Cuatro muertos y otros tantos heridos, uno de ellos de extrema gravedad, era el balance de la doble acción terrorista protagonizada en Madrid y en Barcelona, por los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO). Los dos muertos en Madrid eran el general Andrés González de Suso y el Cabo de la Policía Nacional Ignacio García García, que se enfrentó a tiros con los terroristas. En Barcelona, las víctimas fueron el sargento de la Benemérita Justiniano Fernández Pesado y el número del mismo cuerpo Francisco Montenegro Jiménez, asesinados por un comando de los GRAPO en el bar La Parra, sito en la calle de Hedilla de la ciudad condal.
A las 9.25 horas del día 4 de mayo de 198, el general Andrés González de Suso y Fernández de Matauco, jefe de la Oficina de Información del Ejército, vestido de uniforme, salió del portal de su casa, en la calle de Hermosilla, 87, para encaminarse al coche oficial que le esperaba enfrente de su domicilio. En ese instante se le acercaron dos hombres jóvenes que empuñaban pistolas y dispararon a quemarropa contra él, y contra el soldado de escolta. El general cayó de seguido mortalmente herido. Los terroristas iniciaron la huida a la carrera hacia la calle de Díaz Porlier.
Cabo Ignacio García García |
En el cruce con la de Hermosilla los asesinos fueron descubiertos por la dotación de un vehículo radio-patrulla Zeta de la Policía Nacional, que en esos momentos circulaba por la zona y fue alertado por las detonaciones de las armas de los terroristas. El cabo Ignacio García García, trató de interceptarlos revólver en mano, llegando a forcejear y golpear en la cabeza con la culata a uno de ellos, hiriéndole de forma aparatosa.
El terrorista, un joven con bigote, como de 25 años con cazadora negra al verse herido y sangrando abundantemente, se parapetó tras un automóvil Chrysler que se hallaba aparcado, logrando disparar e hiriendo al Policía Nacional que cayó sobre la calzada. El terrorista remató en el suelo al policía. Todavía siguió el joven su huida, para introducirse en un taxi en la esquina de General Mola, pero según relataron algunos testigos el taxista, dado la situación en que se hallaba, lo obandonó pocos metros más adelante.
Frente al número 87 de la calle de Hermosilla, el general fue urgentemente atendido por su propio conductor y por un médico, vecino del general, que llegaba casualmente al lugar del atentado. La gravedad de las heridas les hizo pronunciarse por un rápido traslado al hospital más próximo, es decir, a la Ciudad Sanitaria Provincial. El cabo de la Policía Nacional fue ingresado de forma simultáneamente en el mismo centro hospitalario, debido a la proximidad entre el lugar del atentado y el del posterior tiroteo. Los médicos de guardia comprobaron que el general González de Suso y el cabo Ignacio García habían ingresado cadáveres.
En el tiroteo, que coincidió con la muerte del cabo Ignacio García, cuatro peatones sufrieron heridas de bala, dos de ellos de carácter muy grave. Todos fueron trasladados también a la Ciudad Sanitaria Provincial poco después de que los testigos perdieran de vista a los autores del atentado, que habían decidido emprender caminos distintos: uno corrió hacía una boca del Metro, y el otro hacia la calle de Francisca Moreno.
Entre los gritos y los insultos de vecindario que le vio llegar, el segundo terrorista optó por refugiarse en un garaje de la calle de Francisca Moreno. Varias unidades de vehículos policiales llegaron sólo unos segundos después hasta la puerta del garaje. Los policías decidieron entrar sin más tardanza, entablándose un tiroteo entre el terrorista y los miembros de las Fuerzas del Orden que lograron reducirlo y detenerle. El terrorista gravísimamente herido en la cabeza sería trasladado inmediatamente a la residencia sanitaria provincial. El otro terrorista, autor material del asesinato del Policía Nacional que le hizo frente —Ignacio García, logró evadirse al perdérsele la pista
Posteriormente informaciones policiales confirmaron que, un tercer hombre esperaba al volante de un Seat Ritmo a sus dos cómplices para facilitarles la huida.
De igual modo fuentes policiales comunicaban que el terrorista detenido, que había sido identificado como Emilio Avelino Gómez Gómez, de veintiocho años, natural de Villarín de Campos (Zamora), había utilizado una pistola Llama, del calibre 9 corto. El arma había sido robada a un policía municipal en un asalto al mercado central de pescados de la Puerta de Toledo, el día 12 de abril. Emilio Avelino poseía antecedentes como delincuente común y ya había cumplido una condena de diez meses por un delito de robo perpetrado en Bilbao en 1972.
Los otros dos terroristas eran también identificados, pero la policía no había conseguido detenerlos: uno era Miguel Ángel Bergado Martínez y el otro José Jiménez Fernández, alias el «Tigre, todos ellos miembros de la organización terrorista GRAPO.
Durante la trágica Jornada, las Fuerzas del Orden establecieron grandes medidas de vigilancia y control sobre accesos y medios de transportes, a Madrid. La actuación policial tras el atentado se centró en un principio en las proximidades del lugar del atentado, sobre el que sobrevoló un helicóptero, así como en los túneles del Metro, una de cuyas líneas fue paralizada por orden gubernativa durante casi una hora.
La Junta de Jefes de Estado Mayor mantuvo una reunión con el ministro de la Defensa, en la que se trataron una serie de medidas en torno a los hechos ocurridos.
El cadáver del general Andrés González de Suso y Fernández de Matauco, recibía al día siguiente, los máximos honores militares ante el cuartel general del Ejército, tras una misa de corpore insepulto oficiada en el patio de armas del citado recinto, a la que asistieron el ministro de Defensa y la Junta de Jefes de Estado Mayor en pleno. Sobre el féretro cubierto con la bandera española fue prendida la gran cruz al mérito militar con distintivo blanco, concedida a título póstumo por el rey Juan Carlos.
La misa de corpore insepulto fue oficiada por el vicario general castrense, Emilio Benavent. La capilla ardiente fue instalada en el Palacio de Buenavista, sede del citado cuartel, poco después de las 9.30 horas. Los restos mortales del general asesinado procedían del hospital militar Gómez Ulla.
El féretro con los restos mortales del general González de Suso, cubierto con la bandera Nacional, fue transportado desde la capilla ardiente al lugar donde se ofició el funeral, a hombros de ocho generales, todos ellos compañeros de promoción del fallecido. Una compañía de la agrupación de tropas del cuartel general presentó armas al paso del féretro mientras la banda de música interpretaba la Marcha de infantes.
La ceremonia religiosa se inició momentos después. A un lado del altar, donde había sido colocado el féretro, se encontraba el jefe del Estado Mayor del Ejército, teniente general Gabeiras Montero. Junto a él se hallaban el resto de los componentes de la Junta de Jefes de Estado Mayor; el ministro de Defensa, Alberto Oliart, y sus antecesores en el cargo, el teniente general Gutiérrez Mellado y Agustín Rodríguez Sahagún, con quienes había colaborado el general fallecido cuando ejercía la dirección de la Oficina de Información, Difusión y Relaciones Públicas del Ministerio de Defensa.
Féretro del Cabo Ignacio García |
En otro lado del altar se encontraban los familiares del militar asesinado, entre ellos su viuda, una hija y un primo sacerdote marianista que era párroco de una iglesia de Madrid. La segunda hija del general González de Suso llegó a mitad de la ceremonia, ya que procedía de Venezuela, donde residía. Ambas hermanas se abrazaron durante largo rato, en medio de un clima de gran dolor.
Una vez que el féretro fue sacado del recinto del patio de armas, se procedió a abandonar el Cuartel General, en el que se habían dado cita más de mil personas, la mayoría miembros de las Fuerzas Armadas.
Los alrededores del Cuartel General del Ejército estuvieron custodiados desde horas antes del inicio de la ceremonia religiosa por efectivos de la Policía Nacional. Las calles próximas al lugar fueron cortadas al tráfico, en previsión de posibles altercados. La policía no pudo evitar, sin embargo, la presencia, a unos doscientos metros del Cuartel General, de numerosos grupos, que profirieron gritos de «¡Tejero, libertad!», «¡Gobierno, dimisión!», «¡Policías, sí; mercenarios, no!», así como insultos al teniente general José Gabeiras.
A las nueve y media de la mañana se inició el funeral corpore insepulto» por el alma del cabo de la Policía Nacional, Ignacio García García. El oficio religioso tuvo lugar en la parroquia de la Policía Nacional del Santo Ángel de la Guarda, junto al edificio donde se encontraba la XII Bandera de Radio Patrullas de la Policía Nacional. El féretro fue introducido a hombros de compañeros de la víctima, mientras otros miembros de las Fuerzas de Policía Nacional y Guardia Civil formaban una guardia de honor. Numerosas personas abarrotaron el templo y dieron vivas e España, a la Policía Nacional y ovacionaron el ataúd que contenía los restos de Ignacio García, envuelto en una bandera de España y, sobre él, su gorra. El ataúd fue colocado en el interior del templo ante el Altar Mayor, entre cuatro candelabros, sobre un túmulo. Junto al cadáver se situaron las autoridades y los familiares de la víctima.
La misa fue concelebrada por cinco capellanes de la Policía Nacional. El oficiante principal dijo durante la homilía que “la fe no nos quita la pena pero mitiga el dolor y quien tiene fe sabe que todo no acaba con la muerte”. En cuanto a la muerte de Ignacio García señaló que “su sacrificio no puede quedar estéril”. En lugares próximos al féretro se encontraba la viuda del policía fallecido, su padre, familiares y amigos. También se hallaban presentes el ministro del Interior, Juan José Rosón; el director de la Seguridad del Estado, Francisco Laina; el director de la Policía, Fernández Dopico, y el general inspector de la Policía Nacional, general Sáenz de Santamaría, a quienes acompañaban representantes del Ejército, Policía y el secretario primero del Congreso de los Diputados, Víctor Carrascal en representación del Parlamento.
Terminado el oficio religioso el féretro fue de nuevo sacado a hombros de compañeros del policía asesinado y colocado en un túmulo, a cuyos lados se situaron los familiares y autoridades. La Unidad de música de la Policía Nacional interpretó la marcha fúnebre y el toque de oración. Los asistentes entonaron el himno de la Policía Nacional y el coronel jefe de la XII Bandera a la que pertenecía el fallecido, dio vivas a España, al Rey y la Policía Nacional, que fueron coreados por los asistentes. Antes de que el ataúd que contenía los restos mortales del servidor del orden fuese introducido en una ambulancia, una compañía de la Policía Nacional desfiló ante él, A continuación el cuerpo de Ignacio García fuese trasladado a la localidad abulense de Adanero, donde recibiría cristiana sepultura.
En las primeras horas de la tarde quedaba instalada en la sala de Juntas del Gobierno Civil de Ávila, la capilla ardiente con los restos mortales del joven abulense, cabo de la Policía Nacional, Ignacio García García, de 28 años, casado el pasado mes de octubre y asesinado el día anterior en Madrid.
El féretro con el cadáver del Policía llegó en una ambulancia de la Policía Nacional al Gobierno Civil, en cuyas inmediaciones, dada la enorme concurrencia de público, fue preciso cortar la circulación rodada. Entre los que aguardaban su llegada figuraban numerosos compañeros del Policía, miembros de la Guardia Civil, del Ejército y de la Guardia Municipal. El féretro fue introducido a hombros por policías nacionales, guardias civiles y funcionarios del Cuerpo Superior de Policía, hasta la sala de Juntas, donde quedó instalada la capilla ardiente. Momentos antes el párroco de la iglesia del Inmaculado Corazón de María, asistido por el comandante capellán castrense de la Academia de Intendencia, rezó un responso que fue contestado por la multitud. Más tarde dicho capellán rezó otro responso en la capilla ardiente que se hallaba presidida por un gran crucifijo y la bandera nacional, junto a numerosas coronas de flores. Inmediatamente después todas las autoridades asistentes desfilaron ante el féretro que descansaba sobre un gran túmulo, manifestando su condolencia a -los familiares del policía Nacional. A las cuatro de la tarde se llevó a cabo el entierro en el cementerio de Ávila. Más -de cincuenta coronas de flores cubrían el féretro. En el acto, al que asistieron las autoridades y gran cantidad de público que dieron continuos vivas a España y a las Fuerzas del Orden Público.
El día 9 de mayo eran detenidos en un piso de Alcorcón (Madrid) los miembros del grupo terrorista GRAPO que había perpetrado en el atentado terrorista contra el general Andrés González de Suso, en el que fue asesinado, además del general, el cabo de la Policía Nacional Ignacio García García.
Los presuntos autores eran José Jiménez Fernández, alias el «Tigre», y responsable del grupo; Manuel Quesada Jiménez, alias “Rojo” y «el andaluz», y Miguel Ángel Bergado Martínez, alias “Jordi”. Por otra parte el mismo día del atentado se había detenido herido en grave estado a otro de los miembros del comando, Avelino García. En el piso se intervinieron dos pistolas “Llama” calibre nueve corto, que habían sido sustraídas a dos policías municipales, una en Madrid y otra en Zaragoza, una escopeta de cañones recortados, munición para las armas, documentos falsos y dinero en efectivo. En la misma operación funcionarios de Policía encargados de la lucha antiterrorista localizaban otro piso del comando de los GRAPO en el barrio madrileño de Vallecas, concretamente en la calle del Puerto de Canfranc, 23, 1º. Ese piso había sido alquilado con nombre falso por el grapo José Jiménez Fernández y en el momento de acceder la policía se encontraba deshabitado. La policía consiguió localizar el piso, tras interrogar, previa autorización médica, al único componente del comando que había sido capturado, Avelino Gómez Gómez.
Tras las investigaciones policiales, se conoció que Jiménez Fernández había disparado al general y Bergado Martínez, al policía, al que acabó rematando en el suelo.
Los autores de dichas muertes fueron juzgados en junio de 1983 ante la Audiencia Nacional. El fiscal acusó a los cuatro procesados -José Jiménez, Avelino Gómez, Miguel Ángel Bergado y Manuel Quesada, de asesinato, en grado de autoría los tres primeros y de inducción, el último. Jiménez a preguntas del fiscal, se declaró autor material del asesinato del general González de Suso, al que disparó en la cabeza, e indicó que la misión de su compañero Bergado Martínez, quien también reconoció haber asesinado al Policía Nacional Ignacio García, era la de cubrir su acción.
Declaró que la orden de matar al militar la había recibido del dirigente de los GRAPO Enrique Cerdán Calixto. Las penas solicitadas e impuestas fueron de 65 años para Gómez, 55 para Bergado, 37 para Jiménez y 28 para Quesada.
Bergado Martínez se pasó treinta años en la cárcel, siendo el preso de la banda GRAPO que más años pasó encarcelado al habérsele aplicado en 2006 la doctrina Parot. Salió en 2011 de la cárcel gaditana del Puerto de Santa María 1.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, al Cabo de la Policía Nacional Ignacio García García, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
Carlos Fernández Barallobre.
Pobre Ignacio!! si en lugar de intentar detener al cochino terrorista del grapo lo hubiera matado como el perro que es, hoy seguiria vivo. El cerdo que lo asesinó salió de la carcel en 2011
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