Páginas

miércoles, 4 de enero de 2017

1975. El FRAP asesina en Madrid al Policía Armada Lucio Rodríguez Martín

El agente de la Policía Armada Lucio Rodríguez cumplía su turno de vigilancia frente a las oficinas de la compañía Iberia situadas en el número 14 de la calle Alenza de Madrid. Su jornada concluía a las 22.00 del día 14 de julio de 1975, pero habían pasado ya veinte minutos y el compañero que tenía que relevarlo aún no había acudido. Fue entonces cuando un Seat 127 se estacionó en las cercanías de la mencionada calle. De él bajaron dos individuos, que abrieron fuego contra el agente. El policía, que tenía 23 años, había nacido en la localidad toledana de Villaluenga y planeaba casarse con su novia en septiembre de ese mismo año. El joven agente, no llevaba ni un año en el cuerpo.


Los asesinos, todos ellos miembros del FRAP, habían robado un vehículo en la calle del Pez Volador y después de deambular por diferentes sitios de la capital, decidieron ejecutar al primer Policía Armado que encontrasen en condiciones favorables para llevar a cabo su vituperable acción. El comando estaba formado por los terroristas Pablo Mayoral Rueda, José Humberto Baena Alonso y Fernando Sierra Marco que actuaría como conductor. Todos ellos habían sido reclutados para la siniestra organización a principios del año 1975 por Manuel Blanco Chivite y Vladimiro Fernández Tovar, al cual nombró Chivite, como jefe del comando que se dedicaría a asesinar Policías Armados y Guardias Civiles. 

el Policía Lucio Rodríguez Martín

Al anochecer del día 10 de julio, Blanco Chivite entregó a Pablo Mayoral Rueda un revólver “Cádix”, con la numeración borrada, calibre 22 largo con tambor para nueve balas, así como abundante munición, Con la misma acordaron que el día 14 de julio a las cinco y media de la tarde tendría que reunirse el comando en las cercanías del Hospital Gómez Ulla, para robar un vehículo y proceder al asesinato de algún policía.

A la reunión acudieron tan sólo Mayoral Rueda, Baena Alonso y Sierra Marco, puesto que ni Chivite ni Fernández Tovar se presentaron en el lugar, alegando que se hallaban reunidos planeando otras acciones. Ante ello los otros tres terroristas decidieron actuar y al no encontrar un vehículo fácil de sustraer en Carabanchel se dirigieron en bus al barrio de la Estrella, donde vieron, en la calle del Pez Volador, un SEAT 127 con la llaves puestas en el contacto, apoderándose del mismo y emprendiendo veloz huida al comprobar que un individuo les seguía corriendo. Después de diferentes vueltas por numerosas calles de la capital sobre las diez y cuarto de la noche cuando circulaban por la calle Alenza vieron en la puerta de las oficinas de IBERIA a un Policía Armado que resultó ser Lucio Rodríguez Martín. 

Al avistar al agente y después de dar varias vueltas con el coche para garantizarse bien la huida, decidieron volver sobre sus pasos y ejecutar al servidor del orden. Estacionaron su vehículo en las cercanías de la oficina de la compañía aérea, quedando al volante Sierra Marco y apeándose de vehículo Baena Alonso que portaba el revólver y Mayoral Rueda que llevaba una navaja automática para proteger la acción de su compañero y si fuera necesario emplearla contra el Policía. Al cruzarse con Lucio Rodríguez y una vez el Policía les dio la espalda, Baena accionó el disparador no llegando a producirse el disparo sin duda por deficiencias de la munición. Al intentar volverse el Policía, Baena descargó sobre él las ocho balas restantes que lo hirieron en la cabeza, cuello, hombro, brazo y abdomen. Con Lucio Rodríguez en el suelo, Baena intentó apoderarse del arma reglamentaria del agente algo que no pudo lograr al tener que huir de forma precipitada del lugar de los hechos. Los tres miembros del FRAP dejarían abandonado el vehículo robado en la calle Pedro de Valdivia. Unas horas después eran detenidos por efectivos de la Policía. Mientras los terroristas huían, Lucio Rodríguez logró caminar hasta la calle Cristóbal Bordiú, donde finalmente se desplomó herido de muerte. Falleció en el Hospital Central de la Cruz Roja a donde fue trasladado con urgencia. 

A las nueve de la mañana del día siguiente al asesinato se celebró una misa de «córpore insepulto» en la capilla ardiente, oficiada por el teniente vicario castrense de la Primera Región Militar, a la que asistieron el vicepresidente primero del Gobierno y ministro de la Gobernación, José García Hernández; el subsecretario de este Departamento, Luis Peralta España; el capitán general de la Primera Reglón Militar, teniente general Ángel Campano López; el director general de Seguridad, Francisco Dueñas Gavilán; el director general adjunto, señor Fanlo: el general inspector de la Policía Armada, señor Tomé: el gobernador civil y Jefe provincial del Movimiento, Jesús López Cancio; el alcalde de Madrid, Miguel Ángel García Lomas; el director general de Tráfico, Carlos Muñoz Repiso; el presidente de la Sala Quinta del Tribunal Supremo, Victoriano Barquero; el fiscal del alto Tribunal, Antonio García y Rodríguez Acosta; el presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, Ángel Ruiz Martín: el secretario de las Cortes, señor Puig Maestro-Amado; el vicario general castrense, arzobispo de Grado, fray José López Ortiz, y otras muchas autoridades.

Los padres y hermanos del finado ocupaban lugar preferente. Terminada la misa, el vicepresidente primero del Gobierno colocó sobre el féretro la cruz de oro al Mérito Policial y pronunció unas breves palabras en las que tuvo un recuerdo emocionado a su holocausto.

El féretro cubierto con la bandera nacional y sobre esta la gorra del Policía asesinado, fue traslado a hombros por sus compañeros desde la capilla ardiente, instalada en la planta noble de la Inspección General de la Policía Armada, en la calle de Fernando III el Santo. 23, hasta el paseo de la Castellana donde esperaba un furgón mortuorio.

Le precedían miembros de la Policía Armada y de la Guardia Civil portando coronas de flores enviadas por distintos centros y unidades de las fuerzas del orden y de los tres Ejércitos. Detrás del féretro figuraban los padres, hermanos y otros familiares del finado, y a continuación, destacado el vicepresidente primero del Gobierno y ministro de la Gobernación, José García Hernández v las restantes autoridades y representaciones.

En e! momento de aparecer en la puerta el ataúd, la banda de música de la Policía Armada interpretó el himno del Cuerpo, que fue cantado por la compañía de Infantería que rendía honores y que cerraba la comitiva. Antes de partir el cortejo fúnebre desfiló una compañía de las fuerzas de la Policía Armada, seguida de jefes y oficiales v representaciones de la Marina y del benemérito cuerpo de la Guardia Civil.

Tras el desfile, el vicepresidente primero del Gobierno y las demás autoridades testimoniaron su pésame a los familiares del extinto. 

La comitiva se dirigió de seguido hasta el cementerio de Villaluenga (Toledo) donde sería enterrado el infortunado policía. Estaba formada por diecisiete vehículos. Entre las autoridades que acompañaron los restos del infortunado policía, se encontraban el subsecretario de la Gobernación y el director general de Seguridad adjunto. 

José Humberto Baena Alonso, Vladimiro Fernández Tovar y Manuel Blanco Chivite serían juzgados en consejo de Guerra sumarísimo celebrado en el acuartelamiento de El Goloso los días 11 y 12 de septiembre de ese año de 1975. Por dicho atentado contra la vida del Policía Lucio Rodríguez Martín, Baena Alonso, Blanco Chivite y Fernández Tovar serían condenados a muerte. Manuel Blanco Chivite y Vladimiro Fernández Tovar verían su pena conmutada por la de reclusión mayor. Pablo Mayoral Rueda sería condenado a treinta años de cárcel y Fernando Sierra Marco a veinticinco años. José Humberto Baena Alonso seria fusilado a las 9,50 del sábado día 27 de septiembre en Hoyo de Manzanares por un pelotón compuesto por diez Policías Armados. Junto a él serían también ajusticiados los terroristas del FRAP José Luis Sánchez-Bravo Sollas y Ramón García Sanz por haber asesinado en Madrid en el mes de agosto al Teniente de la Guardia Civil destinado en la Agrupación de Tráfico Antonio Pose Rodríguez. 

Carlos Fernández Barallobre. 




1 comentario: