Nuestro buen amigo, compañero y miembro de la Junta Directiva de la Orden de la Placa y el Mérito, Antonio Rodríguez Alonso, nos remite esta primera entrega de la serie "Policías y escritores", que sabemos tendrá continuidad.
Policías y escritores (I)
Con este trabajo iniciamos una serie artículos que tratan sobre miembros del Cuerpo de Policía que han compatibilizado su ejercicio profesional, como miembros de las Fuerzas del Orden, con su afición por la creación literaria. Algunos de ellos escribían con seudónimo, otros ocultaban su condición de policías e incluso algunos de ellos, los más conocidos, fueron los redactores de los primeros trabajos serios sobre la Historia de la Policía, esa gran olvidada, que nuestra Asociación la “Orden de la Placa y el Mérito” pretende estudiar.
Empezamos nuestra andadura con Conrado Ordoñez del Valle un veterano Policía que por oposición accedió al Cuerpo de Investigación y Vigilancia el 1 de diciembre de 1934[1], durante la II República, aunque su hijo Marcos, en su libro «Un jardín abandonado por los pájaros», dice que ingresó en la Policía en 1932[2].
Había nacido en Cistierna (León) el 19 de febrero de 1911 hijo de un marino mercante, y su infancia la pasó en Argentina donde realizó sus primeros estudios. En los años 20, su familia estableció su residencia en Madrid, concretamente en el Puente de Vallecas, donde su padre, Marcos y su tío, Benito, inauguraron un colegio privado en la Plaza de San Isidro al que denominaron “Menéndez Pelayo”.
Tras estudiar el Bachillerato en el Instituto “Cardenal Cisneros” de Madrid realizó cursos de periodismo Escuela del diario “El Debate”[3] y hasta que aprobó su oposición ayudaba a la economía familiar dando clases particulares y como profesor auxiliar en colegios privados.
Su primer destino fue Barcelona donde su labor como Policía fue elogiada por la prensa de la época tras desarticular una molesta banda de menores que se dedicaba al robo en tiendas al descuido por toda Barcelona (conocido en el argot como “descuideros de roscos”) que por su modo de actuar sigiloso eran conocidos como “Los invisibles”[4] volviendo a Madrid en 1935.
Portadas de dos de los libros de Conrado Ordoñez del Valle |
El 13 de julio de 1936, cuando se encontraba de patrulla junto a otro compañero, recibió la orden de dirigirse al cementerio del Este, donde al parecer unos guardias de Asalto “habían abandonado el cadáver de un sereno muerto de un balazo”. Conrado Ordoñez y su compañero, al ver el cadáver, reconocen su verdadera personalidad. No es un sereno, se trata de José Calvo Sotelo, diputado de Renovación Española y uno de los más destacados dirigente de la derecha, y quedan enormemente impresionados, acertando a decir, de manera profética, “Dios, la que se va armar aquí”[5].
La sublevación le sorprende en Madrid donde tras un “mes de zozobra”[6] fue finalmente capturado y conducido a la “… «checa» que ordenó mi detención; pero por razones especiales conocía yo mejor que ellos el edificio donde la instalaron y en un descuido pude engañarles, escapándome por una escalera interior de servicio, que terminaba en la calle”[7]. Estas “razones especiales” las explica su hijo: conocía el edificio donde estaba retenido por haber investigado un año antes un robo en ese lugar y siguió los pasos inversos que había utilizado el ladrón para entrar, escapando por una ventana del retrete que le llevó a los tejados y a una escalera de servicio que le permitió escapar de una muerte casi segura[8].
Tras pasar seis meses refugiado en la embajada de Polonia consiguió llegar a la zona nacional donde combatió hasta el final de la guerra en el Arma de Artillería, concretamente en el 14º Regimiento de Artillería Ligera.
Tras acabar el conflicto volvió a su trabajo como Policía y fue destinado de nuevo a Barcelona, donde desempeño varios funciones, inspección de Guardia en la Comisaría de la calle París, en la Comisaria de Gracia, situada en la Travessera de Dalt, un tiempo en la Brigada Móvil, viajando por toda España, tras la cual entró en la Brigada de Investigación Criminal a las órdenes de otro policía y escritor, el Comisario Tomás Gil Llamas, participando en la resolución de crímenes tan famosos y mediáticos como el asesinato de Carmen Broto, después jefe de la Sala del 091, e incluso recibió, en los años sesenta cuando ya era Comisario, la oferta para ir a Guinea Ecuatorial para formar la policía de ese país[9]. Acabó su carrera profesional como Comisario Jefe de la Comisaria de Sants.
Títulos de crédito de la película "Los Agentes del 5º Grupo) |
Según se relata en el libro de su hijo, a Conrado Ordóñez «… le gustaba mucho la policía. Le gustaba la investigación, le gustaba el riesgo, le gustaba servir y proteger, y le gustaba poner a prueba su coraje»[10].
Falleció en Barcelona el 28 de octubre de 1995 a los 84 años de edad. La ceremonia religiosa se realizó en la intimidad familiar por expreso deseo del finado según reza en la esquela publicada en “La Vanguardia” el 2 de noviembre de 1995.
Su faceta literaria fue amplia y variada. Publicó dos novelas «Fuego en las cumbres» (Ed. Mateu 1952)[11] y «Calle del infinito» (Ed. Petronio 1970), un libro de ensayo sobre temas de actualidad titulado «El siglo de las siglas» que desconocemos si llegó a ver finalmente la luz, aunque el propio autor dice que ya lo había aceptado una editorial madrileña[12] y finalmente un libro de recuerdos titulado «La línea divisoria» (1981) con el antetítulo de «Memorias de un exiliado azul»
También escribió varias obras de teatro: «Atentado a domicilio», comedia de humor (1963) «Boomerang» (1972), «Mundo, demonio… y Carmen» (1975), «El espectro de la dama blanca» (1981) que fueron representadas en la Ciudad Condal, principalmente en la “Casa de Madrid” de Barcelona que disponía de una gran sala y realizaba frecuentes eventos culturales.
Realizó numerosas colaboraciones en diferentes diarios y revistas de Barcelona, como por ejemplo «Hola», «Imágenes», «La Prensa», «Solidaridad Nacional», etc., participó en la redacción de guiones para programas de radio en la cadena SER, y en Radio España. En esta última emisora para un programa de gran popularidad, de temática policial, llamado «En busca del culpable» e incluso compuso numerosas letras para canciones, aunque según reconoce el propio Ordoñez, abandonó “…esa rama, en la que no alcanzo ningún éxito notable”[13].
Fue designado por la Dirección General de Seguridad como asesor oficial en varias películas de cine «Los agentes del quinto grupo» (1954)[14] y «El ojo de cristal» (1955)[15] y al parecer también participó, aunque no está documentado, en el rodaje de «Brigada criminal» (1950) y «Apartado de correos 1001» (1950)[16] e incluso llegó a escribir un guión cinematográfico titulado «Historia de un vals triste»
Por último impartió numerosas conferencias, la última de la que tengamos constancia para la Asociación Santo Ángel de la Guarda, junto a Juan Antonio Sánchez Bustamante, sobre «La obra y dimensión humana de Tomás Salvador y Enrique Barco» 18 de abril 1989[17].
Títulos del crédito de la película "El ojo de la aguja" |
Según relata en un artículo el hijo de Conrado Ordoñez, el reconocido periodista, crítico cinematográfico y escritor Marcos Ordoñez, publicado en el 2012 en el diario “El País”, su padre y Tomás Salvador, posiblemente el policía-escritor más conocido y reconocido, coincidieron en la Comisaria de Gracia, situada en la Travessera de Dalt, donde descubrieron que eran primos hermanos ya que el padre de Conrado, Marcos Ordoñez, era natural de Villada (Palencia) al igual que Salvador. Esta relación de parentesco hizo que ambos policías escritores mantuvieran una cordial relación llegando a conocer los hijos de Conrado a éste como “Tío Tomás”[18]. En uno de los más conocidos libro de Salvador, «Los atracadores» el autor hace una dedicatoria a otros policías-escritores y en ella, por supuesto, incluye a Conrado Ordóñez.
Para acabar, creo que bastan las palabras escritas por Marcos Ordoñez sobre su padre. «Nunca dejó de escribir, nunca abandonó su pasión por la literatura, la música, el cine, el teatro, pero la policía fue su alcohol más fuerte, que le encendió la sangre y le quemó las tripas… mi padre se abocó de hoz y coz a los horarios más ingratos y los trabajos más duros, siempre dispuesto, según sus compañeros, a ofrecerse voluntario para las misiones arriesgadas»[19].
Antonio Rpdríguez Alonso.
Notas:
(1) Escalafón del Cuerpo General de Policía. Año 1950. Aparece como Benito Ordóñez del Valle ya que en realidad su nombre completo era Conrado Benito.
(2) Ordoñez, Marcos. (2013) Un jardín abandonado por los pájaros, pag. 119 (
(3) Ordóñez del Valle, Conrado. (1981) La línea divisoria. pag.9
(3) Ordóñez del Valle, Conrado. (1981) La línea divisoria. pag.9
(4) «Mundo Grafico» y «Ahora». 12/6/1935
(5) Ordoñez, Marcos. (2013) Un jardín abandonado por los pájaros, pag. 165
[(6) Ordóñez del Valle, Conrado. (1981) La línea divisoria. pag 88
(7) Idem. pag 88
(8) Ordoñez, Marcos. (2013) Un jardín abandonado por los pájaros, pag. 173
[(9) Idem, pag 285
(10) Idem, pag. 142
(11) Figura como autor de esta obra Conrado del Valle, tal vez un intento de separar su vida profesional de su faceta de autor literario.
(12) Ordóñez del Valle, Conrado. (1981) La línea divisoria. pag.9
(13) Idem. pag.10
(14) Sánchez Barba, Francesc. Tesis Doctoral: Una proyección cultural del franquismo: el auge del cine negro español (1950-1965) pag. 968
(15) Idem. pag. 1005
(16) Ordoñez, Marcos. (2013) Un jardín abandonado por los pájaros, pag. 333
(17) La Vanguardia. Edición 18 de abril de 1989.
(18) Me acuerdo de Tomás Salvador (El País 2012)
(19) Ordoñez, Marcos. (2013) Un jardín abandonado por los pájaros, pag. 141.
(18) Me acuerdo de Tomás Salvador (El País 2012)
(19) Ordoñez, Marcos. (2013) Un jardín abandonado por los pájaros, pag. 141.
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