A las diez y cuarto de la noche del sábado 6 de septiembre de 1980, la banda terrorista ETA asesinaba de un disparo en la cabeza al capitán de la Policía Nacional Basilio Altuna Fernández de Arroyabe mientras presenciaba un baile en la plaza de la localidad alavesa de Erenchun, a doce kilómetros de la capital, en compañía de un grupo de familiares y amigos. Cuando el grupo decidió dirigirse a un bar próximo, un joven que vestía camisa verde, se acercó al capitán y en presencia de todos sus familiares y amigos, le descerrajó un tiro en la sien, lo que hizo que el capitán se desplomase al suelo.
El proyectil le atravesó la cabeza y le provocó la muerte en el acto. El autor del atentado aprovechó la confusión para huir a la carrera. Una persona intentó la persecución del asesino pero desistió al ver como se adentraba en una calle oscura temiendo que el agresor pudiese utilizar el arma contra él. Sin embargo vio como se subía a un automóvil que le esperaba, desapareciendo de inmediato. El cadáver permaneció en el suelo durante dos horas hasta que el juez ordenó su levantamiento.
Capitán Basilio Altuna |
La capilla ardiente del capitán Altuna quedó instalada en el Gobierno Civil de Álava por donde pasaron personalidades de la vida política y social de Álava, así como numerosos vitorianos anónimos que con su presencia quisieron testimoniar a la Policía su pesar por tan ignominioso atentado. La Bandera Nacional que ondeaba en el Gobierno Civil se izó a media asta con un crepón negro.
Antes del funeral, a las nueve y media de la mañana, tuvo lugar la última misa de corpore insepulto en la capilla ardiente. Media hora más tarde el ataúd que contenía los restos mortales del capitán de la Policía Nacional Basilio Altuna, envuelto en la Bandera Nacional, fue conducido en un furgón fúnebre desde la capilla ardiente hasta el cementerio, donde fue introducido en el panteón familiar, recibiendo cristiana sepultura, en presencia de su viuda e hijos, así como de las autoridades militares y civiles.
Una hora después en la catedral de Vitoria, más de 2.000 personas asistieron al funeral por el alma del capitán de la Policía Nacional asesinado y de cuyo atentado se responsabilizó mediante un comunicado ETA-PM.
A la ceremonia religiosa asistieron, además de los familiares de la víctima, el delegado del Gobierno en el País Vasco para Orden Público, general Sáenz de Santamaría; el gobernador civil de Álava, Ezequiel Jaquete; el de Burgos; Gobernador Militar de Álava; alcalde de Vitoria, José Ángel Cuerda, el presidente de UCD del País Vasco, Jesús María Viana, representantes del PSOE y Alianza Popular y otras autoridades civiles y militares. Antes de que diera comienzo la Santa Misa, un hijo de la víctima subió al presbiterio y se dirigió al público para pedid “como hubiese sido el deseo de mi padre el que este acto sea meramente religioso y para rezar por su alma”. El funeral fue concelebrado por 13 sacerdotes, y en la homilía el celebrante dijo que:”siempre tenemos que recurrir al Señor, porque sólo en Él vamos a encontrar la salvación, haciendo más religiosa nuestra vida”.
A la salida del templo, vigilado estrechamente por efectivos de la Policía Nacional, no se escuchó grito alguno ni se corearon consignas.
El Rey don Juan Carlos envió un telegrama a la viuda del capitán de la Policía Nacional Basilio Altuna, en el que mostraba su pesar y su dolor por tal suceso. Por otro lado el secretario de la Casa de S. M. el Rey, Sabino Fernández del Campo, mantuvo una conversación telefónica con el coronel Rubio, jefe de la Circunscripción de la Policía Nacional, para interesarse, a instancias del Rey Juan Carlos, por los detalles y pormenores del atentado.
Según señalaron varios vecinos del pueblo, Basilio Altuna estaba amenazado desde hacía cuatro años, coincidiendo con su permanencia en Vitoria como teniente durante los sucesos de marzo de 1976, en los que perdieron la vida cinco trabajadores durante una huelga general por disparos de la Policía. ETA político-militar señaló este suceso como justificación del asesinato del capitán Altuna en una llamada telefónica hecha a medios de comunicación vascos en la que asumía la autoría del atentado. Además, la banda asesina acusaba a Altuna de participar en actividades ligadas a organizaciones ultraderechistas.
La viuda e hijos de la víctima remitieron a los medios de comunicación vascos una carta en la que emplazaban a los asesinos a que demostrasen que Basilio Altuna tuviese alguna responsabilidad en los hechos de marzo de 1976. ETA, como no podría ser de otra forma, guardó silencio de forma cobarde, como siempre que ha asesinado y justificado después el asesinato con falsas acusaciones.
Basilio Altuna Fernández de Arroyabe, de 57 años de edad, era natural de Azua de Gamboa (Álava), una pequeña aldea que había desaparecido a consecuencia de una riada. Estaba casado con Ángela Urcelay y tenía cuatro hijos, tres hijos y una hija, el más pequeño de 10 años. El capitán Altuna estaba destinado en los servicios administrativos de la compañía de la Reserva General de la Policía Nacional con sede en Miranda de Ebro, pero acudía todos los años a Erenchun, localidad de donde era natural su mujer, para pasar las fiestas. Anteriormente había estado destinado en Leganés (Madrid).
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
Nota del autor:
Fernando Altuna Urcelay, el hijo del capitán Altuna Fernández de Arroyabe, que tenía 10 años en el instante de ser asesinado su padre, y se convirtió con el paso de los años en un infatigable luchador contra ETA y su entramado terrorista, fallecía en su domicilio de Madrid el día 15 de marzo de 2017 a los 47 años de edad. Miembro y activista de Covite, estuvo presente en octubre de 2016, en Alsasua en defensa de los agentes de la Guardia Civil apaleados en un bar junto a sus parejas.
El asesinato de su padre, marcó para siempre su vida y su interés en desenmascarar al nacionalismo vasco y a su banda asesina fue proverbial e intenso. Con honestidad y valentía denunció los homenajes a asesinos terroristas realizados y organizados por la izquierda separatista abertzale a través de sus distintas y tenebrosas marcas Batasuna, Sortu o Bildu. De igual modo criticó siempre con coraje y gallardía la connivencia del PNV con los asesinos, la famosa teoría de que unos movían el árbol y otros recogían las nueces, aportada en su día por el dirigente peneuvista Javier Arzallus.
En los últimos días de su vida había participado junto con la asociación Covite, que dirige Consuelo Ordóñez, hermana del concejal Gregorio Ordoñez, candidato del Partido Popular a la alcaldía de San Sebastián, asesinado el día 23 de enero de 1995, mientras comía en el restaurante La Cepa de la parte Vieja de San Sebastián con sus compañeros del grupo popular en el ayuntamiento donostiarra, entre ellos María San Gil, por un comando de ETA formado por Valentín Lasarte, Francisco Javier García Gaztelu, "Txapote" y Juan Ramón Carazatorre, "Zapata", en la colocación de placas en recuerdo a los asesinados por ETA en Bilbao y San Sebastián, placas que los alcaldes del PNV han retirado, hace escasas fechas, de forma cobarde y artera rápidamente, tal y como el propio Altuna denunciaba en sus cuentas de Twitter o Facebook, siempre tan activas.
Con motivo de los atentados de París acontecidos en noviembre de 2015, Fernando Altuna participaba en una concentración en la que también se encontraba el antiguo Jefe del Estado Mayor del Ejercito Julio Rodríguez, actual miembros del partido marxista y chavista Podemos. En un determinado momento Fernando se acercó al antiguo jefe militar y le preguntó: “¿por qué estos asesinados de París sí valen y los realizados Navarra por Eta, no?", en clara referencia al indigno acuerdo firmado en Navarra entre Podemos y Bildu, partido satélite de la ETA, que no ha condenado nunca sus asesinatos y que le permite gobernar en la capital navarra.
En recuerdo de su padre, publicó una emocionante carta dirigida a la memoria de su progenitor, que reproduzco íntegramente como homenaje y recuerdo a las víctimas del terrorismo, asesinadas por el fanatismo marxista de la abominable banda asesina y todos sus cómplices.
Querido padre,
Después de 35 años de tu asesinato a manos de ETA Político-militar, todo lo que hemos conseguido es que el Lehendakari Iñigo Urkullu entregase el pasado viernes un “retrato de la vulneración del derecho a la vida en el caso vasco” (así lo llaman) a los alcaldes alaveses de Elburgo (Azua) donde naciste, de Vitoria, de donde eras vecino, y de Iruraiz-Gauna (Erenchun) donde te mataron. (...)
Da igual que tuvieses cuatro hijos, en vez de dos, da igual que en 1980 fueses Capitán de la Policía Nacional y no de la Policía Armada que ya no existía, da igual la “justificación” argumentada por el propio Gobierno Vasco, el famoso “algo habrá hecho”, para que te matasen bajo el epígrafe “Más datos”… Este es a día de hoy tu retrato.
Creí que el todopoderoso Gobierno Vasco iba a rescatar alguna imagen antigua viéndote sonreír junto a tu familia o amigos en Azua, Marieta, en Vitoria, en Laredo, en San Sebastián, en Madrid… o iba a descubrir algunas palabras o escritos tuyos. No, papa, éste es tu retrato 35 años después.
Pensaba que tras 35 años las heridas de tu asesinato eran suficientes para que éstas estuviesen cerradas. No, padre, las heridas siguen abiertas.
Lo único que sé, y esto no es un relato, es que a las 10:15 del 6 de septiembre de 1980, fue asesinado en Erenchun (Álava) mi padre, Basilio Altuna Fernández de Arroyabe.
Lo único que sé con toda seguridad que pasó, y no es un retrato ni es una opinión, es que:
Unos dictaron tu muerte.
Otros te siguieron y anotaron tus costumbres, tus usos, tus itinerarios…
Alguien muy cercano a ti informó de que aquella tarde, casualmente estabas en Erenchun.
Uno ejecutó la acción.
Otros dieron cobertura de fuga al ejecutor.
Otros cobijaron y protegieron a los anteriores…
Una inmensa mayoría de la sociedad y parte de sus instituciones callaron ante tu asesinato… (Ni siquiera ningún representante del Gobierno vasco acudió a tu sepelio y funeral)
Lo único que sé y esto no es una opinión, es que el estado de derecho y sus instituciones:
No te protegieron como ciudadano, en tiempos de paz y no de conflicto armado.
No han investigado tu crimen.
No han identificado, ni detenido, ni juzgado al autor material, al “hombre de la camisa verde”, que te asesinó.
No ha identificado, ni detenido, ni juzgado a los autores necesarios (ni materiales, ni intelectuales) de tu asesinato.
La Audiencia Nacional (Carlos Divar) archivó tu sumario el 24 de diciembre de 1980, 24 horas después de haberlo incoado.
Lo único que sé, y esto no es una opinión, es que ETA (Político Militar) organización terrorista (perfectamente jerarquizada y estructurada) fue quien reivindicó la autoría del asesinato de mi padre.
Lo único que sé, y no es un retrato, es que dicha escisión de la banda terrorista abandonó la actividad terrorista en 1983 y que ni sus dirigentes, ni sus integrantes, ni sus colaboradores fueron encausados ni enjuiciados por tu asesinato. Ni tan siquiera entregaron sus armas.
Lo único que sé, y no es una opinión, es que pasados 35 años, una parte de la sociedad y gran parte de sus instituciones siguen callando ante tu asesinato e incluso homenajean, jalean, protegen y amparan a los que lo cometieron.
Lo único que sé con toda seguridad que pasó y esto no es un retrato, es que tus asesinos y cómplices hicieron perfectamente su trabajo, que cumplieron y alcanzaron al menos parte de unos objetivos diseñados y definidos previamente.
Lo único que sé y esto no es un retrato, es que después de 35 años el estado de derecho por el cual te asesinaron no hizo, ni ha hecho a día de hoy, su trabajo (como sí, insisto, lo hicieron perfectamente tus asesinos).
La MEMORIA de la que tanto se habla no te podrá devolver la vida, pero podrá devolverte la DIGNIDAD, siempre que el Conjunto del Estado de Derecho y sus instituciones se atrevan a ir en busca de la VERDAD en mayúsculas, que no es otra cosa que la JUSTICIA.
La memoria por tanto de Basilio Altuna Fernández de Arroyabe y de todos los asesinados debe ser una parte del grito a favor de la verdad, de la ley, y por tanto de la justicia, una llamada a defender la libertad de todos en el futuro y a liberar así a toda la sociedad vasca y española de su pasado, y este será el único y auténtico triunfo del estado de derecho y de todos los vascos y españoles. (...).
La Violencia ejercida por los que te mataron ha servido, sirve y servirá para conseguir unos objetivos perfectamente estructurados y planificados.(...).
Carlos Fernández Barallobre.
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