Poco antes de las ocho de la mañana del 15 de abril, en San Sebastián, el policía Jesús Villamudria Lara se disponía a llevar en su vehículo particular a sus cuatro hijos al colegio y al instituto. Coro y Josune, gemelas de 17 años -que iban al instituto de Bidebieta-, Luis, de 15 -alumno del colegio de los Maristas de Champagnat- y Leire, de 12 que cursaba estudios en el colegio Eucarístico San José. Todos, menos su padre, estaban ya dentro del coche, pese a que el padre les dijo que no se metieran en el vehículo hasta que mirase los bajos, por si había algo sospechoso.
El lugar del atentado, la confluencia de las calles Eustasio Amilibiá con Carlos I, estaba situado en las cercanías del Gobierno Civil de Guipúzcoa, donde se encontraba ubicada la comisaría en la que estaba destinado Jesús Villamudria. Según el Gobierno Civil de Guipúzcoa, los hijos del policía se habían introducido en el interior del vehículo, un Renault 25, matrícula SS-8619-V. Coro se sentó en el asiento del conductor, mientras su padre revisaba el motor del turismo. La explosión se produjo cuando Jesús Villamudria cerró el capó del vehículo. La deflagración alcanzó de lleno a Coro, causándole graves heridas. Al parecer, la vibración ocasionada por el golpe de la tapa del capó activó el mecanismo de ignición de la bomba, de tipo péndulo, y ocasionó la deflagración del artefacto, compuesto por tres kilos de amosal, que se encontraba sujeto con imanes en los bajos del turismo.
Mª del Coro Villamudria |
La esposa de Jesús y madre de los niños presenció el atentado desde una ventana del domicilio familiar y bajó inmediatamente a la calle, donde sufrió un ataque de nervios. Los cinco miembros de la familia Villamudria quedaron malheridos y fueron conducidos por las ambulancias hasta el hospital Nuestra Señora de Aránzazu. Coro Villamudria ingresó en el hospital con shock hipovolémico con parada cardiaca, y falleció a las 10.30 de la mañana, a pesar de los intentos de reanimación realizados por los médicos. Leyre, de 12 años, la menor de los cuatro hermanos, en estado grave presentaba politraumatismo, fractura de ambas piernas, heridas faciales, hematomas palpebrales y cuerpos extraños en sacos conjuntivales. Por su parte, a Josune, hermana gemela de Coro, se le diagnosticaron contusiones, erosiones y heridas múltiples, sobre todo en la pierna derecha. El único hijo varón, Luis, dé 15 años, resultó con lesiones en la pierna izquierda, perforación de tímpano izquierdo y contusión sacra. Su pronóstico era menos grave. Finalmente, las lesiones del padre fueron calificadas de pronóstico leve. Sufríó heridas múltiples en ambas piernas, con un cuerpo extraño alojado en la izquierda.
La madre de Coro Villamudria |
En los minutos que siguieron a la explosión se sucedieron en torno a las víctimas escenas de horror. La situación, vista por muchos escolares de la zona, era dantesca. Los cuerpos de los cuatro hermanos y su padre sobre el asfalto y atrapados entre el amasijo de hierros del coche. Coro y Leire, gravemente heridas. El joven Luis, despedido a 15 metros de donde se encontraba el vehículo, y la madre, Luisa, que en medio de una fuerte crisis nerviosa, no paraba de repetir entre sollozos "¿por qué les han hecho esto?".
Jesús Villamudria, de 46 años y natural de la localidad burgalesa de Arlanzón, llevaba 21 años destinado en el País Vasco. Él y su familia habían sufrido dos atentados previamente perpetrados por ETA con granadas contra el inmueble en el que vivían en el barrio de Trincherpe, en noviembre de 1990 y febrero de 1991, en un bloque de viviendas ocupadas por agentes del Cuerpo Nacional de Policía que se encontraba situado en la avenida de Ulía, de la capital donostiarra. El ataque sepultó a Coro bajo cristales y escombros mientras dormía, aunque resultó ilesa. Debido a la tensión a la que estaba sometida la familia, Jesús pidió el traslado a otra provincia, aunque se le denegó porque el atentado no había sido selectivo contra él. Tras el asesinato de Coro fue destinado inmediatamente a Castellón.
Más de cinco mil personas asistían al día siguiente, en San Sebastián, al funeral de la joven Koro Villamudria. El acto religioso, presidido por el obispo de San Sebastián, José María Setién, se celebró a las 12 de la mañana en la iglesia de la Sagrada Familia, próxima al Gobierno Civil de Guipúzcoa donde estuvo instalada la capilla ardiente y adonde Josune, la hermana gemela de Koro, acudió un momento con permiso especial del hospital.
El lendakari Ardanza y el ministro del Interior, José Luis Corcuera, presidieron el funeral, al que también asistieron el presidente de Castilla-La Mancha, José Bono, -por ser de esa región la madre de la víctima - y otras autoridades civiles, militares, policiales y líderes políticos. El féretro fue trasladado a la iglesia a hombros de agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, precedido por una veintena de coronas de flores que portaban compañeras de la joven asesinada. Tras el ataúd marchaban los padres de la joven, su hermano Luis -dado de alta en la misma mañana- y otros familiares. Cuando llegó el lendakadi, uno de los presentes le increpó: " Ardanza, menos palabrería y más acción, que tienes los medios para parar a estos asesinos". El templo estaba abarrotado, mientras gran cantidad de compañeros de Coro permanecían en silencio en los alrededores de la iglesia.
A la salida del funeral, los asistentes tributaron una gran ovación al féretro de Koro, al tiempo que abucheaban a las autoridades y forcejeaban con el cordón de seguridad, tratando de acercarse al ministro. Se escucharon numerosos vivas a España y gritos de "contra ETA metralletas" “ETA al paredón” “asesinos” “criminales”, insultos al ministro del Interior y peticiones de dimisión. La madre de Koro hubo de ser retirada por sufrir una crisis nerviosa. Escoltado por la policía, el ministro del Interior, José Luis Corcuera, se dirigió al Gobierno Civil donde manifestó que "no hay ni habrá negociación con ETA", y señaló que la política del Gobierno está guiada por el principio de poner a los asesinos a disposición de la Justicia. En materia terrorista, añadió, "no tiene ningún valor lo que alguien quiera dar a entender o decir que no sea el presidente del Gobierno o yo". El ministro insistió en que "hace tiempo que el pueblo vasco ganó la batalla política a los violentos". Y recordó que "el principal enemigo del pueblo vasco es ETA".
Los terroristas sabían perfectamente que el vehículo lo utilizaba diariamente Jesús para llevar a sus hijos al colegio. La banda asesina asumía días después, en un comunicado publicado en el diario Egin, siete atentados, entre ellos el asesinato de Coro. En el mismo aclararon que no querían matar a la joven, sino a su padre, Jesús Villamudria. Y como habían hecho antes con aquellos atentados que provocaron especial rechazo social, la banda asesina con el cinismo que le caracterizaba, intentó auto exculparse culpando al padre de la muerte de su hija porque "se sirvió de su familia como de un escudo". El comunicado de ETA añadía, justificándose, que "Coro Villamudria quería ser policía". Ante ese vil comentario sobran los calificativos para denominar a esa gavilla de despiadados y malvados asesinos marxistas y antiespañoles.
Roberto Pascual, en aquella época un joven en edad escolar y testigo de los hechos, contó años después cómo lo vivió: "Yo iba al instituto aquella mañana con un amigo escuchando música cuando de repente, a menos de 20 metros de nosotros, estalló la tragedia. Recuerdo que dejé mi mochila y me metí entre el humo sin saber por qué (...) Recogí al hermano del suelo y lo llevé a un portal para que le atendieran y que no viera aquello. Pero lo que más recuerdo es a la madre que bajó en bata a la calle gritando desesperada. Han pasado muchos años y muchos atentados más, pero aquel no lo olvidare jamás mientras viva no olvidaré el ruido, el silencio, el olor".
Coro Villamudria Sánchez había nacido en San Sebastián. Tenía 17 años y estudiaba tercero de BUP en el Instituto de Bidebieta, próximo al lugar en el que residía antes del primer atentado que les obligó a cambiar de domicilio. Sus compañeros del Instituto contaron a El Diario Vasco que siempre ponía su nombre con "K", Koro. La joven, según sus familiares, deseaba ser policía Nacional como su padre y había comprado ya los temarios para prepararse el examen de ingreso a la Academia de Policía. Por ello, las honras fúnebres se celebraron como si la joven fuera agente de policía. Sus restos mortales fueron enterrados en Camuñas (Toledo), localidad natal de su madre. Con el asesinato de Coro, ETA elevaba a 15 la cifra de niños y jóvenes asesinados desde 1960, además de haber causado heridas de diversa consideración a decenas de menores en diferentes atentados.
Los autores del atentado a día de hoy no han sido juzgados pues el sumario del atentado contra Koro Villamudria fue archivado por el Juzgado Central de Instrucción número 1 de la Audiencia Nacional a los catorce meses de su apertura en junio de 1992. Supuestamente los asesinos de Coro Villamudria fueron los terroristas José Joaquín Leunda Mendizabal, Francisco Javier Iciar Aguirre y Juan Ignacio Ormaechea Antepara, miembros del grupo Donosti de ETA, comando al que se atribuían una treintena de atentados que causaron quince muertes y que se enfrentaron el 17 de agosto de 1991 en San Sebastián con fuerzas de la Guardia Civil, en una operación que comenzó de madrugada de ese día, con la detención de varias personas en diversas localidades guipuzcoanas y culminó con el tiroteo de los etarras con la Guardia Civil, en la villa de tres plantas Tolaretxe, ubicada en la zona alta del barrio de Morlans de San Sebastián y que se saldó con la muerte de los tres terroristas. María Eugenia Muñagorri, que actuaba de colaboradora y daba cobijo a los etarras, resultó herida y fue detenida. También fueron heridos de consideración los guardias civiles José Luis Renco y Diego Bravo, ingresados en régimen de cuidados intensivos en el hospital Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián con heridas de bala en hemitórax y mano, respectivamente
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió a Coro Villamudria Sánchez la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo.
Carlos Fernández Barallobre.
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