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jueves, 1 de octubre de 2020

Hoy, sigue presente

Hoy recordamos a los Policías Armados Joaquín Alonso Bajo, Antonio Fernández Ferreiro y Agustín Ginés Navarro, asesinados por comandos de los GRAPO el día primero de octubre de 1975, quedando herido de extrema gravedad un cuarto Policía Armado, Miguel Castilla Martín, que fallecería el día 8 de octubre. 

Pocas horas antes de que comenzase la gran manifestación de apoyo al régimen del Generalísimo Franco, convocada en la plaza de Oriente de Madrid, el día uno de octubre de 1975, 39 aniversario de la exaltación de Caudillo Franco a la Jefatura del Estado, cuatro atentados realizados de forma simultánea en distintas barriadas de Madrid, dejaban como trágico balance el asesinato de tres Policías Armados y a un cuatro agente en estado gravísimo.

Policía Alonso Bajo


Los cuatro atentados iban a dar nombre a una siniestra banda de asesinos extorsionadores marxistas y antiespañoles, los GRAPO (Grupos de resistencia antifascistas Primero de Octubre), que desde esos momentos se sumaría a la trágica historia asesina del terrorismo español. 

El primer de los atentados tuvo lugar en la calle Agustín de Foxá, entre la estación de Chamartín y las dependencias del diario Ya, y ante una sucursal que la caja de ahorros de Madrid tenía en dicha calle, donde cumplía su labor de protección y vigilancia el Policía Armado Miguel Castilla Martín. Eran las nueve y cuarto de la mañana, cuando en la puerta de la entidad crediticia apareció un joven armado con una pistola y dirigiéndose en dirección a donde estaba el policía comenzó a disparar. Uno de los disparos alcanzó a Miguel Castilla en la cabeza y cuando este se desplomaba, el terrorista continuó disparando, hiriendo levemente a un cliente en una ceja. A continuación se dio a la fuga hacia un vehículo Renault 12, de color verde, que le esperaba frente al número 26 de la calle con el motor en marcha y ocupado por dos jóvenes. Según averiguó la policía, posteriormente, los terroristas que dispararon contra el agente del orden eran Abelardo Collazo Araujo, autor de los disparos, José Balmón Castell y otro miembro que actuaba como conductor. 

Policía Fernández Ferreiro


Pocos minutos después, en la calle Valmojado del barrio de Aluche, dos individuos que viajaban en un SEAT 127, entraron en las oficinas del banco Occidental y dispararon por la espalda, con una escopeta de cañones recortados, contra el Policía Armado Joaquín Alonso Bajo, que se encontraba en esos momentos de espaldas a la puerta de entrada y apoyado al mostrador. Los asaltantes hicieron contra el Policía dos disparos a bocajarro que le alcanzaron en la cabeza y espalda, huyendo a continuación de forma precipitada. El Policía Armado Alonso Bajo falleció en el acto y su cuerpo fue trasladado en un vehículo policial al hospital Militar Gómez Ulla. Joaquín Alonso Bajo fue asesinado por Manuel Gil Araujo y por Fernando Hierro Chomón, autor de los disparos de escopeta de cañón recortado, que acabaron con la vida del servidor del orden público. 

Policía Ginés Navarro


A las nueve y veinte de la mañana, dos individuos jóvenes penetraban en la sucursal del banco Español de Crédito, situada en la calle del marqués de Corbera 37, en el barrio de La Elipa y disparaban contra el Policía Armada de servicio, Antonio Fernández Ferreiro, al que le causaron la muerte instantánea. Los asesinos dispararon varios tiros contra el agente, uno de los cuales le entró por la boca. El servidor del orden se hallaba leyendo el periódico, apoyado en el mostrador del banco, cuando penetraron los dos terroristas. Uno de ellos amenazó a los empleados y el otro disparó con el policía. Inmediatamente después los criminales huyeron en un automóvil color rojo. La Policía, tras arduas investigaciones, conocería que los asesinos del Policía Armado Fernández Ferreiro, fueron Eugenio Jesús Bueno de Pablos, autor de los disparos, José María Sánchez Casas y Juan Carlos Delgado de Codex, jefe del comando. 

Sobre las nueve y media de la mañana, en otra sucursal del banco Español de Crédito, esta situada en la Avenida del Mediterráneo, se registraba un cuarto atentado. Dos jóvenes de poco más de veinte años, entraban en la entidad bancaria y disparaban contra el Policía Armado Agustín Ginés Navarro de servicio en la misma y le causaban la muerte instantánea. La Policía identificaría posteriormente a Enrique Fernando Cerdán Calixto, como autor de los disparos y jefe del comando y un estudiante perteneciente a la Organización democrática de estudiantes antifascistas (ODEA), Francisco Brotons Beneyto, que actuó como conductor. 

Los féretros de los tres Policías Armados asesinados, fueron trasladados a la Academia Especial de Policía Armada, situada en Canillas, donde quedó instalada la capilla ardiente y a la que llegaron a hombros del capitán General de Madrid Teniente General Campano, General Inspector de la Policía Armada Tomé Marín, director General de la Guardia Civil, general Vega Rodríguez, Gobernador Civil de Madrid, Jesús López Cancio y por el Jefe Superior de Policía Federico Quintero. Los féretros iban cubiertos con la bandera Nacional. 

A las once de la mañana del día siguiente, alrededor de cinco mil personas asistían al funeral por el alma de los tres policías armados asesinados. Varias compañías de Policía Armada formaron en el gran patio de la Academia, delante de los féretros que estaban cubiertos con la Bandera Nacional y las gorras de cada uno de los Policías y que se colocaron ante el Altar desde donde se iba a oficiar el Santo Sacrificio de la Misa. 

Presidió el funeral, el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, que se hallaba acompañado por todo su gobierno, a excepción del Ministro de Asuntos Exteriores que se encontraba de viaje en Estados Unidos. Igualmente estaban presentes el presidente de la Cortes, del Consejo del Reino, del Tribunal Supremo, Capitán General de la I Región Militar, Campano López, consejeros de Reino, Consejeros Nacionales, Procuradores en cortes, los antiguos ministros Raimundo y Nemesio Fernández Cuesta, así como otras autoridades civiles y militares, La mayoría de los asistentes eran miembros de las Fuerzas del Orden Público, así como grupos que lucían pegatinas de Fuerza Nueva con los colores de la Bandera de España. 

Finalizada la Santa Misa varios miles de personas se agolparon alrededor de la presidencia del acto. Distintas comisiones militares, así como varias compañías de la Policía Armada y una compañía de la Guardia Civil, se hallaban formadas en el centro del patio. El Presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, impuso a los tres Policías asesinados, la medalla, de oro al Mérito Policial a título póstumo, concedida por el ministro de la Gobernación. Fue un momento de gran emoción ante los desconsolados lloros de los familiares y compañeros de las víctimas. 

Por los altavoces de la Academia se dio orden de que se iniciase el desfile de las fuerzas ante los féretros. En el momento en que el presidente del Gobierno subía la escalinata principal de la academia para presidir desde allí el desfile de las Fuerzas, la multitud comenzó a dar vívas y arribas a España, vivas a Franco, al Ejército y a la Policía. 

Tras entonar el Himno del Cuerpo, las Fuerzas de la Policía Armada con banda de cornetas tambores y música y la Guardia Civil desfilaron ante los féretros, para hacerlo después una ingente cantidad de personas. Los momentos fueron de especial tensión al arreciar los gritos contra el gobierno, teniendo que establecer, por parte de fuerzas de la Policía, un cordón de seguridad a fin de que el soliviantado público no llegase hasta donde se hallaban situados los miembros del gobierno. 

Las compañías de Policía Armada, que habían comenzado a desfilar tuvieron que disolverse para montar una cadena de protección. Paracaidistas, Marineros, Policías Armados y Guardias Civiles, sostenían los féretros, ante los que, dificultosamente, se pudo continuar el desfile. 

El General Subinspector de la Policía Chicharro, fue izado a hombros por un grupo de asistentes. Se entonó el Cara al Sol, para posteriormente corear gritos de “indulto no, justicia si”: “Eta y Frap al paredón”, “mano dura al terrorismo”. 

Los asistentes desfilaron ante los tres féretros con el brazo en alto. Posteriormente salieron de la academia las tres comitivas fúnebres con destino, una, al cementerio de la Almudena de Madrid con los restos mortales de Agustín Ginés; los de Joaquín Alonso irían al cementerio de Carabanchel y la que contenía el cadáver de Antonio Fernández Ferreiro partió hacia La Coruña. Antonio Fernández Ferreiro tenía veintitrés años, estaba soltero y llevaba poco menos de un año en el Cuerpo. El cabo Joaquín Alonso Bajo, de treinta y tres años de edad, estaba casado y dejaba una hija de dos años. Por su parte Agustín Ginés Navarro, estaba casado y dejaba dos hijos de corta edad. 

Más tarde miles de personas que portaban banderas nacionales se congregaron en la puerta del Sol, delante del edificio de la Dirección General de Seguridad, Los manifestantes, entre los que figuraban numerosos miembros de la Policía Armada francos de servicio, corearon gritos con “España unida jamás será vencida” “Franco si comunismo no”, dando vivas a España, Franco, Ejercito, Policía Armada y Guardia Civil. Se entonaron el himno del cuerpo y el Cara al sol. El coronel jefe de la Circunscripción de Madrid de la Policía Armada, dirigió unas palabras a los manifestantes agradeciéndoles el comportamiento pacífico y su gran apoyo. Se volvió a entonar el Himno del cuerpo y los manifestantes se disolvieron minutos de después 

La Coruña, unánimemente, con su alcalde Jaime Hervada en primera línea, asistió al entierro del Policía Armado Antonio Fernández Ferreiro. A la una de la tarde del viernes día 3 de octubre, en el acuartelamiento de la Policía Armada, situado en la calle del General Sanjurjo y donde se había establecido la capilla ardiente, tuvo lugar una Misa corpore insepulto por el eterno descanso del policía. Al acto asistieron las primeras autoridades civiles y militares de La Coruña, así como los padres y familiares del malogrado servidor del orden. Ofició la Misa el Teniente Vicario Castrense que resaltó el ejemplo de heroísmo que ofrecían las Fuerzas del Orden Público. ”Los españoles”, dijo, “no podemos consentir que el comunismo y los terroristas nos arrebaten el amor a Dios y a nuestros valores espirituales y eternos”. Puso de ejemplo de caridad cristina a la madre del policía asesinado, Concepción Ferreiro, que había perdonado al asesino de su hijo pero pedía a Dios que acabase esa locura. 

Finalizada la Santa Misa, se formó la comitiva que cruzando diversas calles llegó hasta la plaza de María Pita donde delante del Ayuntamiento se habían concentrado miles de personas para tributar un sencillo homenaje de cariño al policía asesinado y a la propia Policía Armada. 

En la puerta del Palacio Municipal se rezó un responso. En ese momento el ataúd fue cargado a hombros por el alcalde de la ciudad Jaime Hervada y sus concejales, iniciado así la marcha a pie desde el Ayuntamiento al cementerio de San Amaro, turnándose por relevos, para portar el féretro de Antonio Fernández Ferreiro, compañeros de la Policía Gubernativa, Policía Armada, Guardia Civil, Policía Municipal y agrupaciones del Movimiento. Abrían la marcha más de treinta coronas que eran portadas por miembros de las Fuerzas Armadas. 

La impresionante manifestación que acompañaban los restos del malogrado Policía Armado llegó hasta el cementerio de San Amaro. En el duelo figuraban los padres de Antonio, Capitán General accidental de la Octava Región Militar, General de División Franco González Llanos, Gobernador Civil, Vaquer Salort, alcalde de la ciudad, Hervada Fernández-España, presidente de la Diputación, Rodríguez Madero, Presidente de la Audiencia, De la Torre y representaciones de los tres Ejércitos, Cuerpo General de Policía, Policía Armada, Guardia Civil y todas la autoridades regionales, provinciales y locales. 

En el momento de introducir en el nicho el ataúd que contenía los restos del policía Antonio Fernández Ferreiro se rezó un responso y la multitud dio vivas a España, Franco, a la Policía, pronunciando igualmente frases contra los asesinos terroristas, Con la entonación del Cara al Sol finalizó la luctuosa jornada y la multitud se dispersó sin incidentes. 

¡¡Dulce et decorum est pro patria mori!! 




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