Minutos después de las once de la noche del 5 de junio de 1981, la banda terrorista ETA asesinaba en San Sebastián al cabo primero de la Policía Nacional Esteban Álvarez Merayo, mediante la explosión de un potente artefacto al paso de una furgoneta policial en la que regresaba a su acuartelamiento. Los otros cuatro policías que integraban la dotación del vehículo, sufrieron heridas de diversa consideración.
La furgoneta “Avia”, en la que viajaban los Policías Nacionales, pertenecía a la Compañía de Reserva General de la Policía Nacional con sede en La Coruña. El vehículo formaba parte de un convoy de seis furgonetas del Cuerpo que se dirigía al cuartel de Loyola. Los agentes habían participado en un extenso operativo de seguridad en San Sebastián y otras localidades de la provincia, puesto en marcha por los disturbios y manifestaciones que se estaban produciendo debido a que las autoridades francesas estaban debatiendo sobre la posible extradición a España del etarra Tomás Linaza. Una vez concluida la jornada y finalizado el despliegue especial de los efectivos de la Policía Nacional, estos regresaban al cuartel de Loyola, donde tenían establecida su base.
Cabo 1º Alvarez Marayo |
Cuando circulaban por la autovía que une los barrios de Amara y Loyola hizo explosión el potente artefacto que alcanzó de lleno a la furgoneta de la Policía Nacional. El artefacto explosivo era del tipo hornillo, preparado para concentrar la onda expansiva en una dirección determinada, y estaba colocado en el lado derecho de la autovía. Contenía una cantidad considerable de Goma 2, además de ocho o diez kilos de tornillos y tuercas de gran tamaño, a modo de metralla. Fue accionado por un cebo eléctrico que alimentaban seis pilas, desde una distancia superior a los doscientos metros. El estallido abrió un enorme agujero en la chapa de la carrocería del vehículo policial y alcanzó de lleno al cabo primero Älvarez Merayo, que ocupaba el asiento delantero junto al conductor.
Esteban Álvarez Merayo murió casi en el acto y, aunque fue trasladado de inmediato al Hospital Nuestra Señora de Aránzazu, no pudo hacerse nada por salvar su vida.
Los otros cuatro policías que iban en el mismo vehículo, José María Villar Iglesias, natural de Lugo y Vicente Segundo Cachuza Basante, natural de El Ferrol, resultaron heridos y tuvieron que recibir asistencia sanitaria, quedando hospitalizados después de haber sido intervenidos quirúrgicamente El primero de los Policías ingresó con pronóstico grave en la UVI, habiendo sufriendo hundimiento óseo en región temporal derecha, con contusión y hemorragia local cerebral. El estado del segundo era menos grave, padecía fractura de fémur y herida occipital. Por su parte los policías Fermín López Espino y Julio Salgado Mendoza, eran dados de alta de madrugada tras ser atendidos de heridas leves.
Los restos mortales del cabo primero Esteban Álvarez Merayo, fueron instalados de madrugada en la capilla ardiente situada en una sala del Gobierno Civil de Guipúzcoa, donde permanecieron hasta el momento de ser oficiado el funeral, que tuvo lugar a primera hora de la tarde en el propio Gobierno Civil de Guipúzcoa y al que asistieron, entre otras personalidades, el delegado general del Gobierno en el País Vasco; director general de la Policía; gobernadores Civil y Militar, y otras representaciones de diversos partidos políticos, Terminada la ceremonia, el féretro, cubierto por la bandera española, y portado por compañeros de la víctima, fue conducido a la explanada del Gobierno Civil de Guipúzcoa, donde rindió honores la compañía de la reserva general con base en La Coruña, a la que pertenecía la víctima, formada al efecto y a la que acompañaba la música del Regimiento de Infantería de Sicilia. Entre el numeroso público concentrado en la plaza, hubo gritos de Viva España” y “viva la Policía Nacional”. Seguidamente sonó el Himno Nacional y se entonó el himno de la Policía Nacional, dando el señor Oreja Aguirre vivas a España, al Rey, y a la Policía Nacional, respondidos unánimemente por los asistentes Tras el funeral se procedió al traslado del cadáver de Esteban Álvarez Merayo hasta su localidad natal en tierras leonesas, donde recibiría cristiana sepultura.
Por medio de una llamada recibida en la redacción del diario “Egin”, ETA militar se confesó responsable del asesinato de Esteban. Las investigaciones policiales para tratar de localizar a los autores del atentado comenzaron en el mismo instante de producirse la explosión de la bomba, con férreos controles en el barrio de Loyola y sus proximidades, reforzándose de manera severa la vigilancia de los cuarteles cercanos. Los controles policiales ubicados en toda la zona fueron levantados a la mañana, si bien la vigilancia continuó durante varios días en el lugar y aledaños donde se produjo la mortal trampa terrorista.
Esteban Álvarez Merayo, de 33 años, estaba soltero, pero tenía pensado casarse con una joven de Narón (La Coruña). Era natural de la localidad de Albares de la Sierra (León). Pertenecía a la Compañía de la Reserva General con base en La Coruña que había sido enviada temporalmente a Guipúzcoa para reforzar las dotaciones policiales de esa provincia.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
En el año de 2009 el ayuntamiento de Ponferrada inauguraba en el nuevo mirador del Sil, un enclave privilegiado sobre el río con vistas a la fachada lateral del Castillo, el Monumento por la Libertad para rendir homenaje a todas las víctimas de la barbarie terrorista y de la sinrazón humana, sin distinción de raza, sexo o condición política, un conjunto formado por una réplica en bronce de la Victoria de Samotracia, acompañada por una llama eterna y una fuente.
El acto de inauguración contó con la presencia del subdelegado del Gobierno en León, Francisco Álvarez; alcalde de Ponferrada, Carlos López Riesco; la presidenta de la Diputación, Isabel Carrasco; el presidente del Consejo Comarcal del Bierzo, José Luis Ramón y el delegado territorial de la Junta de Castilla y León, Eduardo Fernández, así como numerosos concejales de todos los partidos con representación en el Ayuntamiento de Ponferrada, diputados provinciales, parlamentarios y miembros del Cuerpo Nacional de Policía, Guardia Civil y Ejercito.
El momento más emotivo del acto lo protagonizó Evangelina Merayo, la madre del Policía Nacional Esteban Álvarez Merayo, asesinado por ETA en San Sebastián en 1981. La mujer no titubeó a la hora de agradecer el homenaje del Ayuntamiento de Ponferrada a todas las víctimas y tampoco lo hizo al reconocer lo sola que se había quedado tras perder a su hijo. Evangelina Merayo, subió a recoger la medalla de la Gran Cruz, concedida a título póstumo, a su hijo Esteban y con voz entrecortada y muy emocionada, recordó que hacía “30 años que murió mi hijo y aún no sé quién lo mato porque no han cogido a los culpables”. Su serena presencia en el acto de homenaje y su testimonio emocionó a todos los presentes.
Carlos Fernández Barallobre.
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