización Militar Socialista Revolucionaria Vasca de Liberación leyeron un comunicado en rueda de prensa, que llevaba como título "Ejecución". 

Al día siguiente, 5 de octubre, a las cinco y media de la tarde en la Iglesia-catedral del Buen Pastor se celebró un funeral por las cinco víctimas, concelebrado por el obispo Argaya, el obispo auxiliar Setién, el vicario general y veintisiete sacerdotes. A la misma hora se celebró el entierro de Juan María Araluce en el cementerio de San Sebastián, tras una misa de cuerpo presente en la capilla de San Ignacio. 

A la salida del funeral, unas tres mil personas, iniciaron una manifestación gritando, "Gobierno dimisión", "Ejército al poder", "Ni amnistía ni perdón, ETA al paredón". Posteriormente se dispersaron en grupos que rompieron escaparates y cruzaron coches. Cuando aparecieron los antidisturbios los recibieron con aplausos y vivas. Hubo numerosísimos incidentes hasta bien entrada la noche. 

Por su parte más de mil quinientos funcionarios del Cuerpo General de Policía se congregaban en la madrugada del miércoles día 6 en el kilómetro 28 de la carretera Nacional nº1 Madrid- Irún, junto a las instalaciones deportivas del circuito del Jarama para recibir los féretros de Antonio Palomo y Luis Francisco Sanz, dos de los escoltas de Juan María Araluce asesinados. 

Desde las once de la noche fueron llegando a aquel lugar numerosos coches radio patrullas y vehículos particulares hasta un número que se cifraba en cerca de quinientos. Los inspectores, a quienes acompañaban también miembros de la Policía Armada y de la Guardia Civil, se mostraron indignados por los asesinatos de sus compañeros Flores, Palomo y García, esperando a pie firme, fuera de sus coches, la llegada de los restos mortales de sus compañeros para rendirles los últimos honores. Entre los asistentes se encontraban asimismo altos jefes de la Dirección General de Seguridad y varios comisarios. 

A las dos de la madrugada se personó en el lugar el Gobernador Civil, acompañado del Jefe Superior de Policía de Madrid. Los funcionarios explicaron al Gobernador Civil su intención de trasladar los restos mortales de sus compañeros al salón de Canalejas de la Dirección General de Seguridad e instalar allí la capilla ardiente, manifestándole su disconformidad ante los propósitos oficiales de instalar la capilla ardiente de Francisco Sainz Flores en los locales funerarios de la calle de Galileo y la de Antonio Palomo Pérez en el domicilio de sus padres en el pueblo de Vallecas. Los funcionarios expresaron al Gobernador que así se había hecho otras veces y que sus compañeros asesinados eran también dignos de los máximos honores. 

Tras un largo y tenso diálogo, el Gobernador Civil propuso instalar la capilla ardiente de los dos policías en la sede del Gobierno Civil y desde esos momentos se iniciaron los preparativos en esas dependencias para recibir a los féretros. Pasadas las cuatro de la madrugada llegó al kilómetro 28 de la carretera de Irún la comitiva fúnebre. 

Desde este punto se inició una impresionante marcha que ocupaba unos cinco kilómetros de vehículos. Despacio y en silencio emprendieron su entrada a Madrid por la avenida del Generalísimo. Los coches radio patrullas pusieron en funcionamiento los aparatos de destellos luminosos y al pasar ante la sede de Presidencia del Gobierno hicieron funcionar las sirenas y accionaron los cláxones de los vehículos en señal de protesta. Al llegar a la Puerta del Sol, en un momento de gran emotividad, los funcionarios detuvieron la comitiva y por iniciativa propia sacaron los féretros y los introdujeron en la Dirección General de Seguridad. Momentos después fueron trasladados desde el Gobierno Civil los candelabros y ornamentos al salón de Canalejas donde quedó instalada la capilla ardiente. 

Una impresionante y emotiva manifestación de duelo, constituyó ese miércoles día 6 a la mañana el sepelio de los inspectores Francisco Sáenz Flores y Antonio Palomo Pérez. Una vez más el pueblo de Madrid se lanzó a la calle para testimoniar, junto a miembros del Cuerpo General de Policía, Policía Armada y Guardia Civil, que asistieron al acto, su indignación y repulsa por el atentado terrorista. Varios miles de personas se congregaron a media mañana en la Puerta del Sol para acompañar en su último viaje a los dos agentes del Orden vilmente asesinados en el cumplimiento de su deber. La plaza madrileña y sus calles adyacentes se encontraban abarrotadas de público que mostró su pesar respetuosamente, cuando a hombros de sus compañeros fueron sacados de la Dirección General de Seguridad los féretros con los restos mortales de los policías. No hubo gritos. No hubo palabras entre los asistentes. Tan sólo una interminable, sentida y cariñosa ovación de los millares de asistentes con la que despidieron a los dos policías en el kilómetro cero de todas las Españas. 

Horas antes, a las nueve de la mañana, se había celebrado en el salón Canalejas de la Dirección General de Seguridad, un funeral de "corpore in sepulto" por el alma de los dos policías asesinados. Hora y media después, el capellán de la Dirección General de Seguridad, Padre Godoy, ofició otra misa "de "corpore in sepulto" en el mismo salón de Canalejas. A la ceremonia asistieron, junto con los padres, hermanos, familiares, amigos y compañeros de los difuntos, el Ministro de la Gobernación, el Subsecretario, el Gobernador Civil, el Director General de Seguridad y altos mandos de la Guardia Civil, Policía Armada y Dirección General de Seguridad. El sacerdote destacó en la homilía la necesidad de comprensión y perdón y añadió que así como la semilla de Cristo había sido la salvación del género humano, esperaba que la sangre de estos mártires lo fuera también. En el transcurso del acto religioso, varios familiares de las víctimas tuvieron que ser atendidos por funcionarios de policía al sufrir mareos y síncopes por el dolor que les embargaba. 

Finalizado el acto religioso, los féretros cubiertos con la bandera nacional, fueron sacados a hombros de sus compañeros. La multitud irrumpió en aplausos unánimemente, con respeto y en silencio. Con los ataúdes» a hombros, se inició el cortejo fúnebre por las calles de Carretas, plaza de Jacinto Benavente y calle de Atocha donde ante la iglesia de Santa Cruz fue rezado un responso para con posterioridad introducir los ataúdes en dos furgones fúnebres 

El padre Godoy, despidió a la comitiva con un sonoro "Viva España" que fue coreado por todos los asistentes. 

Durante el recorrido, centenares de funcionarios del Cuerpo General de Policía caminaron en silencio, luciendo en sus solapas la insignia-distintivo del Cuerpo. Varios grupos entonaron el "Cara el Sol" y se escucharon gritos contra los asesinos y pidiendo justicia; vivas a la Policía y al Ejército y otros pidiendo la inmediata dimisión del Gobierno. A su paso por estas calles, el público que se encontraba en las aceras aplaudió calurosamente a los féretros que contenían los restos mortales de los dos asesinados. 

Los restos mortales del inspector Luis Francisco Sanz Flores fueron trasladados a la Sacramental de San Justo, donde llegaron pasadas las doce del mediodía, acompañados de una comitiva de más de dos mil personas, entre las que figuraba el Alcalde de Madrid. El féretro fue trasladado hasta el sepulcro a hombros de sus compañeros donde don Luis Francisco Sanz recibió cristiana sepultura y fueron depositadas numerosas coronas de flores. Varios de los asistentes entonaron el "Cara el Sol". 

Media hora más tarde, llegó a la iglesia de San Pedro Advínculo en el pueblo de Vallecas, la comitiva que acompañaba los restos mortales del subinspector Antonio Palomo Pérez, integrada por unas dos mil personas, entre las que figuraban el Gobernador Civil, el Presidente de la Diputación y el Subinspector General de la Policía Armada así como un furgón con varias coronas de flores. El féretro fue colocado ante la iglesia donde se rezó un responso. Posteriormente fue trasladado a hombros hasta el cementerio del antiguo pueblo de Vallecas. Varios de los asistentes pronunciaron diversos gritos pidiendo la dimisión del Gobierno y recabando justicia para los asesinos y protección para las Fuerzas del Orden. 

Por otra parte de madrugada llegaron a su pueblo natal, Lago de Babia los restos mortales del Policía Armada, Alfredo García González, muerto también en el atentado de San Sebastián. 

A pesar de la hora intempestiva, esperaba todo el vecindario de Lago en la calle, así como una sección de la Policía Armada de León. 

El funeral y sepelio de la víctima se verificó a las cuatro de la tarde, con asistencia del Gobernador Civil, general de la Guardia Civil y otras autoridades, así como representaciones de la policía armada y la guardia civil de León. 

Juan María Araluce Villar, de 59 años, era presidente de la Diputación de Guipúzcoa, consejero del Reino y procurador en Cortes. Había nacido en Santurce (Vizcaya), estaba casado con María Teresa Letamendía, de 56 años, y era padre de nueve hijos. Combatió durante la Guerra Civil como teniente piloto de aviación de caza. En 1947 obtuvo por oposición la notaría de Tolosa y desde 1968 ocupaba el cargo de presidente de la Diputación guipuzcoana. 

Luis Francisco Sanz Flores, inspector de Policía y escolta del presidente de la Diputación de Guipúzcoa, cumplía 25 años al día siguiente de ser asesinado. Natural de Madrid, se había casado con una donostiarra, quince días antes del atentado que le costó la vida. 

Antonio Palomo Pérez, subinspector de Policía, era miembro de la escolta de Juan María Araluce. Natural de Osuna (Sevilla), tenía 24 años y estaba soltero. Fue enterrado en Madrid junto a su compañero, Luis Francisco Sanz Flores. 

Alfredo García González, Policía Armado, era el conductor del coche de escolta de Juan María Araluce. Natural de Lago de Babia (León), tenía 29 años y estaba soltero. Tras el funeral en León, más de cuatro mil personas se manifestaron en silencio por la ciudad. 

José María Elícegui Díaz, conductor del vehículo oficial del presidente de la Diputación de Guipúzcoa, tenía 25 años. El día que lo asesinaron, era su último día de trabajo como chófer, puesto en el que llevaba un año como interino sustituyendo al anterior conductor cuando éste se jubiló. Sobrevivió unas horas al atentado, falleciendo a las once y veinte de la noche del mismo 4 de octubre tras ser sometido a varias transfusiones de sangre. Tenía pensado casarse en los próximos meses. Su funeral se celebró el 6 de octubre en Pasajes, localidad próxima a San Sebastián. 

¡¡Dulce et decorum est pro patria mori!! 





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