Un comando terrorista, de ETA, asesinaba el día 26 de mayo, cinco días después del atentado que había costado la vida a los Policías Nacionales Máximo Díaz Bardera y Francisco Rivas, en el barrio bilbaíno de Guecho al inspector de Policía Moisés Cosme Herrero Luengo. Los hechos se produjeron al mediodía cuando el inspector, acompañado de su hijo, acababa de comprar un periódico en un kiosco próximo a su domicilio.
A esa hora, las doce y media del mediodía, dos individuos jóvenes bien vestidos descendieron de un coche en marcha, marca Renault- 12 de color azul, se acercaron al inspector de la policía y sin mediar palabra alguna le dispararon dos tiros en la cabeza, cuando paseaba con su hijo de corta edad. El inspector Herrero resultó muerto en el acto. Los dos jóvenes autores del atentado se subieron inmediatamente al coche azul, matrícula BI 6774-L y se dieron a la fuga por las calles de Algorta en dirección al barrio bilbaíno de Fadura.
Inspector Moisés Herrero Luengo |
El hijo del inspector, un niño de tres años de edad, que fue testigo del atentado contra su padre a quien acompañaba de la mano, salió corriendo despavorido mientras el cuerpo de Moisés Cosme Herrero se desplomaba en el suelo en un charco de sangre. Anduvo más de una hora vagando, entre sollozos y en medio de una crisis de nervios, por las calles de Algorta hasta que pudo ser localizado por miembros de la Policía y por algunos vecinos de la localidad en una calle bastante alejada del lugar de los hechos. En su lenguaje, y entre sollozos, el niño sólo repetía "han matado a mi papá, han matado a mi papá".
El asesinato se produjo en el cruce entre la avenida de Algorta y la calle de Alanco, a pocos metros de la gasolinera Goñi, uno de los enclaves más transitados de Algorta, especialmente los domingos. Además, ese día salía del centro de la localidad una carrera ciclista para aficionados de la comunidad autónoma vasca.
En el lugar del atentado, la policía encontró dos casquillos de bala marca FN, calibre 9 milímetros parabellum, munición que habitualmente utilizaba ETA-m en sus atentados. Algunos testigos del asesinato aseguraron que uno de los autores iba armado con una pistola, tenía unos 28 años de edad o quizá algo menos, era alto, de pelo moreno y vestía una zamarra de color marrón y pantalones claros. Pocos minutos después del atentado, miembros de la Guardia Civil localizaron el vehículo en que huyeron los miembros del comando autor del asesinato, en la calle Villa Ondueta de Algorta, cerca del lugar de los hechos. Efectivos del equipo de desactivación de explosivos de la Policía Nacional inspeccionaron el vehículo en el lugar donde fue encontrado, a fin de determinar si había algún artefacto colocado en su interior.
El juez de instrucción ordenó el levantamiento del cadáver de Moisés Cosme Herrero, que se encontraba cubierto con una manta en una acera de la calle Alango, donde se produjo el atentado, y posteriormente fue trasladado al depósito del Hospital Civil de Basurto (Bilbao). Moisés Cosme Herrero había salido de su casa, situada en las proximidades del lugar del atentado, momentos antes de que se produjera éste. Acompañado de su hijo se dirigió a un kiosco a comprar el periódico. Después pensaba acercarse paseando a la Comisaría de la Policía Nacional de Algorta (Guecho) situada a unos 150 metros del lugar de los hechos. En el momento en que abandonaba el kiosco fue asesinado por los dos individuos. El inspector de policía asesinado tenía 28 años, estaba casado y tenía dos hijos. Anteriormente había sido Policía Nacional. Residía en el País Vasco desde el mes de diciembre de 1982 y desde hacía un año estaba destinado en la Comisaría de Algorta
Los funerales por el inspector de policía Herrero Luengo, se celebraron al día siguiente en la parroquia de San Ignacio, de Algorta. Presidió el oficio fúnebre el ministro del Interior, José Barrionuevo. Le acompañaban el consejero de Interior del Gobierno Vasco, Luís María Retolaza; el delegado del Gobierno en el País Vasco Ramón Jáuregui; el director general de la Policía, Rafael del Río; el diputado general de Vizcaya y otras autoridades civiles y militares. El féretro permaneció cubierto, durante toda la ceremonia religiosa con la bandera española y ramos de flores. La iglesia, de capacidad pequeña, estaba llena de público y varios cientos de personas más siguieron la ceremonia desde el exterior del templo.
El párroco recordó en su homilía, el ejemplo dado por Cristo “al perdonar en la cruz a sus ejecutores” y afirmó que “debemos seguir este ejemplo y vencer el odio para sembrar la paz”. Estas palabras fueron acogidas con disgusto por varios compañeros de la víctima, mientras que otros no podían contener el llanto. Las muestras de desagrado se hicieron más ostensibles al pedir el párroco que se orase “por los que habían dado muerte a Moisés, “para que les cambie las ideas y el corazón” y “por construir la paz y la concordia en el mundo”. Numerosos policías abandonaron la iglesia en esos instantes.
Finalizada la ceremonia religiosa, se produjeron los mayores momentos de tensión a la salida del féretro de la iglesia, cuando un numeroso grupo de personas, mujeres en su mayoría, increparon al ministro del Interior con gritos de “Abajo Barrionuevo” “Arriba España”. Los sollozos de los compañeros que portaban el féretro se hicieron más intensos en ese momento y uno de ellos dejó un beso de despedida en la madera del ataúd, a la vez que se deshacía en lágrimas. Antes de ser introducido en el furgón fúnebre que lo trasladó a la localidad segoviana de Jarras del Ríomoros, los presentes entonaron el Himno de la Policía Nacional y el ministro José Barrionuevo dio vivas a España, País Vasco, la Constitución, el Rey y la Policía Nacional, que fueron coreados unánimemente. De nuevo los gritos contra ETA y el ministro del Interior arreciaron cuando la comitiva fúnebre se dispuso a partir hacia la localidad natal del policía asesinado y José Barrionuevo se introdujo en su vehículo con destino a Madrid. Las mujeres más exaltadas, despidieron a la comitiva de autoridades con gritos de “mamarrachos” y golpeando sus coches con periódicos enrollados.
Los restos mortales del inspector de Policía Moisés Cosme Herrero Luengo, recibían cristiana sepultura en Juarros de Riomoros, una pequeña localidad segoviana de 124 vecinos. ETA Militar se responsabilizó de la autoría del atentado contra el inspector de policía, por medio de un comunicado publicado en el diario Egin.
Entre otras autoridades, asistieron al sepelio del inspector asesinado, el director general de la policía, Rafael del Río; el general inspector jefe de la Policía Nacional, Félix Alcalá Galiano; el presidente de las Cortes de Castilla y León, Dionisio Llarnazares; la gobernadora civil de Segovia, Cristina Martín Bustamante, así como otras autoridades provinciales civiles, militares y policiales y unas 2.000 personas, en su mayoría vecinos de los pueblos de la comarca. El féretro con el cadáver del inspector llegó a Juarros de Riomoros, en un coche fúnebre, sobre las dos de la madrugada del día 28, y quedó instalado en una capilla ardiente en el domicilio de sus padres, que fue velada durante toda la madrugada por miembros de las fuerzas de seguridad y familiares.
El sepelio se celebró sin incidentes y en medio de una gran tensión. Desde la capilla ardiente, el féretro fue trasladado a hombros por compañeros del fallecido y miembros de la Policía Nacional, Guardia Civil y Policía Municipal de Segovia, que portaban más de una treintena de coronas y ramos de flores. Momentos antes de que saliera la comitiva, el director general de la policía colocó sobre el féretro una Bandera española.
En la homilía del funeral, el capellán oficiante, Mario Luengo de Pablos, tío de la víctima, expresó su deseo de que "esta muerte no sea inútil". Dirigiéndose a la viuda del policía, María José-Álvarez García, de 34 años, dijo que quería que le quedara grabada la lección que su hijo pequeño, de tres años (principal testigo del asesinato), le había dado. "Que él sea tu consuelo, tu fortaleza y quien te acompañe siempre", dijo. La viuda, que recogió y guardó la Bandera de España colocada sobre el féretro, tuvo que ser trasladada al domicilio familiar, vivamente emocionada, en un vehículo de la Guardia Civil.
Moisés Cosme Herrero Luengo, de 30 años, estaba casado y tenía dos hijos de corta edad. Llevaba tres años y medio viviendo en el País Vasco. Estaba destinado en la comisaría de Guecho, localidad en la que vivía con su mujer y sus dos hijos. Era natural de la localidad de Martín Miguel (Segovia), aunque fue enterrado en Juarros de Riomoros, pueblo donde también había vivido muchos años. Moisés había sido policía de la escala básica antes de entrar en el Cuerpo Superior de Policía. Su asesinato, además de romper a una familia, truncó una brillante carrera policial. Tres semanas antes de ser asesinado, el 2 de mayo, había sido felicitado por la Audiencia Territorial de Vizcaya por su trabajo de información y captura de un grupo de narcotraficantes.
Los asesinos de Moisés Herrero no han sido juzgados. Sin embargo, según informaciones publicadas por el Ministerio de Interior uno de los autores del atentado fue Félix Ignacio Esparza Luri. El etarra fue detenido en Saint-Paul-les-Dax (Francia) en una operación conjunta de la Guardia Civil y la Gendarmería francesa en abril de 2004. El Tribunal de Apelación de París admitió su extradición a España una vez que hubiese cumplido la condena de 17 años impuesta en Francia. En abril de 2010 fue entregado temporalmente a España para ser juzgado por múltiples atentados, entre ellos el del Teniente de la Policía Nacional Julio Segarra Blanco, del cabo primero del mismo Cuerpo, Pedro Barquero y de su esposa María del Carmen Ledo sucedido en Bilbao en mayo de 1983.
Por otro lado, tras pesquisas de la Policía se señaló también a Francisco Rementeria Barruetabeña, alias Patxi, como presunto autor del asesinato de Moisés. Rementería falleció en agosto de 2000 cuando explotó el artefacto, preparado para cometer un atentado, que transportaba en un vehículo. Un tercer implicado fue Juan Manuel Inciarte Gallardo, alias Buto y Jeremías. Ese etarra, uno de los más activos entre 1983 y 1985, fue entregado por México a España en agosto de 2009. Llevaba 23 años fugado con otra identidad. La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo confirmó la penas de 39 años a Juan Manuel Inciarte Gallardo, miembros del comando Bizkaia de ETA, por los asesinatos del teniente de la Policía Nacional Julio Segarra Blanco del cabo Pedro Barquero y su mujer embarazada, en un garaje de Santuchu, en Bilbao, el 4 de mayo de 1983. En la actualidad cumple condena en la cárcel de Topas.
En el año 2016 con motivo de cumplirse el 192 anaversario desde que, en 1894, el rey Fernando VII dictase la Real Cédula en la que se creaba la Policía General de Reino, la comisaría de Segovia quiso rendir también un sentido homenaje a los agentes fallecidos en acto de servicio y, para que estén siempre en la memoria colectiva, se instaló un monolito en la entrada de la misma. En el recuerdo, especialmente, los cuatro policías segovianos asesinados por los terroristas, cuyos nombres ilustran una placa adosada en el monolito. Inspector Jesús María González Ituero, natural de Madrona, secuestrado y maltratado durante casi un año y, finalmente, asesinado por ETA en el sur de Francia en 1976; el Policía Nacional Emilio López de la Peña, asesinado el 28 de julio de 1979 en Bilbao; el inspector Moisés Cosme Herrero Luengo, asesinado en 1985 y el Policía Nacional Esteban del Amo Castillo, quien murió en 1995, desactivando una bomba trampa.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, a Moisés Herrero Luengo, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
Carlos Fernández Barallobre.
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