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sábado, 19 de septiembre de 2020

Los misterios que rodean el asesinato del Presidente José Canalejas

Poco antes de las 11,30 de la mañana, del martes 12 de noviembre de 1912, el Presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas Méndez, caía abatido por una bala anarquista, traidora y asesina, frente a la prestigiosa librería madrileña “San Martín”, situada en la Puerta del Sol, a escasos metros de la Real Casa de Correos.

Aquella fatídica mañana, el Presidente se había entrevistado con el Rey Alfonso XIII en el Palacio Real, regresando de nuevo a su domicilio en la calle Huertas nº 13, de donde salió con dirección al Ministerio de la Gobernación, escoltado, a un prudente distancia, por Agentes del Cuerpo de Vigilancia, pertenecientes a la escolta presidencial o “Ronda del Presidente”. 

El cuerpo de José Cnalejas yace sin vida ante la librería San Martín (prensa de la época)

La escolta, estaba compuesta por los Agentes Leonardo Borrego -alguno lo refiere como Inspector y de nombre Eduardo-, José Martínez y Demetrio Benavides, quienes caminaban distanciados del Presidente, yendo uno de ellos delante para asegurar el itinerario, comprobando que no existía novedad alguna, y los otros dos, ligeramente retrasados. 

Al llegar a la Puerta del Sol, José Canalejas se detuvo ante el escaparate de la librería “San Martín” que, por aquellas fechas, abría sus puertas en esta céntrica plaza madrileña. Fue entonces, cuando un hombre de aspecto joven que vestía gabán gris, pantalón azul marino y que llevaba un sombrero flexible de color negro, se acercó al presidente. A continuación, casi apoyándose en su hombro, le hizo un disparo con una pistola Browning, alcanzándolo en la cabeza. El criminal efectuó un segundo disparo, incluso un tercero que impactó en el escaparate de la librería y al ver que el señor Canalejas ya había caído al suelo y que la gente se arremolinaba a su alrededor, trato de huir del lugar de los hechos. 

Ante esta situación, el Agente Borrego, se abalanzó contra el agresor, reduciéndolo a bastonazos lo que no impidió que abriese fuego contra el policía al que no alcanzó. Viéndose entonces cercado y en la disyuntiva de ser detenido, optó por suicidarse, disparándose en la sien derecha. 

El autor de este execrable crimen fue identificado como Manuel Pardiñas Serrano, nacido en El Grado (Huesca), el 1 de enero de 1886, de filiación anarquista. 

El cuerpo del Presidente fue trasladado por dos Guardias del Cuerpo de Seguridad, de servicio en el Ministerio de la Gobernación, y dos Guardias Municipales al interior de la Real Casa de Correos donde fue atendido, en primera instancia, por dos facultativos que no pudieron hacer otra cosa que certificar su fallecimiento al ser atravesada la médula por uno de los proyectiles que resultó mortal de necesidad. 

Hasta aquí la narración fría de aquel magnicidio y la reacción del agresor que fallecería tres horas después en la Casa de Socorro del Distrito de Centro, sin haber recobrado el conocimiento. Así lo narra no solo la distinta bibliografía que aborda este asunto, sino también la prensa de la época y otros estudios realizados. 

Por supuesto, al igual que ha sucedido a lo largo de otros instantes de la Historia de España, este atentado sirvió para que la prensa volviese su dedo inquisidor contra la Policía y, de manera especial, contra la Sección Especial de Anarquismo a la que tildó de ineptos e incompetentes, acusándolos de permitir que destacados ácratas, de sobra conocidos, paseasen impunemente por las calles del centro de Madrid sin que fuesen identificados por los Agentes encargados de su represión que ni tan siquiera los conocían. 

Sin embargo, detrás de este vil atentado, que podría interpretarse, a primera vista, como la acción de una especie de “lobo solitario”, quedan algunos misterios, incluso coincidencias, que lo rodean que merecen la pena ser destacadas. 

Creemos que, para mejor analizar este asunto, tal vez convenga comenzar por los aspectos meramente policiales. Manuel Pardiñas Serrano, era un conocido y peligroso activista ácrata que, por sus actividades extremistas, había sido expulsado de Argentina, trasladándose a Tampa (Florida-Estados Unidos), desde donde se trasladó a Francia. 

Al abandonar Argentina, la Policía de aquel país hermano, remitió a la española -algunos señalan que por medio de la francesa- una fotografía, de frente y perfil, del individuo en cuestión que fue rápidamente distribuida entre el personal perteneciente a la Sección Especial de Anarquismo y, más tarde, como refiere el Comisario Comín Colomer en su magnífico libro “Seis magnicidios políticos” (Editorial San Martín), a las Rondas del Rey y del Presidente del Consejo de Ministros, servicios policiales encargados de la protección tanto de la Real familia como del Presidente del Consejo de Ministros, con el fin de que estuviesen prevenidos. 

Se sabe, como se ha dicho, que Pardiñas se trasladó desde Tampa a Burdeos, paso intermedio antes de internarse en España y que detectada su presencia en Francia, se comisiona al Agente Armiñán del Cuerpo de Vigilancia, con el fin de no perder la pista del anarquista y controlar todos los movimientos que ejecutase en el vecino país. 

Extrañamente, este Agente, abandona el seguimiento, permitiendo que el anarquista entre en España, donde se le pierde la pista. Hay quien señala que a este policía se le ordenó abandonar el servicio que tenía encomendado, si bien, tampoco se aclara de donde partió esa orden caso de ser veraz esta información. 

Es muy posible que esta medida se debiese al hecho de que la presencia de este Agente, infiltrado en los círculos anarquistas próximos a los que rodeaban a Pardiñas en Burdeos, fuese detectada y para evitar ser descubierto abandonase el seguimiento, pese a que no hemos encontrado dato alguno que refrende esta afirmación. 

Sin embargo, de la contrariedad que mostró Canalejas al conocer que Pardiñas había logrado eludir el control policial, si existe constancia a través de las propias palabras de su viuda, quien aseguró que su marido se encontraba muy preocupado por este motivo en los días previos a su asesinato, circunstancia que le refirió en una conversación privada entre ambos, lamentándose de que como era posible que un policía, que tenía esa misión asignada, la abandonase sin motivo aparente, permitiendo desaparecer a un peligroso individuo y añadiendo, como una funesta premonición, “tengo el convencimiento de que nos dará algún disgusto serio”. 

Por otra parte, al parecer, en diferentes mentideros madrileños, corría, “sotto voce”, el rumor en aquellos días, sobre la posibilidad de que se perpetrase un atentado contra el Presidente; igualmente, se afirma que Canalejas había recibido varios anónimos amenazándolo gravemente, incluso, en uno de ellos, se le condenaba explícitamente a muerte. De hecho, tres días antes, citó en su domicilio al Obispo de Madrid-Alcalá para que lo recibiese en confesión, suponemos que, ante el temor cierto de un posible atentado contra su vida, con el fin de poner al día sus cuentas personales con el Todopoderoso. De igual modo, algunas fuentes señalan que varios miembros del Consejo de Ministros recibieron cartas en las que se advertía del serio riesgo que corría la vida del Presidente. 

Llama la atención que, con estos antecedentes, la Sección Especial contra el Anarquismo, Unidad policial del Cuerpo de Vigilancia encargada de la represión de estos delitos, y, de manera especial, la Ronda del Presidente no adoptasen otro tipo de medidas en previsión de un posible atentado. 

Se ha comentado que, efectivamente, Canalejas no gustaba de verse rodeado de policías ni que su escolta personal fuese notablemente ostensible, sin embargo, con los antecedentes que obraban en poder de la Policía -entrada a España de Pardiñas, amenazas contra la persona del Presidente e incluso lo que se comentaba en los mentideros madrileños- creemos que se debieron adoptar otras medidas de protección. 

Lo notorio de esta falta elemental de medidas de protección a la segunda Autoridad de la Nación queda palmariamente puesta de manifiesto en unas declaraciones hechas por el Presidente de la Comisión de Presupuestos, Suárez Inclán, quien refiere que paseando una tarde, al salir del Congreso, por las calles de Madrid, acompañando a Canalejas, se les acercó un individuo de muy mal aspecto a pedirles una limosna sin que nadie lo impidiese, prueba inequívoca de que la escolta no lo acompañaba. 

De acuerdo con lo que refiere el Comisario Comín Colomer en su libro ya citado, la Ronda del Presidente había establecido, al menos aquel día, una especie de cápsula de protección en torno a su persona, contando con el concurso de los tres Agentes ya citados, uno situado en vanguardia con el fin de detectar cualquier situación de riesgo previa al paso en el itinerario seguido por el Presidente, al parecer siempre el mismo e incluso con las mismas paradas, y dos a retaguardia manteniendo cierta distancia con relación al protegido. 

En un principio, siempre y cuando la distancia entre el protegido y sus escoltas fuese razonablemente próxima, permitiendo la intervención de los protectores ante una situación de riesgo inminente, podríamos entender que el dispositivo se encontraba bien articulado ya que, por una parte, el Agente situado en vanguardia podría volver sobre sus pasos, caso de encontrarse con algún elemento hostil, procediendo a evacuar al Presidente por un itinerario alternativo establecido de antemano y, de otra, los dos que caminaban próximos a Canalejas podrían actuar con rapidez en el supuesto de detectar la presencia o los movimientos de algún sospechoso. Sin embargo, no fue así. 

Evidentemente, a tenor de lo que refiere la prensa y demás estudiosos, la distancia entre el Presidente y sus protectores debía ser bastante, toda vez que del Agente que marchaba en vanguardia nadie hace referencia ni tan siquiera tras la comisión del atentado, como tampoco la hace del tercero de los protectores, refiriendo solamente la intervención de Borrego que actúa después de que Pardiñas hubiese efectuado tres disparos, apoyándose prácticamente en el hombro de Canalejas. Sin embargo, en las declaraciones efectuadas a lo largo del proceso, los dos Agentes que marchaban detrás del Presidente, señalan que se encontraban a cinco pasos de él, algo que nos parece más que improbable a tenor de lo sucedido, en tanto que el que iba en vanguardia se encontraba ya en la puerta de la Real Casa de Correos y ni tan siquiera participó en la recogida del cuerpo de Canalejas tras el atentado. 

De hecho, en lo que a intervención policial se refiere, la prensa cita, tan solo, además de la actuación del Inspector o Agente Borrego, a los cuatro Guardias que retiran el cuerpo del Presidente al interior del Ministerio de la Gobernación, señalando, erróneamente, que los cuatro pertenecen al Cuerpo de Seguridad -algunos los refieren como del ya inexistente de Orden Público-, cuando en realidad dos de ellos si pertenecían al citado Cuerpo de Seguridad, en tanto que los otros dos eran miembros de la Guardia Municipal del Ayuntamiento de Madrid. 

De igual modo, algunas de las fuentes refieren a una testigo que declaró haber observado, el día anterior al magnicidio, los movimientos de un individuo que le despertó sospechas, vigilando el exterior del chalet del escultor Mariano Benlliure, situado en la calle Abascal de Madrid, a donde aquella tarde concurrió la esposa del Presidente. Incluso, otras fuentes refieren que, aquella noche del 11 de noviembre, Pardiñas logró eludir a la Policía que a punto estuvo de detenerlo. Todo parece indicar, por tanto, que, pese a la grave situación de riesgo, las medidas no fueron adoptadas debidamente. 

Otra de las incógnitas con la que nos encontramos, se deriva de la lectura atenta de las informaciones facilitadas por la prensa de la época y de los documentados trabajos de algunos de los autores que tratan sobre este magnicidio, quienes aseguran que el tal Pardiñas no se encontraba solo, aquella mañana, en la Puerta del Sol, incluso alguno señala que estaba acompañado de una mujer. Sorprendentemente, en las investigaciones ulteriores, estas afirmaciones pasan desapercibidas ya que en ninguna parte hemos encontrado referencia alguna a que se siguiese esta línea de investigación y, de haberla seguido, desconocemos que resultado dieron las gestiones practicadas. 

Otro de los aspectos oscuros en este espinoso asunto, lo menciona el también Comisario Principal Antonio Viqueira en su magnífico libro “Historia y anecdotario de la Policía Española 1833-1931” (Editorial San Martín), quien señala que el atentado que le costó la vida a José Canalejas fue casual, ya que en realidad Pardiñas aguardaba el paso del Rey Alfonso XIII, camino del Retiro, a donde se dirigía a inaugurar una exposición, para atentar contra él. Fue en esta espera cuando el anarquista se percató de la presencia del Presidente y perpetró el atentado que costó la vida al político. 

Este extremo se ha descartado ya que, según algunos historiadores, la decisión de asesinar a Canalejas había partido de una reunión del comité anarquista internacional celebrada en Tampa donde, si bien es verdad que previamente se había valorado la posibilidad de atentar contra Alfonso XIII también, esta se descartó por la poca rentabilidad política que tendría este hecho en contraposición con la causada, caso de ser asesinado Canalejas, hecho este que también serviría para causar un daño irreparable a la Corona. 

Cabe preguntarse, porqué Canalejas, hombre tolerante, amante de las libertades, defensor incluso de Ferrer Guardia y promotor de la llamada “Ley del candado” que limitaba el poder religioso en España y la proliferación de los Ordenes y Comunidades católicas, autorizando la publicidad de otras confesiones ajenas a la oficial, podía ser objetivo de una acción terrorista. 

Pues bien, quizás las claves que lo expliquen pasen por analizar algunos factores que nos permitan profundizar en la situación de aquel momento histórico. 

Comín Colomer en su trabajo, señala, por el contra, que la orden para ejecutar el magnicidio partió de una reunión celebrada, en Burdeos, en los primeros meses de 1912, a la que concurrieron, además de significados anarquistas, representantes de importantes empresas extranjeras que, a la postre, fueron las que financian la acción, citando, entre ellas, a LIverpoll Bank y a Cartier, vinculadas al Centro de Hombres Libres de Paris, una organización masónico-carbonaria. 

El motivo de esta orden se justifica en los planes de este importante trust económico internacional, no ajeno, como hemos dicho, a la francmasonería, que pretendía llevar adelante una huelga ferroviaria mundial, con el fin de hacer que la bolsa se desplomase en varios países lo que les permitiría realizar una operación bursátil que les produciría pingües beneficios. 

En España, esta huelga general del ferrocarril resultó un fracaso, minimizándose sus letales efectos merced a la aplicación de la llamada Ley del Brazalete, que, impulsada por Canalejas, permitió la movilización de varias quintas ya licenciadas que habían servido en el Regimiento de Ferrocarriles y que quedaron militarizadas y a los que se dotó de un brazalete como distintivo de su sujeción al Código de Justicia Militar. Aquella operación, colocó al Presidente en el ojo del huracán, lo que motivó que se contase con el concurso de los anarquistas, asesinos a sueldo y al servicio de la oligarquía económica, para perpetrar el atentado. 

Pero, todavía queda por analizar la situación de Marruecos cada vez más enrarecida por la pretensión francesa de ocupar militarmente el territorio marroquí, tratando de limitar más nuestra presencia en aquel territorio, especialmente en la fachada próxima a Canarias, con relación a lo pactado entre 1902 y 1904 y refrendado en la Conferencia de Algeciras de 1906. 

En 1911, Francia, de manera unilateral, ocupa militarmente la plaza de Fez, aduciendo graves disturbios y la petición de ayuda del Sultán. A la vista de que se conculcaba, de esta forma, lo acordado en la Conferencia de Algeciras, el gobierno español ordenó a la Infantería de Marina que ocupase las plazas de Larache y Alcazarquivir, algo que causó profundo malestar en los franceses que pretendían hacerse con la totalidad del territorio marroquí. 

Por tanto, parece que nos encontramos ante un contubernio en el que intervinieron, de una parte, los francmasones; de otra, la oligarquía capitalista, además de las connotaciones que podamos encontrar en la actitud francesa, contando, como en otras ocasiones de nuestra historia, con el concurso del terrorismo internacional, en este caso representado por los anarquistas. 

Sin embargo, creemos que no debemos dejar pasar la ocasión para efectuar un breve ejercicio de “memoria democrática”, como gusta llamar a los socialistas, y que creemos no se puede pasar por alto. Se trata de un dato, interesadamente ocultado, del que, en su día, se hizo eco el semanario “El Dominó Negro”, en el que refiere que el día 11 de noviembre, el día anterior al asesinato de Canalejas, el anarquista Pardiñas fue visto por el Catedrático de la Universidad Central, Antonio Ballesteros, paseando por la plaza del Dos de Mayo y por la calle de San Andrés, en compañía del fundador del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pablo Iglesias Posee. 

No hay que olvidar que el citado Pablo Iglesias, en julio de 1910, desde la tribuna de oradores del Congreso de Diputados en el que ocupaba escaño, amenazó de muerte al también diputado Antonio Maura, señalando “los elementos proletarios (…) hemos llegado al extremo de considerar que antes que S.S. suba al Poder debemos llegar hasta el atentado personal". Curiosamente, tan solo quince días después, el 22 de julio, cuando Antonio Maura se encontraba en la Estación de Francia de Barcelona, en unión de su familia, recibió tres disparos que fueron efectuados por Manuel Posa Roca, probablemente de filiación anarquista y próximo a la Casa del Pueblo de Barcelona. 

Ciertamente, no insinuamos que Pablo Iglesias tuviese una relación directa con ambos atentados, pero ahí quedan ambos datos, poco divulgados por los medios de comunicación, incluso por muchos de los estudiosos de este asunto, para una libre interpretación. 

Si cabe señalar que, el precitado Pablo Iglesias, goza de todos los predicamentos con plazas abiertas a su nombre, monumentos construidos en nuestras ciudades e incluso una fundación que, por su puesto, es completamente legal. 

José Eugenio Fernández Barallobre.

(Artículo publicado en El Correo de España)

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