Este hecho, que provocó tres víctimas mortales y grandes destrozos, se produjo, pasadas las 19,00 horas, del día 26 de marzo de 1934 en la esquina de las calles Ponzano y Albareda, en las proximidades de la Comisaría del Cuerpo de Vigilancia, objetivo que perseguía este atentado terrorista.
El hecho se enmarca dentro del llamado “bienio negro” (1934-1935), consecuencia del triunfo electoral de las derechas en las elecciones celebradas en 1933 que provocó una fuerte reacción de la izquierda, en especial de los movimientos anarquistas que, en una muestra de su “talante democrático”, habían iniciado una campaña de alteración del orden público desde diciembre anterior que sumió a España en un estado de caos lo que exigió la ilegalización de la CNT, con la detención de cientos de personas de esta filiación política, varios muertos y la perpetración de gran cantidad de atentados de carácter terrorista.
Guardias de Seguridad realizando controles callejeros |
Dentro de este contexto, se encuentra este atentado que tenía por objetivo la Comisaría del Cuerpo de Vigilancia de la capital aragonesa.
Según refiere la prensa de la época. Aquella tarde, la habitual tranquilidad de la ciudad se vio sobrecogida por el estruendo provocado por una explosión que se dejó sentir en varios puntos del casco urbano, provocando la alarma entre la ciudadanía.
Eran las 19,10 horas. Minutos antes se había producido la salida, desde las dependencias policiales, de una Sección del Cuerpo de Seguridad, compuesta por 32 Guardias, para efectuar el relevo de los distintos servicios, lo que hace sospechar que este era el objetivo real del atentado.
El artefacto explosivo, trasladado en un carrito de mano que transportaba varias latas al parecer de pintura, estaba compuesto por 25 kilos de explosivo, probablemente trilita, colocado en el interior de una de las latas cargada con metralla y balines para provocar el mayor número de víctimas posible.
El carro fue conducido a las proximidades de la Comisaría ya que, a la hora prevista para la deflagración, era habitual que, al coincidir con el relevo, se congregasen grupos de Guardias, especialmente los salientes para comentar las incidencias del día, algo que no se produjo aquel día debido a que las condiciones meteorológicas eran del todo adversas.
El carrito fue aparcado delante de un establecimiento comercial dedicado a la venta de material eléctrico, próximo a la Comisaría, y su presencia no alertó ni a los Guardias de servicio en la dependencia, ni a los viandantes que transitaban aquella calle.
Se supone que el iniciador del explosivo fue una mecha larga retardada, colocada bajo una arpillera ya que, desde que el carro se vio aparcado hasta que se produjo la deflagración debieron transcurrir diez minutos.
Finalmente, la tremenda explosión causó la muerte de Emilia Félix Clavería, de 31 años, y de su hijo, 5, José Trullén Félix, así como de Antonio Ochoa Lahuerta, de 33 años, quienes transitaba por la calle en el instante de la exposición. Los tres fueron conducidos, con urgencia, a la Casa de Socorro donde nada se pudo hacer por sus vidas, dada la gravedad de las heridas recibidas.
En cuanto a los heridos, los de mayor gravedad, tres de ellos, fueron atendidos en centros asistenciales, presentando heridas de diferente consideración, entre ellos el Guardia Feliciano Martín.
Las gestiones realizadas, tras la pertinente inspección ocular realizada en el lugar de los hechos, apuntaron, en un principio, a la posibilidad de que el atentado fuese dirigido contra la familia Agüeras, propietaria del establecimiento comercial ante cuyas puertas estalló el artefacto, causándole graves desperfectos; sin embargo, pronto se descartó esta hipótesis, cobrando más fuerza la que planteaba que el objetivo real era la Comisaría del Cuerpo de Vigilancia.
Por aquellas fechas, al frente de la citada dependencia se encontraba el Comisario de 1ª Clase Francisco Fernández Prados, siendo jefe de las fuerzas de Seguridad de la plantilla de Zaragoza, el Comandante José Carroquino Luna, procedente de la Guardia Civil.
Los daños materiales fueron cuantiosos, desde la rotura de los cristales de las casas colindantes, pasando por los causados en el establecimiento comercial propiedad de la familia Agüera, hasta una camioneta del Cuerpo que resultó muy dañada.
Iniciadas las investigaciones, se logró identificar y detener a dos hermanos de apellido Beltrán, uno de los cuales fue identificado por testigos como el individuo que dejó el carro en el lugar donde explosionó.
Durante los días siguientes, se produjeron numerosas detenciones lo que provocó que, a partir del 28 de marzo, se declarase una huelga, promovida por la CNT y la UGT que se prolongó hasta el 11 de mayo siguiente.
Fuentes consultadas:
Heraldo de Aragón
Otras
No hay comentarios:
Publicar un comentario