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domingo, 20 de agosto de 2017

El caso del "Señorito Anglada" (1913)

El caso del llamado "Señorito Anglada" tuvo en jaque durante algún tiempo a la ciudadanía de Madrid y, como consecuencia lógica a la Policía, a principios del pasado siglo XX, no solo por su "modus operandi", sino también por la identidad de las víctimas, todos ellos niños.


Manuel Domínguez Anglada, de origen cubano y residente en la capital de España, comenzó su carrera delictiva con tan solo 12 años, especializándose en robos a menores a los que, tras granjearse su confianza, sustraía todos sus efectos, maltratándolos en algunos casos y dejándolos desnudos en otros. Finalmente, tras la comisión de varios hechos de estas características, fue detenido. Corría el año 1907.

Anglada junto a un Guardia de Seguridad que viste el uniforme de 1911. La foto está tomada en 1913 (internet)

Aun cuando durante los años siguientes el caco no dejó de actuar, en 1913, el Comisario Ramón Fernández-Luna, Jefe de la Brigada de Investigación Criminal del Cuerpo de Vigilancia, que ya venía siguiéndole la pista, se toma el asunto con todo interés al verse reproducidos estos hechos, de forma alarmante, en las calles del centro de Madrid. 

A lo largo de tres noches consecutivas reiteró su actuación. Primero fue a dos niños en la calle de la Abada; más tarde a una menor en la de Segovia y finalmente a otro en la calle del Príncipe, siendo detenido por este último asunto un cartero que según testigos coincidía su descripción con la del autor de los hechos.

Pese a todo, el Comisario Fernández-Luna, investigador muy famoso por aquellos años que le llevó a granjearse el sobrenombre del "Sherlock Holmes madrileño", como así lo bautizó la prensa de la Capital, convencido que el autor de los hechos no era el inculpado ordenó al personal a sus órdenes activase las gestiones conducentes a la detención del auténtico responsable de estos delitos contra la propiedad.

Fruto de las activas gestiones, en marzo de 1913 fue detenido, en la calle de la Montera, por los Agentes del Cuerpo de Vigilancia García Larrús, González Viñas y Martínez Sánchez, siendo puesto a disposición de la Autoridad judicial tras el hábil interrogatorio al que fue sometido por el Comisario Fernández-Luna en el que reconoció la autoría de los hechos.

La última pista de este delincuente se pierde el 6 de marzo de 1922 cuando es nuevamente detenido, por un hecho similar, cometido en la zona del Rastro.

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